Anuncio del Hotel Maspalomas Oasis |
(Néstor Martín Fernández de la Torre, 1887-1938)
Antes de que me olvide, quisiera aclarar que en los objetivos de la celebración del 50 aniversario de Maspalomas Costa Canaria -en todo momento- hemos indicado que se trata de reconocer un hito histórico pero no para contemplar melancólica o repulsivamente (que de todo hay) el pasado, sino para repensar y recrear las bases de un futuro del que depende gran parte de la economía insular. Obviamente, en esos cálculos no entraba valorar procedimientos administrativos iniciados hace años como es el derribo y construcción de un nuevo hotel en la parcela que ocupa actualmente el Maspalomas Oasis, sobre todo porque a las numerosas incertidumbres y arbitrariedades administrativas existentes para cualquier iniciativa empresarial, la industria turística sucumbiría a la imprevisible reacción de determinadas personalidades cuando se trata de algún edificio con algún valor sentimental (¿cuál no lo tiene...?), sin tener en cuenta las normas que han de regir el conjunto de las iniciativas y acciones que empresas privadas y administración pública deben acometer con garantías para salvaguardar el futuro del principal destino turístico de Canarias. O sea, el pan de cada día.
En cuanto al Maspalomas Oasis, quisiera comentar que -en primer lugar- opino que ni éste ni los edificios de su alrededor debieron construirse ocupando el palmeral y la salida al mar del cauce del barranco de las Tirajanas. El delta natural que existía en el lugar era una joya única en el mundo y fue sometida a un proceso de embudo que supuso la destrucción del ecosistema y facilita que las riadas de las lluvias desagüen por un reducido espacio cuyas consecuencias se están viendo con la progresiva degradación de un espacio natural protegido pero no suficientemente mimado por quienes pueden y deben financiar el mantenimiento de este icono turístico y (semi)natural de Gran Canaria.
Otra cuestión que me llama la atención es la defensa tan unánime de este edificio y el silencio tan sonoro de numerosas personas y entidades cuando desaparecieron los verdaderos iconos arquitectónicos (los primeros edificios) de Maspalomas Costa Canaria, como fue La Rotonda o el poblado y ermita de San Fernando. Menos mal que el faro tenía una utilidad y se salvó de intereses o arbitrariedades, aunque aprovecho para señalar que considero un error gravísimo el uso que se le va a dar y la decisión del responsable municipal que se desentendió del edificio para traspasarlo al Cabildo perdiendo una oportunidad única de conservar un espacio central en el punto neurálgico del turismo en Gran Canaria. También es triste el silencio cómplice para con la recuperación de la exigua zona de palmeral que se conserva y que intentó poner al día para la salud de su ecosistema y disfrute de los ciudadanos el desaparecido Tony Gallardo... Y no sigo por este hilo argumental porque la lista de agravios no tiene fin.
Volviendo al Maspalomas oasis, igualmente, los arquitectos y profesionales que colaboraron o han estudiado el edificio que se va a derribar, opinan que reúne valores técnicos, históricos y singulares que le hacen merecedor de su preservación. Yo, francamente, considero que es un edificio viejo, inaccesible para personas con problemas de movilidad y con otros muchos problemas. Pero, además, a mí no me dice nada, al ser un elemento introducido en un espacio con el que se produjo desde su construcción un diálogo imposible, una usurpación. Asimismo, es un edificio que se ha convertido con el paso de los años en una burla kitsch de lo que fue -sobre todo en su interior- con una decoración tecnobarroca (me acabo de inventar la palabreja para intentar definir lo indefinible) que se desprendió de varias de las obras de arte de los creadores más reconocidos (y rentables) de nuestras Islas, como son mi tío Manolo o Martín Chirino, que formaban parte de la identidad del edificio gracias a la visión de Manuel de la Peña de convertir los equipamientos turísticos en un escaparate también del arte.
Permítanme que recuerde una reunión en octubre del año 2011 cuando acudí en compañía del alcalde y el concejal de Turismo, Marco Aurelio Pérez y Ramón Suárez, junto a la funcionaria Clara León en la que le planteamos al conde de la Vega Grande -acompañado de su hijo- el interés y las dificultades para conmemorar el cincuentenario de Maspalomas Costa Canaria. En aquel momento, Alejandro del Castillo nos planteó su sentir por la próxima demolición del Maspalomas Oasis, ya que en su momento su familia planteó a Manuel de la Peña que les gustaría que en ese lugar se levantara el mejor hotel del Atlántico, de ahí que se contara con dos de los más reputados arquitectos del momento en España, José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Mozelún. De hecho, el edificio forma parte de un catálogo de las 160 mejores obras de arquitectura en España, si bien no sé si este reconocimiento tendría más que ver el entorno donde se ubica (los arquitectos justificarían así una aberración ambiental como la que se produjo). Ante el ruego del conde, el alcalde le respondió que el procedimiento ya estaba finalizado. Eso supone que los plazos para pronunciarse o plantear posibles mejoras o alternativas habían pasado. Evidentemente, el alcalde puede parar el procedimiento, pero en estos momentos en que conseguir dinero e invertir es un milagro, provocaría una incertidumbre absoluta para el resto de iniciativas de reforma y modernización que pretenden cambiar el rumbo de Maspalomas Costa Canaria hacia la obsolescencia (si es que se puede cambiar...).
Otro debate interesante sería el de comparar este caso con otros modelos, como Las Vegas, donde es todo un show (con espectáculo y fiesta) el derribo de un edificio caduco o simplemente amortizado, para levantar uno nuevo. Si se hubiera actuado así en Maspalomas (y no tirar por tirar, como el caso de La Rotonda...) muchas zonas obsoletas tendrían otro aspecto y, probablemente, no se habría ocupado otras zonas del litoral en esa huida hacia delante que debería haberse evitado.
No quiero extenderme más, pero quiero destacar que admiro y aprecio personalmente a varias de las personas que han manifestado su opinión al respecto aunque disienta con ellos sobre la oportunidad y el deseo de mantener el edificio, si bien hay una importante laguna en mi opinión y es que todavía no conozco el proyecto del nuevo edificio que, para un enclave como el de Maspalomas, debería ser un icono como lo fue en su momento (para muchos, pero no para mí) el edificio que ahora debe demolerse. Esa es mi preocupación. Una preocupación enorme.
(Me he decidido a participar en esta polémica porque además de tener mi propia opinión, actualmente soy el Comisario del 50 aniversario de Maspalomas Costa Canaria)