jueves, 22 de diciembre de 2011

Porsche vincula los paisajes de Gran Canaria a su marca

La difusión del spot del nuevo Cabriolet 911 de la casa Porsche de coches de alta gama es la antesala de la que será la mayor promoción que jamás se ha realizado de Gran Canaria como paisaje para disfrutar del buen clima, extraordinarios paisajes y carreteras para disfrutar de la conducción.


En abril, la empresa automovilística convertirá la isla en el lugar donde presentará en sociedad, para periodistas y profesionales de todo el mundo, el nuevo modelo descapotable. Sin duda, será un espaldarazo a la imagen de Gran Canaria que, esperemos, sepan aprovechar los responsables políticos y empresariales. No doy más detalles, de la movida que se va a montar, pero la isla tendrá un ambiente espectacular.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Un canario al frente de la política turística en España

José Manuel Soria en Lanzarote
El alcalde de San Bartolomé de Tirajana, el municipio turístico más importante de Canarias, mantuvo con José Manuel Soria una conversación con el hoy ministro de Turismo, José Manuel Soria, en la que abordaban la posibilidad de que éste último pudiera tener un alto cargoen el Gobierno de España, incluída la posibilidad de acceder a la cartera ministerial.

La respuesta del joven, pero curtido, político sureño, fue pragmática y contundente: "José Manuel, aunque sea de bedel en Turespaña. Es hora de que algún canario entre en los órganos donde se decide la política turística estatal que demuestre nuestra experiencia e iniciativa en el sector y acabe de una vez con la marginación que ha existido con nuestras Islas".

Marco Aurelio podría dedicarse a adivino, o debería contagiar de su sentido común a muchos políticos de las Islas, ya que no hay cartera en el Gobierno de España más importante en estos momentos para los canarios como la de Turismo, no tanto por el tópico de la ocupación turística (que es importante), sino porque nos enfrentamos ante el reto de un destino maduro (obsoleto) de sol y playa que precisa reinvertarse, recrearse, reconocerse y recuperar el apoyo social.

La oportunidad estaba ahí y se ha aprovechado. Con rango de Ministerio, el turismo tendrá un papel importante en el Gabinete de Rajoy. Con un canario al frente, España, y en particular Canarias, podría y debería reconducir el erróneo camino emprendido hace medio siglo, cuando las necesidades de un país subdesarrollado marcaron un desarrollo del sector turístico que tuvo éxito durante décadas, pero que actualmente no es competitivo ni atrae turismo de poder adquisitivo (eso de 'turismo de calidad' me lo tendrán que explicar algún día porque sigo sin saber a qué se refieren). Un turismo que empuje la demanda para que nuestra oferta pueda movilizar a instituciones y empresarios para reconvertir espacios de calidad extraordinadias degradados desde hace décadas sin que hasta ahora se haya tomado en serio la reconversión del destino y se ponga fin al monocultivo del 'sol y playa' a precio de saldo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Tematizar Gran Canaria

Postal del poblado troglodita de La Atalaya, allá por 1960

Hace unas semanas fui invitado a participar en la primera reunión (tagoror) de responsables de empleo de los municipios de Gran Canaria, gracias al interés del responsable (consejero) del área en el Cabildo Insular, Matías Campos, con quien he departido en numerosas ocasiones en torno a los problemas que aquejan a esta isla y, por ende, al conjunto del Archipiélago, dado que cualquier problema que tiene lugar en una de las Islas repercute en el resto, en especial en aquellas más pobladas como es el caso.

Llamó la atención a los asistentes el que se les convocara por primera vez para hacer una apuesta en común para intentar buscar salidas a los problemas de empleo que cada uno padece en su entorno municipal y que consideraban que tendrían que afrontar en solitario. Más llamativo fue el hecho de que uno de los presentes recordó que el Cabildo había creado un Consejo Insular de Empleo, lo creó hace años pero de él nunca se supo.

También coincidieron los presentes en la necesidad de cambiar las ‘politicas’ de empleo, normas que encorsetan las posibilidades de solucionar los problemas que padecen y que pasarían por solucionar los problemas reales, no los que se han establecido desde hace años y desde Madrid, convirtiendo a los ayuntamientos y cabildo en meros ventanilleros de la contratación de los parados con perfiles que nada tienen que ver con la situación que se padece en estos momentos, y que ni generan empleo ni son productivos.

