miércoles, 27 de noviembre de 2013

I Foro Internacional de Turismo Maspalomas Costa Canaria

Imagen del Foro
Los días 12 y 13 de diciembre tendrá lugar en el Pabellón de Congresos Expomeloneras la celebración del I Foro de Turismo Maspalomas Costa Canaria. Se trata de una iniciativa que pretende situar este destino turístico como escaparate y laboratorio del sector para académicos, investigadores, expertos y empresas de todo el mundo. Para ello, se desarrollarán en esta primera edición un congreso científico con unas 70 comunicaciones y, paralelamente, cuatro mesas de trabajo para profesionales y el segundo encuentro de la Asociación Europea de Periodistas sobre turismo y comunicación. Destaca la mesa sobre Turismo en territorios insulares, con presencia de representantes de Malta, Madeira, Cabo Verde, Bahamas, Baleares y Canarias.

El Foro cuenta con el respaldo de las universidades de Las Palmas de Gran Canaria, Agadir, la Organización Mundial del Turismo y otros organismos y empresas. Esta convocatoria incluye un congreso científico bajo el título Competitividad, Innovación y Emprendimiento de destinos turísticos, así como cuatro mesas de trabajo con los siguientes temas:
  • El Turismo en los territorios insulares y los retos a los que se enfrentan, con la participación de responsables políticos, empresariales y académicos de Bahamas, Malta, Cabo Verde, Madeira, Baleares y Gran Canaria;
  • La Conectividad aérea, sus perspectivas y tendencias, con responsables de AENA, y de las aerolíneas, Binter Canarias, Vueling,  Ryanair y SummerWind;
  • La Intermediación turística: especial países nórdicos, con la presencia de touroperadores como Thomas Cook, TUI Nordic, la compañía Aérea Norwegian, el Patronato de Turismo de Gran Canaria y Canarias Medical
  • Y una cuarta mesa sobre Modernización de la oferta hotelera: renovar innovando con directivos de Lopesan Hotel Group, estudios de arquitectura y Vodafone, entre otros, que abordarán y explicarán el papel que deben jugar los hoteleros en estos procesos, desde todos los aspectos.
El rector de la ULPGC, José Regidor me comentaba que este foro debe consolidarse para que las islas (que son en su mayor parte destinos turísticos de primer orden) muestren al mundo la necesidad de la sostenibilidad porque son los territorios más sensibles a los problemas que ocasiona el cambio climático en el planeta.

El esfuerzo está realizado y el nivel garantizado. Maspalomas mantiene el nivel y protagonismo internacional alcanzado en su cincuenta aniversario y la celebración del Día Mundial del Turismo, como resaltó el alcalde de San Bartolomé, Marco Aurelio Pérez.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El papiloma de Tindaya

Tindaya, la montaña sagrada
Nunca me gustó el proyecto de Tindaya, aunque fuera una alternativa a la concesión minera que las instituciones dan a unos señores que quieren convertir en fortunas (para ellos, ya que la parte que se queda la ciudadanía es ridícula) el interior de la tierra. Algo similar a lo que ocurre con el petróleo, el gas y otros recursos que este planeta tiene y que consumimos de forma desaforada como si fueran ilimitados. Eduardo Chillida soñó con crear un santuario telúrico, planos superpuestos y lisos en el interior uterino de una montaña sagrada a la que quería y respetaba. Pero a diferencia de los vascos, los canarios trabajamos y nos enorgullecemos de cómo transformamos la dermis, la piel de nuestro paisaje, tanto de la mano de César como de Néstor, incluidos nuestros escultores, que han recreado la lava o el hierro para trasladar a las ladys británicas a nuestros paseos.

Pero, en el caso de esta montaña majorera, se dan otras circunstancias que van más allá de una intervención artística. Y es que el boom de la construcción nos ha dejado muchas imágenes de laderas, picos y cráteres mutilados, espantosas cicatrices en las montañas y volcanes de las Islas. Pero Tindaya es otra cosa. Estamos ante una 'montaña sagrada' donde los antiguos habitantes de Fuerteventura dejaron su huella en estaciones de petroglifos podomorfos (con forma de pie) y otros. Por este motivo se declaró Bien de Interés Cultural, por su valor histórico y arqueológico ya que Tindaya constituía un lugar sagrado para la población aborigen de Fuerteventura, los majos, que esculpieron sobre ella más de 300 grabados. Igualmente, fue declarada Monumento Natural por la Ley de Espacios Naturales de Canarias en 1987.

