sábado, 27 de febrero de 2016

Del viajero feliz al ganado esquilado


Autoridades en el aeropuerto grancanario, años 50.
Un aeropuerto facilita el flujo de viajeros, productos rentas y divisas, lo que lo convierte en una infraestructura fundamental para un destino turístico y la más determinante en el caso de territorios insulares. Ése es el caso de Canarias y, en particular, de Gran Canaria. Una isla que además tuvo una gran visión de futuro y se anticipó a la evolución de la navegación aérea como escala de los primeros vuelos transatlánticos y ases de la aviación (Gago y Coutinho, Plus Ultra, Lindbergh, Zeppelin, Lusitania...), lo que nos coloca como primer complejo aeroportuario en medio del Atlántico.

Los grancanarios nos las veíamos muy felices con el aeropuerto (costeado inicialmente por el Cabildo, como tantas otras cosas). Estábamos orgullosísimos de aquella gran antesala de acceso a la isla que se ofrecía al viajero desde la hermosa bahía en la que se sitúa la pista de Gando, soledada, junto al mar y vigilada por los canes replicantes de la plaza de Santa Ana. Una estampa que llamaba la atención de los pioneros turistas que realizaban la travesía hasta Gran Canaria en aquellos primerizos años del turismo de sol y playa que barruntaba lo que sería el fenómeno del turismo de masas.

Las terminales fueron inicialmente lugares de encuentro, con sus cafeterías llenas de gente por la novelería que producían aquellos solitarios y esporádicos aparatos de Iberia, Aviaco, Spantax o de impronunciables compañías extranjeras. Hoy día ya no hay noveleros, sólo pasajeros en tránsito o acompañantes para la despedida o para dar la bienvenida. Ya nadie puede acceder a la pista a decir adios y la mayoría se despide al descargar el maletero en la carretera porque aparcar en el aeropuerto obliga a realizar un paseo por el edificio y, además, pasar por caja. Pero si miramos atrás, hay que recordar que viajar en avión era parte de la experiencia o, en sí misma, una vivencia memorable por su novedad. Los pasajeros eran aventureros, personalidades con capacidad económica y que asumían cierto grado de riesgo. Incluso el hecho de viajar en avión era motivo para hacer una foto de recuerdo en la escalera, cuando las mujeres eran obsequiadas con un ramo de flores al descender de los aparatos de hélice (antes de los reactores) después de larguísimas travesías. Así, un viaje desde Suecia a Gran Canaria podría suponer unas doce horas de vuelo.

Oficinas de Iberia en el antiguo aeropuerto.


Aún así, todo era nuevo y cada día se conocía una mejora y un mayor atractivo para viajar. Los edificios de las primeras terminales se convertían en llamativos espacios para agrado y acomodo de pasajeros. Los años 50 y 60 vivieron el rápido tránsito del viajero al turista y de éste al grupo organizado por el turoperador que llenaba vuelos de nórdicos con rostros cenizos que brillaban nada más bajar de la escalerilla para ser atendidos con hospitalidad y cariño. Un trato humano que se ha perdido por el camino del crecimiento de estas terminales de aeropuertos canarios que actualmente figuran entre los ocho más rentables de España: Tenerife Sur, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote (los cuatro aeropuertos restantes de la provincia tinerfeña dan pérdidas). Aquelllas puertas insulares dejaron su personalidad en aras del negocio, la agilidad y la seguridad.

El resultado es que el aeropuerto es, hoy día, una tortura en la que nos tratan como rebaños guiados por cuerdas hacia el mostrador de facturación. Después viene el trato de amenaza terrorista armada o química. Un mal trago de catarsis colectiva de controles histéricos y casi inútiles. A continuación, se accede a la siguiente fase que no es otra que el tránsito obligado por comercios para la compra de todo tipo de 'pro-duttys' en un zoco o gran bazar 'fast-shop' que se repite en cualquier terminal del planeta. Un negocio de franquicias que no tiene nada que ver con el esfuerzo de Gran Canaria para que el turista se lleve una grato recuerdo de la isla. Al final, gracias a AENA, sólo recordará que estuvo en un un contínuo de salas de espera de incómodas butacas, máquinas tragaperras de precios abusivos y ninguna sensación agradable o estampa que anime a regresar a la isla.

