sábado, 26 de noviembre de 2011

La ciudad de espaldas al mar

Ha vuelto a la tribuna política el debate sobre el futuro de la Avenida Marítima de Las Palmas de Gran Canaria, aquella obra que divorció la ciudad y el mar, que desvió la tensión circulatoria de toda la Isla hacia la Avenida de Mesa y López donde, estratégicamente, se levantó el gran centro comercial de El Corte Inglés (y aquel de Galerías Preciados que luego sería adquirido por el citado grupo comercial). Un tráfico que con el tiempo colapsó la zona.






Ahora se habla del soterramiento de la actual avenida para superar los problemas de tráfico y recuperar el contacto de la ciudad con el mar, un mar al que la ciudad debe su éxito y su desarrollo: turismo, transportes marítimos, estación de tránsito o base, gran nodo para contenedores, pesca, granos, combustibles, reparaciones... Todo ello con la siempre cambiante estampa marinera que adorna la capital insular.

Las Palmas de Gran Canaria es una ciudad que siempre ha mirado hacia el mar. Sus riscos se exhiben a nuestros ojos en casitas coloreadas con ventanas, puertas y pequeños recovecos que buscan la mirada hacia la costa, por donde llegaban los marineros que habitaban esas viviendas. Anteriormente, los castillos, torreones y construcciones de defensa escrutaban el horizonte en busca de pabellones enemigos que hacían pirateo o tenían licencia de corso, para saquear la isla como se hizo o se intentó en numerosas ocasiones.

Sin embargo, en los años sesenta y setenta se realizaron varias de las operaciones urbanísticas más negativas de la historia de la ciudad, cuyos efectos se constatarían a continuación con la pérdida de atractivo turístico y el consiguiente desplazamiento hacia el sur de la actividad económica más importante.

Por contra, esta ciudad tiene un clima excelente, está rodeada de mar, es una de las bahías más confortables y mejor equipadas del Atlántico, pero ha desoído a quienes se empeñaron en convertirla en la ciudad de mar que debió ser. Juan Bautista Carló Guersi, un visionario que en 1910 contrató al urbanista Constant Martin, para crear en la zona alta (hoy Schamann) un centro turístico, con un casino y hoteles al estilo de Montecarlo o Mónaco… por sus vistas inmejorables al puerto. Néstor la pintó a la manera de Santorini o Saint Tropez, como modelo de ciudad atractiva para el turismo. En los años sesenta se crearon los miradores de El Lasso y Altavista... Pero también el desarrollismo levantó un muro de edificios y una barrera de tráfico que se llamó eufemísticamente Avenida Marítima.

El puerto ha seguido creciendo, pero dejó de lado la actividad de cruceros hasta hace unos pocos años, constatándose que con poco que se haga se puede atraer a millones de viajeros que vuelvan a llenar los museos, las terrazas, el Pueblo Canario y los comercios. Con el tiempo, se ha tenido que construir la circunvalación por donde debió hacerse hace décadas, tras mucho sufrir los ciudadanos de toda la isla y, en particular, los de la capital grancanaria, un acoso de tráfico insoportable.

La apuesta por recuperar el contacto con el mar no debe caer en saco roto. Pero también ha de producirse la respuesta a la necesaria comunicación del puerto con la isla, ahora mismo aprisionado por un embudo de tráfico insoportable.

Las Palmas de Gran Canaria ha de ser la Ciudad del Atlántico, cantada por Tomás Morales y reconocida a lo largo de su historia. Somos sus vecinos y sus políticos los que han de corregir errores del pasado y actuar con visión de futuro.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Turismo s XXI ¿Laboratorio de ideas o estudio de mercado?

Acto del show sobre The Beatles en Las Vegas
En los últimos años (ojo, no digo meses...) he mantenido reuniones con todo tipo de profesionales para plantearles ideas que pueden dar una personalidad diferenciciada (posicionamiento, como dicen los expertos mba’s) para Gran Canaria. La mayoría de los consultados me han dado opiniones muy elogiosas -y espero que sinceras- sobre los proyectos. Sobre todo, porque son conocedores de cuáles son las carencias de nuestro destino, el cual soporta su éxito y declive de marca en el trinomio ‘sol, playa y clima’.