Desde 1993 esta montaña padece una alucinante y disparatada historia en la que muchos de sus protagonistas ya han fallecido (el esculturo Chillida y el ingeniero Ordóñez), mientras unos incompetentes (o presuntos corruptos) han realizado un procedimiento plagado de errores por culpa de los cuales se han perdido millones de euros y, todavía, no sabemos si se puede hacer el proyecto de vaciado planteado por el artista vasco. y, a pesar de todo, siguen algunos empeñados en continuar con el culebrón porque dicen que así el destino turístico de Fuerteventura podrá ofrecer un producto singular y único en el mundo.

Lo cierto es que en esto del turismo es fácil inventarse productos extraordinarios cuando se juega con el dinero ajeno, sobre todo si pagan los de siempre: el contribuyente.

Pero puestos a imaginar y a proyectar sobre nuestro territorio y nuestro dinero, siempre he pensado que habría sido más consecuente plantear un concurso de ideas para cada una de las islas, con una participación pública importante pero, sobre todo, con implicación del sector privado. Una participación que contribuiría a buscar la sostenibilidad y rentabilidad económica de los proyectos. De esa forma, además, podrían participar creadores isleños que -como en esta caso de Tindaya- han sido ninguneados y a los que se suele tratar de forma poco respetuosa en su propio territorio. Y probablemente no estaríamos hablando de papilomas en las montañas o topos que excavan los volcanes para dejar agujeros económicos sin fondo...

domingo, 17 de noviembre de 2013

Despropósito colombino en Maspalomas

Monumento a la aguada de Colón en Maspalomas.
Francamente, me preocupa cómo pasa casi sin eco alguno por nuestra sociedad (la de esta isla, donde nos bastamos para ponernos traspiés) asuntos de tanto calado como lo que se está viviendo en torno al palmeral de Maspalomas. Sobre todo, cuando es más que probable que dos de los grupos hoteleros más importantes de la isla (Riu, con 14 establecimientos, y Seaside Hotels, con tres) se vean afectados a la hora de modernizar sus hoteles en el lugar de mayor repercusión del principal destino turístico. Y, a eso, habrá que añadir la indemnización que tendremos que pagar (el Cabildo, que somos todos) por la decisión de impedir la construcción del nuevo Hotel Oasis.

Aunque algo he dicho y publicado al respecto, me han de perdonar por no abordar directamente el tema hasta ahora, pero es que no he querido manifestarme sobre la historia de Colón y Maspalomas hasta no leerme todos los informes que el Cabildo Insular ha encargado al respecto a técnicos de la Corporación y a profesores de las dos universidades canarias. Una lectura que ha sido un interesante y apasionante viaje a la historia de nuestra isla y a los valores naturales, culturales, etnográficos e históricos de Maspalomas.

Pero, también he podido constatar que la decisión del Cabildo es errónea e infundada, al no hallar en toda la documentación y juicios emitidos pruebas irrefutables que sustenten la delimitación de la parcela del palmeral como Sitio Histórico motivado por el supuesto paso por el palmeral de Colón (o los tripulantes de las cuatro naves que conformaron la cuarta expedición colombina).

Asimismo, hay un aspecto muy notable en toda la información elaborada al respecto: no encontramos referencia alguna al turismo en los documentos de los expertos consultados. Sorprende esa ausencia, premeditada, cuando la realidad es que se trata del principal sector económico y de desarrollo social del planeta, con el 9% del PIB mundial, que ocupa a uno de cada once empleados en el mundo y representa el 6% del comercio internacional. Estas cifras serían apabullantes en Gran Canaria, al igual que cabría recordar que en el Palmeral se construyeron y se mantienen los primeros hoteles de cinco estrellas del principal destino turístico europeo de invierno: Maspalomas. Unos establecimientos que cuentan con premios muy prestigiosos, confirmados por el hecho de que aquí se encuentra el único hotel de Gran Canaria asociado a The Leading Hotels of the World.

En Gran Canaria tenemos que pensar y valorar el patrimonio histórico y natural, pero también el turismo como actividad, patrimonio y seña de identidad. Al tratarse de un sector más bien reciente (fundamentalmente en el último medio siglo) queda relegado o totalmente marginado a la hora de tomar una decisión que afecta directamente a este sector y, por ende, al territorio en el que se ubica. Está claro que hay que defender el patrimonio histórico y natural (siempre que sea real y justificado), pero en pleno siglo XXI ha de ser igualmente ponderado el impacto turístico de las decisiones que se adopten.