Y, para rematar, los desorientados pasajeros volarán a cualquier parte del planeta en naves convertidas en chiringuitos cambulloneros donde te asaltan por última vez para vender productos "libres de impuestos" y hasta tómbolas, todo ello mientras esperamos amarrados al asiento el aterrizaje y huir lo más rápido posible de este martirio.

La 'mano' de Manrique se notaba en la terminal de Lanzarote

Otra característica de moda es que los aeropuertos no tienen memoria. Así lo decide AENA cuando le importa un bledo la historia aeronáutica de una isla pionera en la aviación mundial y opta por derruir todos los elementos de las terminales ya jubiladas por ampliaciones que se suceden a una velocidad de vértigo, por contratas que se traen de la península hasta las toallas por si tienen un día libre de playa. Son obras tan rápidas en su ejecución como las prisas de los millares de pasajeros que cada día son escupidos o succionados por las pasarelas telescópicas.

En el caso del Aeropuerto de Gando, Las Palmas y ahora de Gran Canaria, creo que ya vamos por la cuarta ampliación. Unos trabajos que han dado lugar a la desaparición de la primera terminal aeroportuaria de Canarias por un arquitecto contratado por AENA (empresas, personal y negocio para foráneos, ante el silencio cómplice del nacionalismo isloteñista) que no tuvo ningún reparo al eliminar la planta, fachada, torreón, artesonado y murales de la antigua terminal. Incluso las esculturas de los perros que desde 1946 (este año harían 70) recibían o despedían a los viajeros pero que ya han desaparecido.

Según el profesor José Luis Gago, el edificio fue obra de un arquitecto de la Península, Salvador Álvarez Pardo, que recibió el encargo del Gobierno español en los años cuarenta del siglo XX. Según Gago, el Cabildo pidió a Miguel Martín-Fernández que elaborara un proyecto para la terminal, pero no se ejecutó porque Madrid no lo vio adecuado.Ya nadie lo echará en falta, pero tampoco recordará que el de Gando fue pionero y nos acostrumbró a otra forma de ver al viajero. Más humana y menos centrada en el negocio a costa de una isla. Porque ¿a quién le importa si el último recuerdo que se lleva el turista es el de sentirse víctima de la rapiña de una empresa que era pública y ahora sólo vela por la cuenta de resultados para contentar a unos socios privados. ¿A los políticos? A ellos ya se encargan de enviarles tarjetas de acceso preferente por zona VIP o de autoridades... ¿Y si a algún político se le ocurriera pensar en el viajero como una persona que queremos que regrese de vacaciones? ¿Dejaría que el modelo continuara por este derrotero mercantilista y deshumanizado? ¿De verdad que no es posible otra forma de gestionar un aeropuerto como el de Gran Canaria?

miércoles, 24 de febrero de 2016

La deuda de la sociedad con Néstor y sus hermanos

Hubo una etapa en la historia de esta isla en que la sociedad grancanaria estaba movilizada y unida. Las largas luchas para liberarse de la injusta política de la provincia única con capital en Santa Cruz de Tenerife acabaron (temporalmente) con una asfixiante etapa histórica con la división en dos provincias. Tantos años de opresión motivaron e ilusionaron a la sociedad con un futuro prometedor para la nueva provincia pero también para todo el Archipiélago que vivió un rápido desarrollo, especialmente en el ámbito del turismo. Esa sociedad civil se unió en torno a varios hitos y personalidades, en especial en el ámbito del turismo: Domingo Doreste (Fray Lesco) y su magisterio, Francisco González Díaz y su apuesta literaria ('Turismo y Cultura', 1911) y periodística ('Canarias turística'), la Escuela Luján Pérez y sus expresiones paisajísticas e indigenistas (Oramas, Felo Monzón, Santiago Santana, Jesús Arencibia, Antonio Padrón...), la complicidad de Pancho Guerra y Néstor Álamo, así como el empuje de la Sociedad de Fomento y Turismo, el Sindicato de Iniciativas y el Centro de Iniciativas y Turismo. Se podría elaborar una lista inacabable de contribuciones personales con experiencia viajera y visión sobre el futuro del sector turístico, como la familia Suárez Galván con su 'grand tour' por Nueva York, o Jerónimo Megías con sus vueltas al mundo. Pero, sin duda, quien sobresale es Néstor Martín-Fernández de la Torre, quien con sus hermanos (y una madre que creyó en su precoz creatividad), transformaron una ciudad que atraía turismo de salud en uno de los más exitosos destinos turísticos del siglo XX.