A diferencia de otros destinos icónicos, carecemos de monumentos (no naturales) de renombre global y otros productos que sean marca identificable por todo tipo de ciudadanos que tengan vocación o algún estímulo para recorrer el mundo y poder acudir a un lugar con unas expectativas tan dispares que pueden ir desde lo religioso hasta lo ludópata, o desde lo infantil a la cumbre de la ciencia astrofísica.

Las posibles motivaciones del viajero podríamos dividirlas en diversas variables: geográficas (naturaleza), históricas (culturales, religiosas, etc.), o puramente humanas (comercio, juego, negocio, diversión...), pero en todas hay un tema que marca la diferencia: el éxito o el fracaso.

Esa línea sutil y caprichosa entre los numerosos fracasos y los sonoros éxitos de los destinos turísticos no se limita a un correcto o excelente trabajo de análisis de mercado o plan de negocio, ya que el contenido del mismo se fundamenta en las variables del mercado (fundamentalmente el precio y el beneficio que sacan los intermediarios) y no de la originalidad o personalidad del producto. Si el producto es bueno, podrá competir, pero si es único su posicionamiento también lo será y podrá alcanzar un éxito imprevisible. ¿Qué consultoría puede dar con las variables de algo que es único y original? Ninguna.

De los profesionales consultados, algunos insisten en que lo importante es el plan de negocio y el estudio de mercado. Si fuera así, probablemente muchos de los casos de éxito no se habrían realizado nunca. También puede ser éste el motivo que ha impedido que en el mundo no haya más destinos turísticos donde naturaleza y/o creación humana nos ofrezca lugares que atraigan a millares de turistas dispuestos a recorrer miles de kilómetros y gastar miles de euros por visitar esos iconos de la interacción del hombre con su entorno a través de su inventiva y creatividad. Lugares donde las visiones de algunos individuos han recreado el espacio para el disfrute del ocio y que se han extendido por la humanidad convertidos en marcas, en objetos deseados de consumo.

Podríamos considerar que esos lugares son parques temáticos, como lo es un cuadro, si bien de éste nos atrevemos a decir que es su story board. Una ensoñación para que el espectador pueda viajar con la imaginación en un recorrido pautado por los límites del marco. Pero hay quienes han trasladado al espacio abierto esas visiones y las han convertido en parques temáticos. La mayoría son lugares para el contacto con la naturaleza o la diversión activa. Otros han evolucionado el concepto ofreciendo una interpretación más humana del entorno, de la propia experiencia humana, como son los casos de dos canarios que han mostrado al mundo una forma peculiar de recrear el espacio para el turismo: Néstor Martín Fernández de la Torre y César Manrique.

No me canso de repetir que en Canarias no hemos gestionado bien su herencia. Aquí tenemos dos fundaciones que se limitan a mantener una actividad expositiva y estrangulada económicamente en el caso del Museo Néstor, mientras la Fundación César Manrique peca de endogamia y un bloqueo institucional y territorial, con un nulo impulso al espíritu creativo y de respuesta a las contradicciones entre desarrollo y usos del territorio. Esta Fundación, mantenida con la importante herencia de su impulsor, no ha respondido a la necesaria promoción de valores y creadores que puedan innovar y continuar convirtiendo Canarias en ese destino/s único/s que no sólo atraiga turistas, sino que además provoque tal demanda que haga subir la cotización del destino por encima de las posiciones de los intermediarios y turoperadores.

También podríamos debatir acerca del espíritu y legislación sobre mecenazgo y fundaciones en España, pero creo que no es necesario reiterar que –a diferencia de otros países como EEUU- nuestro caso es un ejemplo de política de desconfianza, cortedad de miras y falta de estímulo a la sociedad civil. Por ello, las fundaciones y otras entidades no podrán ser la verdadera correa de transmisión del capital a la creatividad, ni entre el espíritu de creadores como Néstor o César y una sociedad creativa que ha mamado desde la cuna y en los genes de sus antepasados el reconocimiento de este territorio como singular y atractivo para los ciudadanos de otros lugares del planeta.

Lo cierto, a lo que voy, es que cada vez estoy más convencido que vivimos en un mundo en el que hay mucho consultor, ejecutivo o administrativo que ocupa, adultera o anula espacios de creatividad. Y ese es uno de los elementos que determinan el fracaso de cualquier iniciativa.

Y acabo con la pregunta inicial: ¿qué es primero. El creador o el consultor?