Pero, volvamos a la historia de Colón y Maspalomas. En la documentación del Cabildo, todas las opiniones o informes emitidos giran en torno a la frase de Hernando de Colón (luego reiterada con ligeras variaciones por Juan de la Cosa):

“El mismo día [13 de mayo de 1502] nos hicimos a la vela y llegamos a la Gran Canaria el 20 de mayo, surgiendo en las Isletas. El 24 pasamos a Maspalomas, que está en la misma isla, para tomar el agua y la leña que eran necesarias para el viaje. De aquí partimos la noche siguiente hacia la India con próspero viaje, como plugo a Dios, de modo que sin tocar las velas, llegamos a la isla de Matinino, a 15 de junio por la mañana, con bastante alteración del mar y del viento…” (‘Diario del Almirante’, de Hernando Colón, hijo del Almirante de la Mar Océana).

No voy a negar que Colón pasara con sus naves por Maspalomas, pero la documentación histórica y geográfica (planos y mapas) señalan que Maspalomas era una franja que abarcaba desde lo que hoy conocemos como Castillo del Romeral hasta Arguineguín. Y es que los informes aluden a Maspalomas como punto conocido por marinos y navegantes para la aguada en las travesías marítimas antes de la conquista de Gran Canaria y del paso de Colón por las Islas hacia Las Indias. Pero ¿es la Maspalomas que conocemos actualmente o se referían a otros posibles lugares?. Entre los mapas citados, tenemos:

  • Angelino Dulcert (1339). No hay referencias a Maspalomas.
  • Abraham Cresques (1375): Se afirma que en la imagen se puede reconocer la forma de la charca de Maspalomas, aunque no se cita.
  • Grazioso Benincasa (1467). No hay referencias a Maspalomas.
  • Valetim Fernandes (1506), copia del de Azurara (1453). Hay un detalle o trazo en el dibujo que alguno de los técnicos afirma que identifica claramente el oasis con su charca. Una interpretación arriesgada y nada consistente, ya que al realizarse la copia tras el viaje colombino no se explica por qué no aparece citado el lugar y sí Las Isletas, Gran Aldea (Telde) y Gando. 
  • Leonardo Torriani (1590). Detalla y cita por primera vez Maspalomas, si bien no refleja una laguna, sino un cauce de barranco con desembocadura directa al mar. 
  • Webb y Berthelot (1838) recoge como Maspalomas toda la zona sur de la isla y cita como Lagunas de Maspalomas dos grandes charcas de similar tamaño en la desembocadura del barranco. 
  • Francisco de Coelho y Portugal (1847). El topónimo Maspalomas lo expande por todo el arco sur litoral de la isla de Gran Canaria.

Según las crónicas más antiguas -y escasas- Maspalomas era una zona de ricos pastos donde se localizaba bastante ganado y, por ende, atraía a los conquistadores para realizar sus capturas. Antonio Cedeño relata: “vno de los conquistadores que vinieron con el general Juan Rexon” afirma en su ‘Crónica’ (entre 1542 y 1545) “se pasaba a uer los ganados monteçes que hayía muchos en términos de Maspaloma”; por su parte, Marín de Cubas en 1687 explica que “Del Real de Las Palmas corrían la costa hasta Maspalomas y Tirajana, y cerca de Agüimes en el barranco de Guaiadeque hallo Pedro de Vera un canario con ganado que no huio y preguntado que era xristiano, y se llamaba Juan Maior, natural de Lanzarote…” De estos textos se deduce que los conquistadores (y posteriormente los canarios) realizaban cabalgadas o correrías para apoderarse de ganado y alimentos en el sur de la isla hasta mediados del siglo XVI como mínimo, así como consideraban Maspalomas como el territorio el que estaba comprendido entre las salinas del Romeral y Arguineguín.