Néstor, Miguel y Rafael anticiparon las bases de una forma de entender el turismo que se adelantó en más de medio siglo a lo que hoy se acepta unánimemente como las pautas de relación entre el hombre y la naturaleza a través del programa MAB (reservas de la biosfera), si bien, nuestros artistas y 'profetas' fueron más allá de lo material o superficial en esa convivencia entre seres vivos, agua, tierra y aire. Néstor llegó mucho más lejos. Transmitía los sentimientos y experiencias a través de los sentidos y la inspiración artística de esa relación. Incluso hizo visible el futuro que podía deparar una correcta gestión de los recursos turísticos de la isla, como el caso de Maspalomas, A ellos debemos la idea de las infraestructuras que permitieron el desarrollo turístico y que contagiaron a los ciudadanos grancanarios (en una época en la que más del 90% de la población de la isla era analfabeta). Esas creaciones fueron el Parador de Tejeda, la tienda Fataga (parque Santa Catalina), la Casa del Turismo y el Pueblo Canario. Equipamientos realizados con un importantísimo esfuerzo de la sociedad y las instituciones de la isla.

Pero el legado de Néstor no se reduce al tipismo, para algunos bajo la etiqueta del regionalismo en boga en España o, más reduccionista, al considerarlo insularismo. Intentar limitar su concepción del turismo a estos calificativos es un error o una mezquindad si se hace premeditadamente. Y quizás sea esta la respuesta a que el Parador estuviera cerrado y abandonado durante décadas para después ser desvirtuado en su remodelación respecto al diseño integral que los hermanos Martín-Fernández le imprimieron. Lo mismo que la Casa del Turismo que se cedió a la administración estatal para garantizar su mantenimiento pero cuyo uso derivó en oficinas administrativas del Ministerio de Obras Públicas y casi desaparece en el proceso de reforma del parque Santa Catalina porque así lo había contemplado el arquitecto y que se evitó el derribo por la oposición de la ciudadanía. El Pueblo Canario no fue entregado a otras administraciones, pero su agonía se había puesto en marcha. De hecho, este conjunto figura como anécdota, no como excelencia creativa y de éxito turístico. El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria elaboró un Plan Estratégico Turístico (contratado a Josep Chías) que situó el Museo de Néstor y el Pueblo Canario entre los productos 'B' de la ciudad y no como conjunto sino como piezas separadas, lo que demuestra que el experto catalán no entendió la trascendencia y oportunidades del Pueblo Canario.

Casa del Niño tras su construcción.

De la arquitectura de su hermano Miguel, basta añadir a lo comentado el estado de abandono de una de sus emblemáticas construcciones, la Casa del Niño.


Casa del niño. Estado actual.

Quizás este despropósito y abandono del legado de los hermanos Martín-Fernández de la Torre que arrancó a finales de los sesenta, llegó a tornarse en aborrecimiento, pero no de la comunidad, sino de su clase dirigente que olvidó la deuda contraída con esta saga como parte de una sociedad civil que hizo posible el 'milagro' del desarrollo insular. En vez de estudiarlo y actualizarlo (como hizo la familia condal al poner en marcha el Concurso Internacional de Ideas Maspalomas Costa Canaria), se inició un silencioso desprecio a su legado, lo que condujo a la crisis turística de esta ciudad y a la incontrolada devastación de los espacios turísticos, arrinconando por la vía administrativa a la sociedad civil y amparando la voracidad de enriquecimiento particular e inmediato con una exaltación casi religiosa del aumento hasta el infinito del número de turistas.

