jueves, 22 de mayo de 2014

El ombligo del turismo canario

Propaganda institucional para mirarnos el ombligo.
El ombligo en el que nos miramos a diario es redondo como Gran Canaria. Mirándolo nos sabemos felices en la isla (y también alarmados por la crisis que no se disipa, claro). Llevamos tantos años de éxitos turísticos que nos hemos olvidado de los competidores. Éxito mes tras mes, con rentabilidades formidables que permitían pagar sin esfuerzo los créditos para comprar un apartamento o un bungalow. Y así surgió una clase media rentista, con apenas algunos momentos de nervios a lo largo de décadas.

Y todavía, siendo dichosos, resuena el eco de aquella reciente campaña que nos descubrió qué bueno es vivir aquí. Aunque ya lo sabíamos, tuvo que salir en la tele la cerveza de la marca equis para que nuestra felicidad nos supiera de otra manera y hasta terminamos por creerlo.

Volcán sumergido en La Restinga, El Hierro

Y así pensábamos que nos veían con envidia a estas Islas Afortunadas que todavía no quedaba claro si estaban en el Mediterráneo, en el Atlántico o tan sólo vivíamos en San Borondón. Pero la prensa del continente es como la de nuestro ombligo aunque más grande. Amarilla, pero en esas otras letras ilegibles que acompañan la foto. Una fotografía que no es del atardecer espectacular que ilumina la silueta de nuestros antiguos volcanes elevándose sobre el mar. Nuestro dulce hogar en medio del Atlántico. Por el contrario, en esas incontrolables gacetas vemos imágenes turbias e inquietantes de un mar hirviente porque la tierra tiembla bajo el Mar de las Calmas junto a La Restinga con ganas de erupcionar. Y lo que podría ser un espectáculo planetario provoca el éxodo de una masa de turistas que temen más a la naturaleza que a las autopistas que no tienen límites para la velocidad con que se lleva la vida de personas, familias o algún equipo deportivo que dejó la cancha vacía de vítores tornados en lamentos.

Las culebras invasoras se comen el lagarto canario.

Pero no sólo tenemos volcanes submarinos. El otro día, la imagen del paraíso era una serpiente de exótica amenaza, a pesar de ser inofensiva. Enroscada como un ombligo de triste leyenda, la señora culebra llegó de turismo y se encontró con el paraíso: buen clima y unos suculentos lagartos endémicos que provocaron el milagro de la multiplicación gracias al anónimo profeta de la estupidez que permitió que escapara la primera culebra -o simplemente la soltó-.

Pero, al final, lo que fue un despropósito ha puesto de relieve que este territorio aislado puede ser el laboratorio para el control de especies invasoras en el mundo animal.

Sin embargo, Günter, Klaus o Hermann, esos turistas que conocen las Islas porque ya han estado aquí (incluso varias veces en un mismo año), sólo pensarán que en su paraíso vacacional se han desmadrado volcanes amenazantes y vívoras asesinas, a pesar de ser el sitio que supuestamente conocen, como todos sus vecinos de Germania, por ser el lugar preferido para las vacaciones. Pero ya no lo es. El miedo les retrae y se convierte en una amenaza en toda regla para la marca turística de Gran Canaria y, por extensión, de todo el Archipiélago Canario. Una advertencia que se agrava a la mínima, ya sea por un accidente de tráfico, un avión misterioso que supuestamente cae frente a la costa de Jinámar, la desagradable imagen de una manta de aguavivas flotando en la orilla del Confital, o a través del olor nauseabundo percibible tan sólo con leer las crónicas de los vertederos insulares donde se acumulan lodos de la depuradora porque ésta se ha empeñado en depurar más aguas residuales.

Y aquí, en el ombligo, las autoridades y los técnicos se ponen el cachorro de serios y nos explican lo que sucede en versión: No se preocupe que el miedo a los volcanes o a las culebras, a la amenaza de menusas o el asco por el tufo a cloaca es algo normal en el ser humano, incluso en el paraíso.

Por el otro lado -y a veces en sentido contrario- los organismos públicos dedicados al turismo actúan (al parecer) sin protocolo de comunicación que active todos los organismos y esté presente en todos los consejos y comités de crisis para evitar que lo blanco -o lo negro- se muestre amarillo y que el pequeño boliche crezca como una devastadora avalancha de nieve desde esos países a miles de kilómetros donde los masterchef del periodismo sensacionalista amplifican la imagen de las situaciones problemáticas para convertir las Islas Afortunadas en el paraíso terrorífico.

Aguavivas en El Confital (miplayadelascanteras.com)

Pero, posiblemente, no exista ese protocolo de comunicación en situaciones de crisis. Ni tan siquiera, supongo, existirá el departamento para la comunicación -con profesionales expertos capaces de intervenir en una crisis- en un mundo en el que la gente ya se comunica al instante y lo hace mucho más y con muchos más recursos a la hora de decidir dónde ir de vacaciones, pero ¿quién y cómo les avisa de todas estas patujadas o campañas interesadas? ¿El Cabildo? ¿El Gobierno? ¿Los empresarios? ¿Todos a una...? (lo de todos a una tenía que decirlo, aunque me provoque carcajadas). Y es que al final, el problema de la playa X es el problema de toda la isla y de todo Canarias, aunque alguno no lo vea o no quiera verlo.

Tenemos organismos varios, colectivos y gabinetes de comunicación que hacen un trabajo encomiable, pero también es cierto que no tenemos el convenio marco de actuación de todos los organismos para la comunicación de crisis, sobre todo porque vivimos del turismo y vendemos expectativas e ilusiones que se difuminan o desaparecen a la primera noticia mala (real, falsa o no transmitida adecuadamente) que se produzca. Y esto en plena Sociedad del Conocimiento y de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Pero es que nuestro ombligo nos tiene embelesados...

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