Dicho esto, mi intervención tuvo que ver con la necesidad de retomar una consigna, una campaña, un objetivo que no es nuevo. Ya se encargó Néstor Martín Fernández de la Torre hace ochenta años de lanzar un discurso similar (‘Habla Néstor’, 1939), pero nuestra sociedad olvida rápidamente aquellos pioneros y visionarios que hicieron posible el milagro del éxito económico de esta isla. Un éxito medible en crecimiento económico, en número de turistas, mejoras de infraestructuras, número de alojamientos y establecimientos comerciales. Aunque también supuso la puesta en el mercado de los espacios de mayor calidad de nuestro territorio.

El crecimiento del empleo y la población en la isla es fruto de ese éxito, como lo fue la creación de pequeños equipamientos (Pueblo Canario, Parador de Tejeda, Casa del Turista...) junto a un clima, paisaje y paisanaje que completaban el círculo de atracción para los nórdicos que nos visitaban. También tuvo que ver el cambio drástico que supuso la aparición de los aviones a reacción y el boom de los vuelos charter, lo que provocaría un salto cuantitativo y cualitativo en el tipo de turista que se desplazaba a Gran Canaria.

Pero, además del clima y el sol y playa ¿qué llamaba la atención del turista?: Sólo hay que ver las postales, fotos y publicaciones de hace un siglo para comprobar que el turista llegaba a una sociedad profundamente subdesarrollada, troglodítica, donde podía encontrar familias con vestimenta singular que habitaban en cuevas y fabricaban su propia loza con barro. En el entorno, un paisaje espectacular (desolado por la deforestación descontrolada durante siglos) y unas tradiciones edulcoradas de la mano de Néstor y sus seguidores.

Ante esta situación (introducción) les planteé mis argumentos para ‘tematizar’ Gran Canaria a través de nuevas políticas de empleo y de una visión transversal de las políticas que se lleven a cabo, tanto en el ámbito local como insular  y regional.
Entre esos objetivos estaría:

  • La apuesta por nuevos (y no tan nuevos, pero si re-creados) productos turísticos
  • La dinamización de cascos históricos
  • La elaboración de los inventarios de recursos turísticos
  • La promoción adecuada y profesional de estos recursos

La idea es sencilla: que los planes de empleo sirvan para crear empresas, no para sacar del paro temporalmente a grupos que permanentemente son beneficiarios de esos fondos (y bien que lo saben).

Y, a todo esto, la pregunta del millón. Si esto ya se ha venido haciendo ¿por qué se ha fracasado? Pues está claro. La clase política se ha considerado durante los pocos años de democracia en posesión de la verdad absoluta y del presupuesto absoluto. Se han rodeado de afines, de mayor o menor valía, y han rehusado contar con la sociedad civil.

No doy más detalle de lo presentado porque me ha costado muchos años de estudio, mucho recorrido por la isla, mucho análisis de los estímulos y expectativas del turista, y porque lo explicaré cuando vaya a hablar de mi libro (que espero terminar -al menos uno de ellos- antes de que acabe el mundo el año próximo).

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El dilema de Spasski y el tablero turístico canario

Portada del libro
Acabo de finalizar la lectura de la obra ‘El dilema de Spasski’, de Juan Carlos Domínguez (Ediciones Idea, 2010. Santa Cruz de Tenerife), opera prima de este profesor de Filosofía del Derecho y vinculado a la administración del Patrimonio Histórico de Canarias, aparte de amigo y cómplice en diversas celebraciones, tertulias y cánticos.

La novela merece ser leída, saboreada y jugada, como un partido sin reloj, un juego de ajedrez en el que las variables cada vez son menores a medida que las fuerzas o valor de las fichas son eliminadas, bien porque tengamos que hacer sacrificios envenenados o porque hemos caído en maniobras hábilmente urdidas por mentes mucho más complejas y premonitorias. Como suele pasar, mientras menos piezas tenemos, más pasión ponemos en la contienda.