Hoy debemos reivindicar a Néstor como el gurú del turismo, el gran artista que nos dotó de un proyecto que debe ser revisado, actualizado y adaptado a la realidad social, tecnológica, ecológica y económica. Debemos averiguar cuáles serían las pautas para que el modelo de sol y playa que nos aboca a precios bajos, se cambie por un modelo que permita una mayor rentabilidad. Debemos saldar la deuda con Néstor y sus hermanos. Una deuda que implica recuperar su pensamiento y su visión. Probablemente sigan aportando respuestas a las dudas y necesidades del turismo en la isla casi un siglo después de que plantearan su proyecto, aunque a más de uno no le haga gracia.

jueves, 18 de febrero de 2016

Destinos insulares: refugios turísticos

Islas privadas en Arabia.
Existen numerosos tipos de destinos turísticos, tantos como turistas que desean cubrir una expectativa con el viaje. Una actividad ésta del turismo que se paga por anticipado y con un incierto resultado. Pero no todos los detinos y experiencias tienen el mismo atractivo. Forbes clasifica los 50 destinos con atracciones más populares del mundo según varias categorías: lugares con marca, diversión, museos y naturaleza... No figuran las islas en esta relación, pero si Canarias fuera incluída en ése ranking estaría entre los 30 más importantes por número de visitantes (como seguramente figurarían otros territorios insulares). De hecho, según el ranking de países que elabora la Organización Mundial del Turismo (OMT), Canarias figuraría entre los 20 primeros países de 182 por el volumen de turistas que recibe. Además, hay otras características a destacar que diferencian a Canarias de otros destinos. Por ejemplo, el 12% del PIB mundial, mientras en Canarias sube al 31,4%, así como el empleo que genera el turismo, 1 de cada 11 empleados en el mundo o 1 de cada 3 empleos en Canarias.

Pero el turismo vive un momento de grandes preocupaciones y tragedias en forma de terrorismo, inseguridad, violencia, catástrofes naturales y enfermedades que tienen un efecto devastador sobre algunos destinos, principalmente en territorios continentales. Por ello, las islas y los archipiélagos han evolucionado de ser aquellos lugares sorprendentes y privilegiados, paradisícacos y mitológicos en el imaginario de los europeos, para convertirse en reductos de seguridad gracias a su obligado aislamiento. Hemos pasado de ser inspiración de leyendas y ficción a salvar el negocio de turoperadores que se encuentran con huídas masivas de clientes desde los destinos convertidos en diana del terror o de una silenciosa amenaza que se propaga a través de picaduras de mosquitos y otros portadores.

El mosquito zika ahuyenta a los turistas.

Las fronteras administrativas en los territorios continentales no frenan los enemigos del turismo, lo que hace crecer mucho más el valor de los destinos seguros con fronteras naturales que limitan, imposibilitan o impiden esos males, o facilitan su control y persecución.

Si a los valores o fortalezas del destino isleño (sol, playa, buen clima, conectividad, tradición, cultura, deporte, festejos, bienestar, patrimonio, infraestructuras, etc. etc.), restamos o superamos los problemas de pobreza y el auge xenófobo, y añadimos el plus de seguridad o ausencia de riesgos, el resultado es un refugio-paraíso turístico. Un valor en alza que ha 'sorteado'los reparos y el descrédito de un destino maduro u obsoleto que sufrió los efectos de la crisis global de los atentados contra las Torres Gemelas el 11S y la crisis de las hipotecas 'subprime' de 2007. Fenómenos que provocaron la peor crisis conocida en Canarias en 2009 que se salvó por la 'campana' en el momento en que se produjeron las 'primaveras árabes'.

