Portada de 'Argonautas' |
Estoy a la vez sorprendido y todo lo
contrario. Era previsible y estaba convencido de que si hubiera un
libro sobre la historia del viaje tenía que haber sido escrito por
un isleño, un lanzaroteño de Máguez para más señas, un pedagogo vocacional y entregado: Federico Doreste Betancor
(1886–1948). Vivió en la isla de Lobos, donde su padre fue
farero, hasta los 17 años. Estudió en el Colegio San Agustín de
Las Palmas de Gran Canaria durante tres años donde también
imparitiría clases, al igual que en la Escuela Normal y en la
Escuela Superior de Industria de dicha ciudad donde ejerció como
maestro elemental y superior, además de tener los estudios de perito electricista y perito
mecánico. Amplió estudios en la Escuela Superior del Magisterio y
en el Museo de Ciencias de Madrid, así como fue pensionado para
ampliar Estudios e Investigación Científica. Era parte de la generación de profesores implicados con una nueva forma de
enseñanza, pero también personalmente comprometido con la sociedad,
al impartir clases durante dos años en la escuela de beneficencia de
Santa Cruz de Tenerife.
En 1916 ingresa en la Escuela Superior
del Magisterio de Madrid, en donde realizó la
especialidad de ciencias que finalizó en el curso 1918-1919 con el
número cinco de su promoción. Su figura está asociada a las nuevas
corrientes pedagógicas de la época y con varias becas de Ampliación de Estudios viajó por diversos
países de Europa para conocer sus sistemas educativos y con la
finalidad de aplicarlos en España.
Se traslada a Barcelona, donde ejerce
la docencia durante varios años hasta que se implanta la II
República y discrepa con el nacionalismo catalán al pretender imponer en la
enseñanza pública sus objetivos, sobre lo que escribió: "Hacia
mediados de 1932 los elementos catalanistas que dominaban en el
Patronato Escolar de Barcelona me hicieron varias veces objeto de sus
iras por haber sido uno de los que se opusieron a que la enseñanza
primaria pasase a la Generalidad y negarme siempre a que la enseñanza
en el Grupo escolar Ramón Llulll se diese fundamentalmente en
catalán y se relegase el castellano a ser una simple asignatura, en
vez del principal vehículo de la enseñanza".
Finalmente,
estos conflictos le hacen
alejarse de Cataluña y gana la plaza del nuevo colegio Pablo
Iglesias en el barrio de Fuencarral de Madrid, pero ahí se encuentra
con el problema de la politización del centro, lo que choca con su
defensa de una enseñanza neutral, objetiva. Además, a pesar de la
prohibición de impartir la enseñanza religiosa, facilitó que aquellos
alumnos que lo demandarán pudieran disponer de estas enseñanzas.
Asimismo, se posiciona entre los republicanos descontentos con el
proceso de radicalización de los dos bandos
antagónicos que iban en contra de un régimen de libertad y diálogo
entre las fuerzas democráticas.
En la Guerra Civil fue depurado por el bando sublevado en un
doble proceso, por su actividad docente en Barcelona y en Madrid,
asuntos que perdió y motivaron su encarcelamiento. No se cita en las escasas informaciones biográficas el tiempo de presidio
y si fue objeto de torturas, en particular en el estudio de Olegario Negrín ("El maestro lanzaroteño Doreste Betancort, la Escuela Nueva y la Junta para la Ampliación de Estudios". En 'Historia de la educación
española', UNED, 2011) quien señala que "no consigue superar
estas penalidades y humillaciones y muere en 1948, a los 62 años de
edad". Su fallecimiento posiblemente se debió a los
sufrimientos derivados de esos acontecimientos.
Escribió varios libros, entre los que
destacan 'Metodología de la lectura y la escritura' y 'El niño y el
Mundo' (ambos publicados en 1933), y 'Argonautas. Historia de la
Navegación' (1935), la obra donde cuenta la aventura y la
misión del viaje en la evolución de la humanidad. Un libro que nos permite conocer
la transformación del ser humano desde que
encontró en la navegación la oportunidad de ir más allá del
territorio al que accedía a pie o sobre un caballo. Todo comenzaría con una rama o un tronco flotante sobre el
que pudieron ser arrastrados por un río o la corriente del mar, una
pieza que fue transformada en canoa, en balsa, en piragua o kajak y luego en
barco a remo, hasta que se descubrió la vela, un elemento que aportó más
autonomía para desplazamientos más largos por ello se llegó a considerar un origen
sobrenatural o divino, creado por la diosa Isis.
Hoy en día viajar es un acto
cotidiano, muy extendido y su cifra crece. No hace mucho apenas se
conocía 'el extranjero' del que se tenía ideas fantasiosas propias de la
ignorancia, cada pueblo era el más importante del universo que, a su
vez, era un universo cerrado y limitado por tierra y por mar.
