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Costa Teguise |
La foto actual de Canarias –en particular de Gran Canaria- es inquietante, con oscuros nubarrones sobre un territorio con pinceladas de devastación junto a imágenes idílicas de un pasado y presente de este paraíso de leyenda: Mayor nivel de paro de España, los salarios más bajos, diáspora de la ‘generación más preparada de nuestra historia’, marginalidad…
Este retrato del momento actual contrasta con la realidad de hace apenas tres o cuatro años, cuando el desempleo se reducía a un tercio del índice actual (aunque siempre por encima de la media española). Y es que partimos de una situación que combina el hecho insular con su realidad colonial/periférica histórica y presente. Un colonialismo que tiene su origen en la ocupación y apropiación del territorio y sus habitantes, convertidos en mercancía humana, y que se extiende a lo largo de los siglos hasta que hace poco más de dos décadas, cuando las islas asumen un autogobierno ultraperiférico con una sociedad atrasada, sin apenas infraestructuras, con el nivel más elevado de analfabetismo del Estado y con la herencia de una estructura administrativa, económica y cultural ultracentralista.
Los éxitos y logros de la economía canaria a lo largo de su historia permitieron –cíclicamente- obtener importantes beneficios para los intereses foráneos, sin tener en cuenta la necesidad de estrategias para que estas Islas pudieran tener recursos suficientes con los que garantizar el mantenimiento de su población y su competitividad. Por el contrario, sólo interesaba obtener las rentas inmediatas y las divisas que pudieran entrar por Canarias, tanto en su sector primario como posteriormente en su turismo. En esto estábamos cuando surgió el turismo de masas y el cambio político, con una sociedad que rápidamente se benefició de las rentas, pero que no llegó a planificar ni tener el control sobre el sector turístico porque apenas existían capitales locales para ello. De ahí que fueran empresas peninsulares y fondos germánicos liberados por la Ley Strauss, o inversores nórdicos. De ahí que el turoperador asumiera tempranamente la dirección de marketing del destino canario (estudios de mercado, política de precios, definición del producto en su catálogo, política de imagen y de comunicación, etc).
Hoy día, el escenario es distinto. Hay capital canario invertido en grandes grupos turísticos (incluso en turoperadores), pero Canarias sigue viviendo del sol & playa en exclusiva, gracias a su clima y a su proximidad a Europa. Y nada más… Y sol y playa es una combinación que se da en muchas partes del mundo. Demasiadas.
Por ello, por ese monocultivo turístico, no estamos exentos de amenazas: que si hay más competencia de sol & playa con precios más bajos; que si perdemos atractivo por la ‘madurez’ de las zonas turísticas más que amortizadas, abandonadas; que si la naturaleza lanza las cenizas de un volcán islandés y paraliza el tráfico aéreo (y el turoperador reduce unilateralmente sus pagos por esas pérdidas); que si el cambio climático afecta a nuestras playas e incrementa el número de días de siroco con el paisaje cafényleche; que si los combustibles sólidos se van a acabar y se encarecerán los transportes aéreos; que los controladores aéreos o los limpiadores de aeropuertos se ponen en huelga (o de baja colectiva)… etc…
En este escenario, la pregunta es obvia ¿tenemos futuro? Está claro que todo es ponerse: que si la biotecnología (aunque sea con un apoyo más que simbólico), el liderazgo de los puertos en carga (aunque el millón de TEUs de La Luz no llegue ni por asomo al tráfico de Algeciras, por citar uno, o nos enfrentemos a la competencia de los puertos marroquíes); perdimos nuestro papel como centro de capturas y distribución de la pesca del banco canario-sahariano; tenemos una agricultura que sobrevive gracias a las subvenciones de la UE; nos enredamos sobre qué hacer con el petróleo en nuestras costas (aunque el beneficio se lo lleve otro o nosotros rechacemos su explotación por el impacto sobre nuestras islas); o un futuro como centro financiero; o que cambien las tornas y nuestro territorio vecino deje de ser un Magreb pobre y en conflicto…
Encima de no tener claro otro escenario económico, estamos junto a una de las zonas más pobres del planeta y en conflicto latente, gracias a la política española y su vergonzosa huída del Sahara, incumpliendo las recomendaciones de la ONU y sin importarle lo que supondría para Canarias la inestabilidad en la zona.
Pues sí, siendo realistas, si falla el turismo en el momento actual viviremos una terrible catástrofe, porque la situación actual con un 28,52% de parados es la antesala del desastre. Y si no hacemos nada, el futuro llega mañana o pasado y convertirá este jardín de las Hespérides en un polvorín.
Todos coinciden: el modelo ha de cambiar. ¿Pero qué hacemos para conseguirlo? Se nos venden planes de rehabilitación, consorcios, planes de modernización y de dinamización… En definitiva, labores de adecentamiento, chapa y pintura. Fondos escasos para prolongar unos años la agonía y decadencia de los enclaves turísticos. Un acuerdo entre metrópoli y ultraperiferia para que todo siga igual que antes, cuando todos sabemos que ya nada es igual al pasado reciente.