Pero no estamos salvados. El boom turístico que arrancó con la irrupción del 'low cost' alteró radicalmente el mercado del viaje y generó un profundo divorcio entre la sociedad y el sector turístico (al que parece importarle poco su responsabilidad social) de ahí que surja la turismofobia como expresión del rechazo de las comunidades, así como normativas y límites como moratorias, tasas, etc.

Aún así, el fenómeno es imparable y la conectividad ha transformado el mapa del mundo. En un siglo, el tiempo que separaba a las grandes ciudades europeas y cualquier punto del planeta pasó de ser entre cinco y cuarenta días, mientras hoy esas distancias se han reducido a entre medio día y un día y medio.Y, además, las Islas Canarias están situadas en el centro de esas rutas aéreas y marítimas que se han convertido en auténticas autopistas entre las islas y el resto del mundo, pero manteniendo su aislamiento. Ultraperiféricos pero con una centralidad que ya quisieran para sí numerosos países o destinos turísticos. En este contexto hay que valorar si somos capaces de superar la madurez y obsolescencia del destino. Seguir las pautas y advertencias de Néstor o César. Volver a tomar la iniciativa que nos situó como destino pionero en numerosos aspectos y recuperar lo extraodrinario para huir de la monotonía.

domingo, 7 de febrero de 2016

Turismo en el norte. Entre ilusiones y tocomochos

Antiguo museo y restaurante Cho Zacarías en San Mateo.
Entristece ver cómo ha decaído la actividad de los restaurantes y los espacios para el turismo en las rutas del norte y centro de la isla. Son numerosos los espacios ‘históricos’ que han cerrado y no menos los que han reducido su horario a fines de semana o festivos. Son escasos los nuevos locales que abren y en su mayoría cierran al poco de ser inaugurados. De los que hay que poner en la lista de cesantes destacaría La Veguetilla, Bistro Monte, Cho Zacarías que además dejó huérfano de museo etnográfico a ‘Las vegas’ (antaño la Vega de San Mateo era la Vega alta, Santa Brígida la de enmedio y las Tafiras la Vega baja).

En su tiempo fue una ruta por paisajes rústicos y cargados de tradiciones que tuvo entre sus atractivos incialmente las bodegas de vinos del Monte, pero toda esta zona norte vivió una reconversión a finales del siglo pasado poblándose de restaurantes, miradores y mesones de calidad que mantenían abiertas sus puertas casi todos los días. Hoy esta ruta (como casi todas las del norte) ofrece menos atractivo para los visitantes. Quedan algunos restaurantes para turistas con menú pactado por el intermediario y otros que sobreviven con una oferta diferenciada pero apenas pueden hacer caja para cubrir gastos. Por ello han reducido su actividad al fin de semana (sábado completo y domingo mediodía) para poder mantenerse. Pero el abatimiento por la menguante rentabilidad se apodera de sus propietarios y a la primera oportunidad abandonan.

La demanda desciende cada año y la situación empeora sin que sea posible evitar el cierre porque no estamos ante un hecho fortuito, ocasional, espontáneo, sino en medio de una tormenta perfecta que es imposible evitar y –como mucho- se intenta salir a flote. La crisis económica y los límites al consumo de alcohol, son de por sí argumentos sólidos para dejar de hacer ‘excursiones’ con comida fuera de casa. Si a eso se suma la pérdida de atractivos o lugares de interés (recuerden el cierre del Cho Zacarías, el ‘viacrucis’ administrativo de la Casa del Vino, la Bodega Insular, el Museo del Agua…), tenemos un conjunto de causas coincidentes en el tiempo con efectos devastadores.