Cabe destacar que con el paso de los años (y siglos), la mayor actividad económica de la zona giraba en torno a las salinas del Romeral, para abastecer a los pescadores que acudían a realizar sus capturas en el banco canario-sahariano. La importancia de la sal para la actividad pesquera fue el inicio de la actividad económica del sur y también atrajo el interés de los piratas. Antonio Lorenzo de Bethencourt (1623-1696) obtuvo permiso real en 1667 para levantar a su costa la Casa-Fuerte de Santa Cruz del Romeral. En el plano de dicho castillo, Antonio Riviere (1742) lo cita textualmente como "Casafuerte de Santa Cruz del Romeral en la costa de Maspaloma...". Con esta fortaleza pretendía proteger militarmente la industria salinera, establecida en un lugar muy aislado, ya que desde la incorporación de la isla a la Corona de Castilla, y hasta el siglo XIX, la única vía en las comarcas meridionales partía de Las Palmas de Gran Canaria y terminaba en la villa de Agüimes, desde donde el comercio y transporte de la sal se realizaba en embarcación a otros puntos como Arguineguín, Mogán o La Aldea de San Nicolás.

Es, precisamente, con la llegada del turismo cuando se consolida una actividad permanente y poblaciones estables (superados los periodos de zafras tomateras que durante décadas ocuparon el sur de la isla) en lo que se conoció como Maspalomas Costa Canaria y que introdujo bajo esa ‘marca’ en un concurso internacional de ideas toda la costa de San Bartolomé de Tirajana.

Sin ánimo de ser demasiado extenso, planteo las siguientes reflexiones en torno a este procedimiento llevado a cabo por el Cabildo Insular que restringe la actividad turística en la zona del Palmeral con muy graves consecuencias:
  • No existe una demanda histórica ni ‘necesidad’ de largo tiempo social o académica.
  • Se elaboran informes ad hoc a instancias de una institución tras producirse la tramitación de modernización de un edificio y no antes.
  • Lejos de abordar la ampliación del Espacio Protegido de las Dunas (lo que supondría de facto el pago de indemnizaciones a todos los afectados), se ‘sacan de la chistera’ por motivos políticos y económicos un procedimiento que busca el pretexto que pueda paralizar la actividad de la empresa que quiere modernizar sus instalaciones.
  • No se plantea un cambio de uso del paisaje, sino unas trabas a las empresas que cuentan con establecimientos en un determinado espacio.
  • El topónimo ha sido utilizado, con mayor o menor frecuencia, por escrito u oralmente, para referirse:
    • A un ámbito impreciso, terrestre y marítimo, que abarca la franja llana costera que va desde el actual Castillo del Romeral hasta el actual puerto de Arguineguín
    • La punta o promontorio que separa las hoy conocidas como playas de Maspalomas y de El Inglés
    • El pago de Maspalomas, dependiente administrativamente del actual término municipal de San Bartolomé de Tirajana, con capital en el núcleo interior de Tunte
    • Al asentamiento poblacional de San Fernando de Maspalomas, único núcleo previo a la Maspalomas turística.
    • Al Oasis y charca de Maspalomas
    • A las dunas de Maspalomas
    • Al Faro de Maspalomas
    • A la Estación Espacial de Maspalomas (Programa Mercury)
    • Al espacio protegido denominado Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas
    • A un gran proyecto urbanístico: Maspalomas, Costa Canaria (entre Bahía Feliz y Santa Águeda)
  • Pero no se ha aplicado nunca: ni por escrito ni en tradición oral:
    • Al barranco en el que se ubica el complejo natural, pues se le denomina Barranco de Fataga
    • A una bahía o ensenada
    • A un abrigo natural o fondeadero
    • A un puerto, muelle o atraque
  • En el imaginario colectivo grancanario o canario, nunca se ha asociado ni el palmeral ni siquiera la costa de Maspalomas (en sentido estricto o lato) al paso de Cristóbal Colón, y menos a su tránsito concreto por el área que ahora se pretende declarar como BIC de Sitio Histórico.
  • Cristóbal Colón pasó por un lugar denominado Maspalomas. Así debió ser, pero no hay constancia documental de ningún detalle de la realidad física o del momento sobre ese acontecimiento.
  • Maspalomas no es un punto concreto en la cartografía existente antes y hasta bastante después de Colón. De hecho, en aquella época se definía como Maspalomas a una franja de litoral de 17 kilómetros de longitud y no sólo al palmeral y la charca, tal como queda reflejado en la cartografía desde los primeros mapas hasta los realizados por Torriani (1590), Berthelot, Webb (1838) o en la documentación de la Casa Fuerte del Castillo del Romeral por Riviere (1742).
  • No se puede afirmar que Colón o los tripulantes de sus barcos accedieran al palmeral que se pretende proteger. Al existir otros lugares de aguada y bosques arbustivos en la zona entre Arguineguín y Castillo del Romeral, como queda de manifiesto en las crónicas.
  • No hay constancia de que Cristóbal Colón en persona desembarcara en Maspalomas.
  • Cristóbal Colón estuvo en tres de sus viajes en Gran Canaria, siendo el primero de ellos el que le ha convertido en uno de los más importantes personajes de la historia de la humanidad, al ser el del Descubrimiento, pero no hay ningún lugar declarado Sitio Histórico por ese motivo, en especial la Bahía de Gando.
  • En el cuarto viaje se señala expresamente la presencia durante cuatro días de las naves colombinas en Las Isletas, sin que se promueva la declaración de Sitio Histórico de dicho lugar.
  • No estamos ante un paraje natural, sino ante un territorio intensamente antropizado y conservado artificialmente desde que hace setenta años se inició la pérdida de los aportes de agua subterránea que conformaron el llamado oasis por la construcción de embalses y canalización del barranco.
  • No existe una demanda social para declarar este Sitio Histórico porque no hay una tradición popular o recuerdos del pasado, ya que no existía población en el lugar desde que se produce el viaje de Colón hasta hace poco más de 75 años en que comienza la exportación tomatera y posteriormente el turismo.
  • No existen en el lugar creaciones culturales ni naturaleza original, ni obras del hombre, que posean valor histórico, etnológico, paleontológico o antropológico, salvo el BIC del Faro de Maspalomas, la RN de las Dunas y las derivadas de la actividad turística en la zona que se pretende proteger. Una actividad industrial que precisa su constante mejora para poder competir en igualdad de condiciones que las empresas que se encuentran a pocos metros de su ubicación.
  • Ningún otro motivo (viaje espacial, cinematográfico, arqueológico, batalla…) vincula acontecimientos históricos con el palmeral en controversia, pero deberían ser tenidos en cuenta por su trascendencia actualmente infravalorada.
Es lamentable que uno de los iconos más llamativos de nuestro destino turístico sea objeto de una disputa tan grave y no se haya logrado un acuerdo con las partes o, en su caso, apostar por un proyecto de futuro para esa parcela (que debió plantearse hace décadas). En todo caso, el procedimiento de Sitio Histórico es una salida demasiado artificiosa que nos acarreará muchos problemas y, seguro, nos costará millones de euros inútiles.