La primera parte tiene una narrativa que puede despistar, e incluso hacernos desistir de la lectura, pero así son siempre los primeros pasos de un partido de ajedrez: movimientos archiconocidos: defensa siciliana, gambitos y enroques hasta ver qué dice el enemigo. Pero estamos ante una novela que en un momento no concreto se exhibe plena y adictiva, una obra literaria en la que todos los personajes aparecen -de repente- posicionados claramente entre los dos ejércitos que se enfrentan en un tablero en el que no sólo hay blancas y negras. En realidad, el autor nos sitúa ante un tablero que también es un Plan General de Ordenación Urbana, en el que cada interés intenta superponerse sobre los demás para obtener aquello que más les interesa: dinero, protagonismo, honor, control ideológico, político o religioso.

La trama está bien urdida mediante sabrosas meditaciones e interesantes disquisiciones parapetadas en defensas serias y rigurosas de argumentos y contraargumentos, a través de los cuales vamos conociendo un microcosmos que gira en torno a una de las poblaciones con menos habitantes de Canarias, pero que no se libra de los embates y envites de los promotores turísticos, en este caso con una propuesta tan singular como el enclave donde pretende ubicarse: en las ruinas de un convento (¿el primero de Canarias?) alejado del sol y playa masivo, pero en un enclave único y con más ruinas y misterios que certezas y población.

Dos muertes (y una tercera que colma el triángulo) van oscureciendo la novela hasta hacerla negra con tintes de misterios del más allá en el tiempo y en las historias heredadas y adornadas, ingredientes que chocan ante el profundo escepticismo e incredulidad materialista del protagonista, un periodista del que el autor intenta retratar sus motivaciones para mantenerse en tal vocación profesional, aunque (como periodista puedo corroborarlo) quizás obvia la más importante: el ego y el objetivo jamás entendido de servicio público a través de una empresa de servicios privada y obsesionada con la cuenta de resultados. Poco margen queda al periodista actual para alcanzar a un Emilio Zola, un Ilya Ehrenburg, un John Silas Reed o un Ernest Hemingway... Salvo que las camadas de periodistas con lustroso diploma enmarcado utilicen el pretexto salarial del periodismo para dedicarse a la literatura y así desahogar su frustración.

De ahí que el periodista dilemático posea una mezcla de Charles Bukowski integrado, a veces Petetepedia de listillo y otras Marlowe sin gabardina, o Lou Grant rodeado de una epidemia de ‘gargantas profundas’ que mueven sus peones y alfiles intentando que la información (rumores, interpretaciones, observaciones, falsedades, mentiras...) salgan del microcosmos betancuriano –a veces paraíso y otras un irrespirable y opresivo escenario- para facilitar su victoria frente a los demás, entre las fichas de la especulación y el cambio frente a la conservación y la vuelta al pasado. Una pugna que se libra en numerosos frentes en Canarias, en un afán por poner en el mercado todo aquello que pueda ser objeto de negocio, incluida la alquimia medieval.

Con guiños a ‘El nombre de la rosa’ y devoción a la ciencia ficción y el futurismo clónico de Blade Runner ("Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir"), el libro es también una secuencia de hitos artísticos, intelectuales y disquisiciones que permanecen en el autor. Al igual que muchos personajes que Domínguez también sitúa en la trama con seudónimos fácilmente reconocibles en el entorno local, en un juego de nombres imaginarios que recuerdan aquellos bautizos de las células clandestinas, aunque en este caso la delación es, a su vez, complicidad.

Lo dicho... Canarias tiene valores patrimoniales, culturales y naturales para atraer diferentes perfiles de turistas, o para servir de argumento a una excelente novela que puede traspasar el tablero de lo local porque el mundo es un gran partido de ajedrez en el que las fichas (pasiones, intereses, ideas, luchas...) son casi siempre las mismas a lo largo de los siglos y de los territorios.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Un buen trabajo periodístico sobre el turismo en Gran Canaria

Portada del suplemento
El día a día de los periódicos es muy agobiante y, a veces, se queda en lo superficial o lo más actual. Se suele perder la perspectiva y por ello es tan importante que un periódico aproveche todos los géneros y estilos: la crónica, el reportaje, la entrevista, la opinión... Son formatos que ayudan a formar y esclarecer puntos de vista para los lectores.