Pero ¿quién tiene la culpa? ¿No hay emprededores? ¿No hay apoyo institucional? Si y no. La lucha de quienes arriesgan al invertir para dinamizar un lugar y generar riqueza frente a los que no quieren cerca de sus viviendas que se altere la tranquilidad con espacios de encuentro, charla, o música impide la apertura de nuevos establecimientos. Pero ese mismo rechazo conlleva la asfixia de los pueblos, condenados cada vez más a ser dormitorios sin alternativas laborales porque no atraen consumo, gasto y, en definitiva, rentas. Y, al final, desaparece la vida de cada localidad y nos convertimos en turistas en nuestra propia isla. Vamos a hoteles donde somos casi tan anónimos o más que el empleado o jubilado alemán o nórdico. Lugares dormitorio también, pero con una apabullante oferta de restaurantes, espectáculos y terrazas, espacios impersonales que utilizamos para satisfacer nuestro tiempo de ocio a pesar de tener el hogar y los amigos a unos 50 kilómetros o menos. ¿Estaremos equivocándonos en algo?

Bueno, no todo está perdido o no se ha tirado la toalla. Hay intentos de dinamización que pretenden atraer visitantes con iniciativas que consideran atractivas. Casi todos los pueblos (cada uno por su cuenta, erróneamente), intentan ser esa alternativa, pero para ello no basta el ingenio sino que han de tener mucha paciencia y perseverancia porque no se puede frenar el proceso de la noche al día, ni cambiar la cultura del ‘encuevamiento colectivo’ por la de la vida en la calle, en comunidad. Y, además, antes de nada se debe contemplar si la oferta existente es válida: restaurantes, lugares que visitar y actos que disfrutar. Y por qué no… alojamientos alejados (o cerca, según se mire) de la ciudad de sol y playa.

Mesón de la Montaña de Arucas en los años 60.

Destaco un caso concreto por su singularidad: el Mesón de la Montaña de Arucas, realizado por el arquitecto Manuel de la Peña (Maspalomas Costa Canaria, Club Náutico, Las Palmeras, Albergue de Arinaga, fábrica Acosta, Urbanización Buenavista, colaboró con la Feria del Atlántico…). Recientemente una empresa ha restaurado el conjunto respetando el diseño original para denomiarnlo La corona de Arucas y poniendo todo su empeño para que merezca la pena superar el recorrido para acceder al establecimiento. Un riesgo tremendo para una situación económica en la que pocos apuestan por estas iniciativas. Pero el lugar es único. De día o de noche, al atardecer… ofrece un paisaje que abarca el norte de la isla para recrear la vista. No se trata de un local de ruta, más bien es una ruta en sí, aunque deberá buscar modelos de negocio que permitan su mantenimiento y, posiblemente, su éxito como algún establecimiento muy próximo a éste: Casa Brito, por ejemplo, aunque con otras propuestas.


Cartel de la asociación de Pueblos bonitos de España.
Las rutas de la isla tienen su centro en Tejeda, otro caso también singular. En este municipio apuestan todo a un lema que aprovecha su entorno y a su posición que hace obligada la visita de turistas. A su escala, Tejeda cuenta con un completo inventario de recursos turísticos (tres museos, Parador, 18 restaurantes, centros de interpretación… salvo playas, este pueblo de 1900 residentes tiene mucho que ofrecer) y han intentado ampliar su oferta con un proyecto de teleférico (de iniciativa privada) desde el casco a las proximidades del roque Nublo. El Cabildo frenó el proyecto. Posteriormente, el Ayuntamiento colocó unos focos para convertir el Bentayga en una escultura lumínica algunas noches al año, pero tuvo que retirarlos. Paralelamente, se sumó a la asociación de Pueblos Bonitos de España, y ahora se anuncian como el pueblo más bonito y dos piedras, perdón roques, con la bendición del Fraile. Lo cierto es que ha tenido éxito esta designación como reclamo publicitario. Si bien cuando se profundiza en el tema descubres que el Ayuntamiento se ha asociado a un club en el que, además de justificar los valores naturales y patrimoniales, pagas una cuota de un euro anual por vecino hasta un tope de 5000 euros (en el caso de Tejeda, suponemos, serán unos 1990 euros al año) ¡Y ya tienes el título! Pero es probable que la mayoría de los municipios de la isla (con menos de 15000 habitantes) puedan asociarse y lograr el mismo título. Sin embargo, creo, ése gasto no soluciona el problema aunque mucha gente se sienta orgulloso del supuesto premio (que de existir sería merecido).