domingo, 10 de noviembre de 2013

El turismo, chivo expiatorio

Aquí el dominio público es mio y no de todos.
Siempre que se proyectan viejos reportajes o publican fotos antiguas de la isla, especialmente del Sur, son numerosos los comentarios nostálgicos o apesadumbrados respecto a unos encantos naturales, de tranquilidad y desnudez del paisaje, perdidos irremediablemente en la memoria. Unos valores que, quienes pudimos conocer y disfrutar aquellos lugares en esos momentos, somos conscientes cómo han contribuido al cambio de nuestro territorio y –sobre todo- nuestra forma de vida, mucho más estresante ahora que hace tan sólo 50 años.

Por ello, no me sorprenden esas lamentaciones y críticas hacia el turismo y en especial al sur de la isla (ya nadie recuerda el boom turístico de Las Canteras entre los años cincuenta y setenta). Una actitud que se propaga por publicaciones, artículos e incluso los libros de texto que se entregan a los estudiantes de Primaria y ESO, fomentando y generalizando una especie de opinión inquisitorial e irrebatible cual dogma de fe que coloca al turismo como el peor depredador de Canarias. Un monstruo insaciable que arrasa con todo a su paso, especialmente el litoral. Que para eso somos destino de sol y playa por excelencia.

Y, como todo, hay parte de verdad y una gran mentira o tergiversación de lo que ha sido un proceso largo y con numerosas aristas o variables. Es evidente que ha habido corruptelas y pelotazos de los que se han enriquecido ilícitamente unos pocos. Como lo ha habido en otras actividades donde la arbitrariedad y la especulación han impuesto su ley (hospitales, carreteras, auditorios, estadios, trenes...)

