sábado, 23 de marzo de 2013

Maspalomas, de charca a oasis

“Hemos de tener en cuenta también la formidable playa de Maspalomas… No concibamos las cosas en pequeño, sino en grande, con la vista en el porvenir”

Aspecto del Hotel Maspalomas Oasis
(Néstor Martín Fernández de la Torre 1887/1938)

Hace varias semanas contactaron conmigo los responsables de la cadena RIU en Gran Canaria para plantearme si podría argumentar con datos y fuentes históricas un artículo que publiqué en mi blog y que tenía por objeto el rechazo a la propuesta de declaración de Bien de Interés Cultural sobre el edificio del que fuera Hotel Maspalomas Oasis, obra de los arquitectos Molezun y Corrales. En dicho artículo, argumentaba que si se protegía dicha construcción se pondría en un serio problema la posibilidad de que (en un futuro, ojalá próximo) pudiera recuperarse todo el palmeral y laguna hacia lo más parecido con su estado anterior a la urbanización del lugar.

Fruto de ese encargo, elaboré un amplio dictamen que explica las contradicciones sobre los valores arquitectónicos y naturales en colisión en este espacio. Claro que, con el paso de los días, la postura de quienes pretendían frenar el derribo del Hotel Oasis a través de su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) también variaron, llegando incluso a plantearse contradictorios mensajes sobre la oferta de derribar no sólo el Oasis, sino todas las construcciones del lugar para convertir (recuperar) el palmeral y la charca en la gran laguna natural que podría ser un icono o reclamo internacional como lo es el Teide pero en el ámbito de la playa, con un espacio único en el mundo.

El medio canariasahora.com se hace eco de mi dictamen, cosa que agradezco, pero comete algunas incorrecciones que debo aclarar porque al entresacar algunos de los datos se ofrece una imagen distinta a la de mi razonamiento.

En primer lugar, no soy el periodista que más profundamente ha estudiado el turismo en Gran Canaria, hay muchos antes (desde Francisco González Díaz, Juan del Río Ayala, Carlos Yrisarri, Alfonso O’Shanahan, Ángel Tristán Pimienta, Magaly Miranda o Rubén Naranjo, entre otros), de cuyas fuentes es indispensable recuperar la información necesaria para entender y conocer los pasos que ha dado la industria turística en nuestra isla.

Se me cita como fundador de la Asociación Canaria de Amigos de la Naturaleza (Ascan), decana de las asociaciones ecologistas de España junto a su homónima tinerfeña (Atan), si bien ese mérito corresponde a figuras de la talla de Gunther Kunkel, Servando López o Luis Correa, entre otros, cuando yo apenas era un chiquillaje. En este sentido, puedo señalar que sí he sido miembro de su directiva durante una década, entre finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado.

Me reafirmo en mi convicción de que el verdadero valor de ese espacio es su naturaleza, no las construcciones que surgieron tras la decisiva y poco reconocida iniciativa de la familia condal que sacó de la economía primaria a esta isla para originar el mayor desarrollo económico de su historia. Y eso, a pesar de que el conde de la Vega Grande quiso convertir ese hotel en el “mejor del Atlántico”, si bien creo que fue un error la elección de los arquitectos y del proyecto a pesar de la buena voluntad de Alejandro del Castillo, tal como explico en mi dictamen.

Igualmente, considero que es una grave contradicción no sólo promover la declaración de BIC para el hotel, sino defender a los pocos días la demolición de éste y los demás edificios del entorno del palmeral. Asimismo, la misma empresa que promueve estas actuaciones promueve la demolición del centro Faro II, icono arquitectónico en el sur de Gran Canaria, obra de Salvador Fábregas para hacer otro centro comercial… (aunque yo creo que es obvio que debe hacerse tal transformación).

En el comentario sobre mi Dictamen, hay un error importante del responsable de esa publicación, al achacar al grupo RIU la retirada de casi todas las obras de arte que decoraron el Hotel Oasis Maspalomas original. Estas obras, como la gran arpillera de Manolo Millares o la escultura de Martín Chirino (iniciativa, seguro, de la familia Condal y del arquitecto Manuel de la Peña) fueron retiradas por sus propietarios iniciales antes de que el hotel pasara a manos de un testaferro de Mario Conde, posteriormente a Banesto y de este grupo bancario a RIU. De hecho, me consta que la obra de Dámaso que quedó en el hotel está a buen recaudo y desde hace más de un año se gestiona entre el artista y el grupo hotelero la exposición de dicha obra que decora varios de los complejos turísticos que posee en Gran Canaria.

Respecto al proyecto del nuevo hotel, comparto plenamente la opinión publicada por el prestigioso arquitecto Luis López Díaz (reconocido por la publicación BASA de los arquitectos de Canarias como uno de los más importantes arquitectos en el ámbito de la construcción turística), al señalar que estamos ante una situación reglada en la que tan sólo se puede analizar si se cumple con los parámetros urbanísticos y normativos, ya que lo contrario sería entrar en cuestiones subjetivas y arbitrarias  de peligrosas consecuencias. Otra cosa es el papel de las administraciones públicas cuyo papel en el desarrollo urbanístico de enclaves como la Charca, han dejado mucho que desear, al intervenir donde no debe y no tomar decisiones en los asuntos verdaderamente importantes.

En definitiva, creo que la colisión de intereses empresariales en el origen de este conflicto ha permitido poner sobre la mesa el debate de cuál es el producto y destino turístico que es hoy Maspalomas Costa Canaria, cuál es su futuro y si debería promoverse un gran consenso sobre qué necesita este destino turístico. Lástima que las posturas estén tan enrocadas y que no haya ningún órgano, institución o líder social que pueda poner cordura y (como diría Néstor en su discurso) visión de futuro.