Al margen de los títulos de pago, si queremos alternativas que solucionen esta crisis habría que plantearse qué ofrecer para poder atraer visitantes todos los días y que deseen quedarse. Habrá que pensar en crear una oferta. Por ejemplo, Teror atrae diariamente unos 2000 turistas por su belleza arquitectónica y centro de interés religioso, aunque su oferta de restaurantes deje mucho que desear. En Arucas, la fábrica de ron recibe unos 90.000 visitantes al año (y eso casi sin esforzarse). Pero para atraer el público de la isla, en especial de la capital y área metropolitana, además de una buena y original oferta gastronómica y de centros de interés, el problema principal es el transporte y, fundamentalmente, porque son pocos los que pueden conducir tras disfrutar de una comida con algo de bebida. En este caso, una posible solución sería ofrecer un servicio de taxis con precios reducidos (dependiendo del número de pasajeros, horarios, destinos...). Porque hoy día hay muchos taxistas que se quejan de la escasa actividad y enorme competencia. Pero por las noches o los festivos nadie se atreve a ir en taxi a otro municipio porque el precio es desorbitado. Unas tarifas más asequibles y una coordinación de los taxistas de toda la isla podría ser la alternativa. Por ejemplo, hoy día sale más barato viajar a Londres que ir en taxi a Las Lagunetas, por ejemplo. En Venecia te llevan a Murano en embarcaciones taxi gratis para intentar venderte lámparas o piezas artesanales, pero las rutas del interior de la isla se asfixian económicamente y nadie plantea alternativas porque no caen en que compartiendo esfuerzos se puede encontrar salida a esta crisis.

viernes, 5 de febrero de 2016

Gran Canaria, destino obsoleto por méritos propios

Un aspecto del acto.
El pasado jueves 4 tuvo lugar en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria (RSEAP)  la presentación de la Asociación socio-cultural Pensamiento Libre. Un colectivo que quiere facilitar el debate de ideas para el desarrollo de esta isla. El tema que plantearon para su primer acto público fue "Medidas para la mejora de la competitividad turística de un gran -pero parcialmente obsoleto- destino: Gran Canaria".

La sala estaba llena y entre los retratos que cubren los muros del salón destacaba el de José Viera y Clavijo, fundador de la RSEAP y gran viajero global. Pero, no se habló de él, ni se citó a Néstor Martín-Fernández de la Torre, aunque todo lo abordado tenía que ver con su proyecto, su concepto, su modelo y su herencia.

Hoy día, Néstor sería algo así como un 'gurú' del turismo, coach o como quieran llamarle, pero si trasladamos su mensaje a nuestros días y a lo que deberíamos hacer en este siglo, podríamos ver cuán equivocados estamos al olvidarlo, marginarlo o silenciarlo. Y es que en esta isla, lamentablemente, somos muy dados a no unir ni crear comunidad en beneficio de todos, como sí hizo nuestro ninguneado artista. En Lanzarote, en un acto así, no habrían parado de hablar de César Manrique, y eso que fue un buen discípulo de nuestro Néstor, pero en Gran Canaria ya hemos superado los límites de bajeza intelectual y agradecimiento a quienes han hecho posible nuestro estado de bienestar (ése que despilfarramos y no mejoramos).

Me explico. Si Néstor se estudiara ahora en una escuela MBA se hablaría de muchas cosas, pero sobre todo de su apuesta por la diversificación y la especialización (yo diría la diversificación especializada), el liderazgo unido a creatividad y, sobre todo, la internacionalización. Todo ello está en las propuestas de Néstor para el turismo en Gran Canaria, recogidas en sus discursos e intervenciones al respecto. Y, curiosamente en vida e incluso tras su fallecimiento y el de César, nadie hablaba de obsolescencia o madurez del destino. Su empuje creador y dinamizador se expresaba como una evolución y creación inagotable. Otra cosa es que tras la muerte de Néstor -y décadas después de César-, no se supiera mantener el testigo de desarrollo turístico de éxito o que sólo interesara el beneficio económico aunque éste haya disminuido hasta niveles de migajas que cada vez son menos los que se las reparten (el 80% del negocio se queda fuera de la isla).