Insisto en lo de la condición de Canarias como ultraperiferia, ya que en escasas ocasiones se ha apostado (como el caso de Manuel Fraga, y luego lo explico) por Canarias como un lugar donde el Estado apueste por su liderazgo mundial en turismo. Quizás porque teman que pensemos que somos capaces de autogobernarnos si nuestros recursos nos lo permiten. Y, sí, digo liderazgo porque nunca nos han apoyado para ir más allá del sol y playa, con ofertas que nos posicionen como destino único, o para ser sede de eventos internacionales (y veremos qué hacen con la propuesta de la
Expo Canarias 2023), mientras otras ciudades españolas potencian -con recursos de todos- sus infraestructuras y su marca internacionalmente.
Tampoco se nos ofrece superar nuestra dramática situación laboral con una reconversión como las industriales en los setenta o de los ochenta (que se pagaron con dinero canario también). Ni se impulsó un INI turístico que facilitara la continua renovación de la planta alojativa y el impulso de oferta complementaria que pudiera situarse al mismo nivel que la marca Canarias o Gran Canaria a la hora de identificar el destino por parte de los potenciales turistas
(ya he comentado que Eurodisney ha tenido 150 millones de visitantes entre 1992 y 2010, lo que contrasta por cinco mil habitaciones hoteleras en comparación con Gran Canaria, por ejemplo, con sus 65.500 camas hoteleras).
En resumen, con el escaso dinero que aporta el Estado para apoyar la industria que está tirando de la economía canaria, apenas podemos realizar unos arreglos que no garantizan el rejuvenecimiento del destino, con una oferta de ocio complementario pobre y en declive, con el desarrollo de productos turísticos incompletos, sin innovación, intervencionismo inadecuado (moratorias, planes insulares…), con infraestructuras anticuadas e insuficientes, pero no garantiza nada el futuro frente a competidores más modernos y baratos, ni evitará las repercusiones económicas, sociales y estructurales del declive de Canarias como destino turístico.
La rehabilitación o modernización, con escasos recursos y sin plan estratégico, es insuficiente. Hay que ser más contundente, como señaló el subdirector de Air Berlin,
Pablo Caspers: “Hay cosas que no se pueden adaptar, sino que es necesario tirar y volver a construir. Es difícil competir con hardware antiguo y Canarias, si no pone remedio, pude perder cuota”.
Con una apuesta decidida de
RECONVERSIÓN y MEJORA PERMANENTE, podríamos desarrollar la estrategia de futuro del nuevo destino. Podríamos abordar expropiaciones de camas que han salido del mercado y se encuentran en lugares de extraordinario valor para el turismo. Podríamos revertir ese suelo expropiado (recuperar el gasto realizado) para proyectos de establecimientos de gran calidad, parques temáticos innovadores y otros (a través de concursos o subastas). Podríamos lanzar hitos que sean símbolos internacionales, como ha sido el Guggenheim para Bilbao (sin que con esto pretenda decir que lo copiemos o que volvamos a caer en aumentar el número de museos, que eso no es lo que busca el turista).
En definitiva:
- Tenemos que exigir al Estado financiación suficiente para un plan que permita reconvertir el destino turístico, no para arreglar aceras y fachadas.
- Tenemos que impulsar una estrategia desde Canarias, ya que nosotros sabemos quiénes somos y quiénes son los turistas. Lo hemos aprendido de nuestros bisabuelos, abuelos, padres y lo llevamos en nuestra sangre, en el Adn (“el trabajador canario lleva la hospitalidad en la sangre”, Bjorn Lyng. La Provincia 14/10/1999).
- Tenemos que ser líderes, creerlo también. Somos el destino (en especial Gran Canaria) que tiene la mayor fidelización en Europa… Pero podemos aprovechar las fortalezas para potenciar el liderazgo europeo en turismo de sol, playa, bienestar y ocio.
- Y tenemos que aprender de los líderes turísticos en el mundo. Porque estamos todo el día recordando que nuestros históricos enclaves turísticos son maduros u obsoletos y tan sólo tienen cincuenta años o menos. ¿Y Las Vegas, con 39 millones de turistas al año? ¿después de ochenta años? ¿No envejece?
- Tenemos que revisar las normas que nos ahogan y nos hemos impuesto, como la Moratoria, que según la isla que se trate ha sido negativa o una catástrofe.
- Tenemos que defender el paisaje y el paisanaje, pero con la convicción y no sólo con la norma administrativa arbitraria (“si no crecemos respetando el medio ambiente, la tortilla podría volverse manchando al cocinero”, Bjorn Lyng).
Tenemos que… Tantas cosas que podemos hacer… ¿Por qué no nos atrevemos? ¿Por qué nos conformamos con las migajas de las reconversiones realizadas en este país? ¿Por qué invertimos más en aumentar los aeropuertos y no en reconvertir los destinos turísticos para que vengan los pasajeros que todavía caben en esos aeropuertos…?
PD: tal como dije más arriba, es de destacar el papel de Manuel Fraga, quien apostó atraer inversión, la creación de infraestructuras, los paradores… Errores aparte, las inversiones de su etapa como ministro de Turismo sí que supusieron una reconversión para Canarias.