La navegación permitió explorar el
mundo, el desarrollo de la geografía y los trabajos para
documentarla por Estrabón, Pomponio Melo y Plinio. Poco a poco las
supersticiones y leyendas sobre el mar tenebroso, el mar de las
tinieblas o la zona abrasada, dieron paso a una realidad de un mundo
con cada vez menos fantasía, como la existencia de islas donde
sucedían acontecimientos extraordinarios, como San
Brandan o San Borondón, la del Purgatorio de San Patricio o la de
las Siete Ciudades. Divina y sorprendente literatura recuerda Doreste en torno a estos
lugares imaginarios a los que se podía llegar si se sobrevivía a
animales fantásticos como el basilisco, la manticora, el
himantopoden, el unicornio, monoculí, cinocéfalos, hippodopos...
Entre las diversas creencias, los
pueblos han situado siempre hacia el Oeste lugares o territorios de
maravilla en los que reina la eterna felicidad. Entre estos
tendríamos los Campos Elíseos y las islas Afortunadas, el Far West,
los esquimales que buscaban el eterno verano...
Luego vendrían los grandes
acontecimientos como Las Cruzadas y los viajes de Marco Polo, uno de
los cuatro grandes héroes de la geografía: Alejandro Magno, Marco
Polo, Colón y Magallanes. Y es Colón el objeto de un
amplio recorrido sobre su historia y sus repercusiones. La gran
aventura hacia lo desconocido, la gran empresa que “no se aprovechó
de razón, ni matemática, ni mapa mundos” (carta de Colón a los
Reyes Católicos); el descubrimiento de territorios y pueblos
indígenas.
Con el tiempo, los puertos se fueron
desarrollando, los astilleros, e incluso los faros, con un trafico
que hasta mediados del siglo XIX era mayoritariamente a vela, para el
cabotaje y el tráfico de ultramar “Pailebotes que venían de
Canarias cargados con los productos de aquellas islas, cochinilla,
orchilla, sangre de drago, etc., y retornaban a ellas abarrotados de
tejidos, maquinaria y productos de todas clases”. Toda una épica
que queda recogida en el fragmento de los recuerdos de un viejo lobo
de mar en la obra de Pío Baroja 'Las inquietudes de
Shanti Andía', donde se anuncia cómo “el mar se industrializa por
momentos”, ya no dependían del viento favorable, sino del hierro y
el combustible. “El carbón, ese dios modesto, pero útil ha
reemplazado las alas del poético Ángel de la guarda que llevábamos
en nuestras velas”... “El mapa espiritual del universo de aquella
época era como un plano de diferentes colores, en donde se
apreciaban, no sólo las entonaciones fuertes sino los más ligeros
matices. Hoy, estos matices se pierden; el mundo lleva el camino de
confundir y borrar sus colores”... “La musa del progeso es la
rapidez: lo que no es rápido está condenado a morir”.
También
recoge las palabras de José
María de Pereda (de la novela 'Solilesa'): “Entonces pudieron
gozarse a la simple vista todos los detalles de la corbeta... ¡La
muy presumida! ¡Cómo había cuidado, antes de abocar al puerto, de
sacudirse el polvo del camino y arreglarse todos sus perifollos! Sus
bronces parecían oro bruñido; traía las vergas limpias de
palletería, y sin sus forros de lona, burdas y cantos de cofa;
oscilaba en la bataloya el catavientos de puma, que sólo se luce en
el puerto, y flameaban en los galopes de la arboladura la grímpola
azul con el nombre del arco en letras blancas”... Una literatura
extraordinaria y ya desaparecida. La historia de la navegación tendría un hermoso y vertiginoso segundo tomo de manos de un gran autor y
pedagogo
como Federico Doreste, víctima de la época y la barbarie. Un texto
que hablaría de cómo en menos de un siglo la navegación aérea y
espacial han avanzado en tecnología y electrónica. Ya no hay dioses ni
ángeles en las velas. Pero se mantiene el espíritu del argonauta aunque
sea 'low cost'.
Portada de 'El niño y el Mundo'. |
Portada de 'Metodología de la lectura'. |
Muy interesante este artículo sobre un pariente mío del que, lo único que sabía, era su profesión de farero. Su lectura resulta muy amena y despierta mayor interés a medida que avanzas en ella. Me gustó saber que hubo otro Doreste amante del bien más preciado, que es el libro.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Néstor... Para que después digan que la Memoria Histórica es una tontería de las batallas del abuelo...
EliminarEste señor era mi tío-abuelo. Siempre fue un misterio y sabía de él porque todos decían que fue un genio.
ResponderEliminar¿ Donde puedo encontrar sus libros ?.
Un gran regalo de Navidad.
Gracias.