Me satisface poner este enlace en el blog porque considero que se ha realizado un trabajo de gran calidad y muy amplio sobre un tema que podría tener otras muchas perspectivas, pero que en este suplemento se ha logrado centrar. Existen algunas obligaciones promocionales, comerciales o turísticas (sin ellas no sería posible pagar el trabajo publicado), pero no desmerecen el conjunto de la obra.

Aprovecho para felicitar al equipo que ha elaborado este suplemento y a quienes han desarrollado el guión para conseguir un resultado equilibrado entre la información, el interés público y el beneficio comercial.

La editorial del diario Canarias7, Inforcasa, ha hecho posible este suplemento y lo ha colgado en Internet para que cualquier internauta pueda descargarlo online y leerlo.

Pinche aquí para poder leer 'Un paraíso abierto al mundo'

jueves, 1 de diciembre de 2011

Santa Águeda, el gran reto de Gran Canaria

Puerto de El Pajar
No tiene espectaculares dunas como Maspalomas, ni un faro de sorprendente ingeniería, ni una charca semi oasis... No cuenta con una enorme playa de arena rubia, ni ha sido objeto de deseo del turismo de masas. Más bien, el turismo pasó de largo por Montaña de Arena, Triana y El Pajar para fijarse en Puerto Rico, Taurito y Mogán. Pero ahí está, la mejor zona climática de Gran Canaria, con el nombre de Santa Águeda, con sus posibilidades para desarrollar algo que atraiga inversión y turismo, rentabilidad y desarrollo. Palabras que podrían sonar mal si las convertimos en tópicos del cabreo civil por lo nefasto de muchas intervenciones y por la falta de actuación del poder político (salvo para innombrables actividades).

Santa Águeda, entre Pasito Blanco y El Pajar, es una de las zonas sin construir del sur de Gran Canaria. Un espacio sorprendente y de grandes posibilidades para una operación singular o, mejor, espectacular.

Pero centrémonos en el sentido de las palabras pronunciadas por Fernando del Castillo, heredero del conde de la Vega Grande, Alejandro del Castillo, quien se refirió a Santa Águeda, su bahía y terrenos en tierra como un espacio digno de un concurso internacional de ideas que recupere el espíritu de hace cincuenta años cuando la misma familia lanzó al mundo el nombre de Maspalomas al convocar a la Unión Internacional de Arquitectos para que ofrecieran alternativas a un espacio para el turismo en el mismo momento en el que los vuelos charter dieron a luz el fenómeno del turismo de masas.

Santa Águeda tiene otras cualidades que ofrecer. Su temperatura estable, sus aguas tranquilas y sus horas de insolación convierten la zona en uno de los mejores microclimas del mundo durante todo el año. A ello se suma un puerto que dejó de interesar a las empresas cementeras, un puerto creado por la familia condal cuando para construir Maspalomas Costa Canaria constituyeron una empresa cementera que fue expulsada del mercado por empresas peninsulares mediante una política de dumping (venta por debajo del precio) para monopolizar el mercado en Gran Canaria. Pero ahí está el puerto.

Para la familia condal, esa infraestructura es una oportunidad de negocio, un posible lugar de atracción para cruceros turísticos, si bien para ello tiene que haber un atractivo en el entorno, una oferta de ocio turístico que sea singular y única, capaz de atraer las navieras de cruceros a Santa Águeda como puerto base en vez de a la capital grancanaria.

Sin embargo, los periodistas y los ciudadanos en general han cogido el anuncio de la familia condal como un más de lo mismo, más camas en un territorio donde su suelo de mayor calidad se encuentra en franco proceso de deterioro y residencialización, sin que nadie lo impida ni obligue a los propietarios a cumplir con la calificación de suelo turístico.

Lejos de interesarse por una propuesta que podría significar un revulsivo para el sector económico más importante de la Isla, como lo ha sido Meloneras, la horda de anónimos se ha lanzado contra la supuesta invasión de camas y no han planteado posibles iniciativas que contribuyan a que Gran Canaria deje de ser el destino de sol y playa sujeto al precio de mercado de este producto turístico controlado por turoperadores foráneos.

Esperemos que impere la cordura y que el concurso anunciado por la familia condal se convierta en la gran oportunidad para Gran Canaria y nuestros descendientes.