Sin embargo, todos coinciden en que el turismo ha sido el impulsor, la locomotora del desarrollo económico y social de Canarias en el último siglo, originando un transformación absoluta de su modelo, gracias a una serie de condiciones endógenas que se vieron favorecidas por el desarrollo de los medios de transportes (fundamentalmente aéreo) más rápidos, seguros y de mayor capacidad.

Pero la ‘leyenda negra’ del turismo está ahí, fomentada desde distintos ámbitos de una sociedad que en su momento luchó por el desarrollo turístico con asambleas, manifestaciones y obras para atraer turistas: recordemos que antes que llegaran masivamente se construyeron con fondos públicos paseos, avenidas, se dio crédito y se redujeron impuestos para establecimientos turísticos, se construyeron el Parador de Tejeda, el Pueblo Canario, la Casa del Turista en Santa Catalina, el mirador de Bandama, la sala de fiestas Altavista… Un enorme esfuerzo con un gran apoyo social que hoy día se ha perdido.

Por ello, sugeriría a todos los que hablan mal del turismo en su conjunto se paren a comprobar hecho por hecho para que puedan darse cuenta de que no es tan fiero el lobo como lo pintan y que, incluso, hay otras intervenciones mucho más dañinas a nuestro territorio que no provocan el rechazo y la intervención administrativa que precisan para ser atajados. Porque es cierto, todo tiene un impacto y un coste, pero ¿es el turismo el enemigo a combatir?

De entrada, en cincuenta años se ha multiplicado la renta de los grancanarios, la población y la llegada de turistas, pasando de unos pocos miles a más de tres millones al año. ¿Y cómo se ha producido ese crecimiento económico? ¿Qué coste ha tenido? Pues gracias a las rentas que producía el turismo y las actividades paralelas necesarias para el desarrollo turístico. Y quizás sea el sector económico que más ha repartido las rentas entre los grancanarios, mientras otros sectores como el puerto nos tienen a los canarios como clientes cautivos en vez de facilitar el acceso a los productos que llegan casi exclusivamente a través de esas instalaciones que se construyeron con dinero de todos y que, supuestamente, son dominio público. El puerto es un ‘santuario’ que alberga las actividades más nocivas y peligrosas que recorren las rutas marítimas del planeta. Y, a todo eso, nadie critica que un empleado del puerto sin cualificación cobre tres o cuatro veces que su homónimo en el turismo. ¿Quién paga la diferencia?: Los ciudadanos. ¿Alquien critica que el aumento de actividad portuaria no se traslade a la creación de empleo…? Pues con el turismo pasa lo contrario. Y así, muchas cuestiones habría que abordar: su ocupación del territorio (que encima es dominio público), su impacto paisajístico, sus riesgos medioambientales…

Otra gran mentira es la acusación de depredadores del territorio. Bueno, en algún sitio han de estar los establecimientos turísticos pero ¿es tanto el espacio que ocupan? Pues en el caso de San Bartolomé de Tirajana no llega al 6% del conjunto del territorio municipal. Y, casualmente, el turismo –como industria- se localiza en municipios donde menos se prodiga la autoconstrucción descontrolada. Basta con dar una vuelta por las carreteras del norte de la isla para comprobar que no queda barranco, loma, degollada, risco o un roque donde no encontremos múltiples ejemplos del caos urbanístico que afea hasta límites insoportables un paisaje que hasta hace pocos años podía observarse sin que doliera la vista.

Casas cajón, garajeras, de bloque visto, grupos de construcciones sin orden ni estética en un alarde de ostentación del mal gusto o del escaso gasto por el aspecto externo (hay que ver lo que hace un mínimo encalado, unas plantas…) o la reiteración de balaustradas de escayola de Leroy Merlín. Y con eso, vemos que esos municipios realizan un gasto inexplicable en planes de embellecimiento turístico o folletos que presentar (justificar el viaje) en Fitur. Y afirman que llegará el turismo para que contemple deprimido el espectáculo del deterioro del paisaje que ofrecen en esas rutas que pretenden desplazar a señores que están en hoteles de lujo, con un sol y una playa de foto, con una atención exquisita…

Es cierto que en las zonas turísticas se ha ocupado el litoral y que las leyes de costas han sido burladas. Pero ¿acaso hay algún pueblo costero de la isla que cumpla la Ley de Costas: Ojos de Garza, San Felipe, la Avenida Marítima…?