Aún así, y reconociendo que gracias al turismo tenemos unos ingresos que ayudan a que la crisis no sea más catastrófica,  todos afirman que tenemos un excelente destino de sol y playa, el clima más saludable, la diversidad de paisajes y, encima, seguro. Pero prácticamente lo mismo (y en algunos casos, mejor) ya lo teníamos hace un siglo, cuando Néstor anunciaba sus ideas y Las Palmas de Gran Canaria era una ciudad con un auge turístico que sorprendía (13 hoteles en una ciudad de 60000 habitantes, primer club de golf y tenis, balnearios, playas y excursiones a lugares exóticos como el poblado troglodita de La Atalaya o el cráter de Bandama). Esas fortalezas se han mantenido, pero Néstor supo darles otro sentido, convertir la naturaleza en un recurso para transmitir ideas y emociones o, lo que es lo mismo: “hacer de la vida una obra de arte…” que César Manrique también defendería como “llevar el arte a la vida”.

Y de esto no se habló en el acto de la RSEAP (que lleva 240 años de apoyo constante al desarrollo de Gran Canaria). Por ello, quedó en el aire durante el acto la duda acerca de si ¿podemos vivir del turismo de sol y playa por mucho tiempo?. Y si fuera así ¿queremos vivir con ese modelo turístico?  Porque lo cierto es que la población parece cada día más insatisfecha con el mismo, a pesar de ser el sector que tira de la economía insular, el empleo, la recaudación por tributos y el 95% de nuestros ingresos por ‘exportación’.

Y es que hay muchas luces y sombras, que fueron planteadas por los participantes en la mesa: Jacques Bulchand (ULPGC-Tides), Manuel Florido (SKAL Club), Rafael Molina (ICEX), David Morales (Lopesan), Pablo Romero (MUR Hoteles) y Edu William (ULPGC-Tides), todos con una contrastada trayectoria en el ámbito teórico pero sobre todo práctico en el sector turístico. Fueron presentados por el presidente de Pensamiento Libre, Eduardo González y por el director de la RSEAP, Tomás Van de Walle, pero el formato elegido para el acto y el amplio número de participantes en la mesa imposibilitaron un diálogo fluido en la sala, a pesar de contar con la presencia de un gran número de expertos y profesionales de distintos campos que nos quedamos con ganas de profundizar en la temática e intentar concretar medidas para la mejora de la competitividad turística de Gran Canaria. De todos modos, dejaron muchos datos de interés y que sorprenden, como el hecho de que Gran Canaria en el momento en el que se implantó la autonomía en Canarias era la isla con más turistas, más camas y más riqueza. Hoy se sitúa como la cuarta en riqueza de sus habitantes por detrás de Lanzarote, Fuertenventura y Tenerife, en ése orden, tal como explicó Fa Molina. Puede que ser los primeros en el desarrollo del turismo de masas y la oferta extra hotelera sean argumentos para explicar ese desplazamiento, como indicó Manolo Florido, pero también puede que haya otros aspectos e intervenciones que han perjudicado fundamentalmente a esta isla.

Yo creo que no tenemos que buscar fuera de nuestras fronteras las respuestas, como suelen hacer los políticos que contratan a consultores y gurús que desconocen a Néstor y su pensamiento, sino mirar nuestra experiencia. Y, ya puestos, plantearnos si somos capaces de hacer frente a la visión exclusivamente mercantilista del sector y la ausencia de un compromiso de responsabilidad social que prima en el sector que, salvo honrosas excepciones, no busca en la materia gris insular la respuesta a cómo afrontar el futuro del sector turístico.