Pero volvamos a la reflexión inicial, a esa persecución de la actividad turística desde los libros escolares a cualquier foro o red social y preguntémonos ¿quién daña a la isla? ¿Es la actividad turística? ¿Son los turistas? ¿O somos los propios grancanarios que buscamos en el turismo el chivo expiatorio de nuestras propias frustraciones?

domingo, 3 de noviembre de 2013

"Una luz de Gran Canaria, una playa, una sonrisa..."

Carmen Laforet
Aprovecho un texto de Carmen Laforet (‘Recuerdo de Gran Canaria’, enero de 1961. Periódico Pueblo) para reflexionar sobre el papel de los artistas y el turismo. Las disquisiciones que se plantean acerca de si ofrecer una visión comercial o publicitaria de lo que se conoce y se ama, o aprovechar ése conocimiento para escribir sin límites ni ataduras. Antes de seguir con mis comentarios, les sugiero la lectura de algunos de los párrafos del artículo:

“Hace algún tiempo –unos dos meses, no recuerdo bien-, leí en la Prensa que se había convocado un concurso internacional entre arquitectos para proyectar un hotel en la playa de Maspalomas en la isla de Gran Canaria.
La isla de Gran Canaria está llena de playas. Unas, tranquilas. Otras, donde los vientos levantan un oleaje verde y luminoso. Y en Maspalomas, en el Sur, cuando en cualquier otro sitio de la isla llueve casualmente, se tiene la seguridad de encontrar todo el sol estancado entre las palmeras, las dunas, el charco de agua dulce y el faro. El faro de Maspalomas es el único que yo he visto en mi vida entrando en él. Y lo vi en mi infancia. Cuando hacíamos una excursión a Maspalomas, no sé por qué, siempre teníamos necesidad de renovar nuestra provisión de agua potable, cedida por la hospitalidad de los habitantes del faro. Hay lugares que están pegados a uno mismo como la uña a la carne. Por eso una simple noticia de periódico puede levantar una oleada de sensaciones. La primera, el mar todo brillante, como de metal líquido, verde y plateado. Luego, los suelos del faro, de madera fregada, a donde llegaba la arena y que olían a arena. Y sus ventanas llenas de luz. Y el gusto ligeramente salobre del agua cuando yo la bebía.
Todo esto sucedió hace mucho tiempo. Hay muy poco tiempo, por otra parte, para la marcha del mundo. Gran Canaria, me dicen, está desconocida. Un continuo tráfico de turismo en avión va descargando cada día a una humanidad que busca el sol desde todas partes de Europa. No son ya los turistas de trasatlánticos que van camino de América del Sur o de Sudáfrica. No son tampoco aquellos ingleses, pioneros en todos los buenos climas, que iban llegando y se quedaban en aquella calma. Ni tampoco el noruego, el sueco, el danés, el alemán que se casaban con muchachas canarias y fundaban nuevas familias. Ni la señora nórdica que pasaba un par de años en un hotel. Es un turismo organizado por agencias de viaje. Quince días de sol en invierno. Veinte días de sol. Un mes de sol. Han crecido los hoteles. Una gran población flotante recorre las carreteras, sube a los picos altos, se detiene junto al mar.
Y ¿por qué has escrito –me han dicho a veces- una novela que se llama la isla de los diablos? Yo, que no he escrito esa novela, explico que mi novela no se llama así. Se llama ‘La isla y los demonios’. La isla está allí retratada, con una especie de deformación mágica. Esa deformación blanda y sin problemas que a veces sufren los lugares amados y que no tiene vergüenza de volver a leer cuando se ha escrito ya. Uno tiene vergüenza de que sea un poco propaganda de turismo. Pero –me dicen- cuando uno quiere a un lugar no se habla de demonios. Y yo explico que los demonios no son demonios de la isla, sino esas pasiones de los hombres que existen en todas partes del mundo. “Sin embargo, tú sabes que la gente sólo se fija en el título”.
Yo tenía que haber escrito -puesto que mi recuerdo todo es bueno- un libro que se llamase ‘La isla soleada’ o algo así, algo que no se prestase a confusiones. Puesto que mi libro es un libro de amor a Gran Canaria. Y quiero, además, a todos los que quieren a la isla y se confunden con el título de mi libro y no leen más que el título. Y quiero también a los que no se confunden con el título, pero se ofende de que en el libro haya una muchacha que siempre está, en la isla, mirando al mar y a los barcos y queriendo marcharse de allí. Que siempre está con los ojos en el horizonte, como la estatua de don Benito Pérez Galdós.
Yo creo que todos tienen razón. Que no se debe hablar de lo que se ama. ¿Por qué ese atrevimiento mío? Don Benito Pérez Galdós, uno de los grandes novelistas de todos los tiempos, que nació allí, jamás quiso decir su secreto. Nunca habló de Gran Canaria en sus libros.
Y es que, quizá, uno debe hablar de todos los lugares menos del lugar que quiere y que ve sin defectos. Todo embellecido por el recuerdo íntimo, con un subjetivismo irritante. Para cada uno, el lugar que se ama es distinto que para los demás. “No te perdonan ese libro sobre Gran Canaria”. Yo lo comprendo. Un libro sin problemas isleños. Un libro que sólo habla de las cumbres y las playas, las lavas y los volcanes, el drago milenario y el puerto de La Luz. Y ¿quién soy yo para escribir ese libro, para explicar a todos mi amor de adolescencia por una tierra? Yo no soy nadie y estoy arrepentida. Pero dicen que el hombre siempre tropieza en la misma piedra de la equivocación. Y, de cuando en cuando, si me siento a la máquina, recuerdo una luz de Gran Canaria. Una playa, una sonrisa. Y otra vez lo explico.
Don Benito Pérez Galdós, canario de la Gran Canaria, con su manto de piedra sobre las rodillas, mirando el Atlántico que cruzó un día para no volver, me lo perdonará con su magnífico y amoroso silencio”.

Ilustración 'Ag. Thomson & Cia'
Está claro que el amor a la tierra, en particular a una isla, es un sentimiento general, pero la escritura no es un ejercicio de autocomplacencia. ¡Y menos para la autora de ‘Nada’!. Por el contrario, existe una amplísima lista de títulos y de autores que han explicado y difundido esos valores de la isla. Podríamos comenzar (para no remontarnos muy atrás) a los viajeros como Olivia M. Stone, Charles Edwardes, Charles Piazzi Smith, Gabriel de Belcastel, J.H.T. Ellerbeck o Margaret D’Este… primeros viajes de turistas, tal como recoge la obra de Julio Verne ‘Agencia Thomson y Cia’ (publicación póstuma por capítulos en 1907) en la que se narra el nacimiento del negocio del turoperador –precisamente- con un viaje a Canarias. A ellos habría que sumar otras etapas y formas de describir estas ínsulas, como el caso de Miguel de Unamuno ('Por tierras de Portugal y España', 1911) quien nos enseñó la ‘tempestad petrificada’, o Agatha Christie (aquí escribió 'Mrs. Marple y los trece problemas', en Agaete durante 1927), o el oscarizado A.J. Croning ('Grand Canary', 1933).

Pero también los grancanarios abordaron la temática del paisaje, el turismo y cómo mostrar sobre el papel nuestra realidad. Bien a través de novelas o ensayos y poesías (el propio Galdós, Tomás Morales, Alonso Quesada, los hermanos Millares Cubas, Fray Lesco, Néstor Martín Fernández de la Torre, Pancho Guerra, Claudio de la Torre (cuatro premios nacionales: de Literatura en 1924 y 1950, de Dirección Escénica en 1960 y de Teatro en 1965), Néstor Álamo, Orlando Hernández con su ‘Catalina Park’…

No olvidemos la larga lista de colaboradores que tuvo la revista Isla, donde figurarían Juan del Río Ayala, Juan Bosch, Pedro Lezcano y un larguísimo etcétera. Pero también con guías turísticas de Gran Canaria, donde volvemos a encontrar a Carmen Laforet, a Claudio de la Torre, Manuel González Sosa, Alberto Vázquez Figueroa y J.J. Armas Marcelo, este último con una guía ‘secreta’ que supuestamente pretendía hablar de lo menos conocido de nuestro paisaje y paisanaje.

Lo cierto es que hay mucha literatura sobre la isla (y las islas), pero poco ha importado a quienes tienen que definir nuestro producto turístico y la labor de promoción, recurriendo a los iconos materiales tipo Roque Nublo, dunas y faro de Maspalomas, pero poco más. Una lástima, porque si rasparan un poco en la cuantiosa literatura sobre Gran Canaria, encontrarían matices y perspectivas que podrían dar un vuelco a nuestra imagen. (A ver si alguno cae en la cuenta…)