Una visión nostálgica de Maspalomas. |
Esta semana se ha producido una de esas noticias complejas que tienen una gran trascendencia local, junto a un enorme componente emocional y una importante repercusión más allá de las islas y del país. Un acontecimiento que ha llegado cargado de aspectos ilusionantes para muchos que se han alegrado del acuerdo, importantes dudas para quien rasca un poco el envoltorio y un proceso llamativo que, como ejemplo, ha dado lugar a que por primera vez en nuestra corta historia autonómica se ha optado por variar en la comisión política los criterios de la comisión técnica. Y eso puede ser bueno y/o malo... Dependerá de los resultados y de cómo se conciliarán derechos y deberes.
En el lado positivo podríamos situar que se abre la posibilidad de recuperar el icono paisajístico de Europa. El conjunto que durante décadas ha sufrido amputaciones entre la charca, las dunas (ya protegidas anteriormente, aunque en riesgo creciente y con la certeza de los científicos de que esta postal va camino de desaparecer) y el palmeral (cuya reversión a la comunidad debió producirse hace unos veinte años pero el Gobierno de Canarias declaró inejecutable la sentencia que así lo establecía). También creo que podría ser bueno que la decisión política no tuviera que atenerse al criterio exclusivamente administrativo porque se trata de reconvertir un territorio con construcciones privadas en un espacio que en algún momento sea un palmeral lo más parecido al que hubo antes del secado progresivo del humedal a causa de la construcción de presas en los cauces de barrancos que desembocaban en Maspalomas. Un impacto agravado con la canalización del barranco entre la autopista y la charca. A esa transformación contribuyeron las construcciones turísticas. Algunas de ellos son, precisamente, los hoteles emblemáticos de Gran Canaria durante décadas en ese proceso de antropización de Maspalomas que preocupó sólo a unos pocos. Pero parece que ese grito recobra fuerzas y avala la incoación del BIC (de difícil desarrollo práctica y económicamente) entonando la voz de César Manrique de que todavía hay esperanza.
Esta decisión política muestra que los técnicos tienen su ámbito de discusión y de decisión en cuanto al cumplimiento de las normas o procedimientos con diligencia y honestidad. Pero las normas pueden servir o no al bien público, ya que me he preguntado muchas veces si con el nivel de control burocrático y laberinto de leyes actual, habría podido mover César Manrique una piedra junto a los cangrejos ciegos de Los Jameos.
En el lado negativo nos preguntamos dónde está la evaluación de costes, de perjuicios a empresas y particulares. De entrada, RIU tenía aprobada y con licencia una inversión de 56 millones de euros para el nuevo hotel y un plazo de ejecución que ya habría concluido, pactado con los empresarios de los establecimientos próximos. Supongo que la comisión técnica tendría en cuenta la repercusión económica de la decisión. Pero, ustedes me perdonarán, no la he encontrado en ningún documento de todo el proceso.
Pero volvamos al método periodístico y a los cinco aspectos a tener en cuenta a la hora de redactar la noticia de lo sucedido con el palmeral de Maspalomas. Las cinco W: What? Where? When? Who? y Why?
- Qué pasó o pasará. Se resume en que la comisión política de Patrimonio aprueba la recuperación del palmeral de Maspalomas.
- Dónde y cuándo. Creo que en Santa Cruz de Tenerife el pasado jueves 24 de julio, la víspera del patrono de San Bartolomé de Tirajana, cuyos vecinos y Corporación tuvieron que subir a Tunte porque su competencia (en otras épocas incompetencia) sobre Maspalomas ha desaparecido prácticamente por Medio Ambiente y Patrimonio Histórico, sin olvidar a Costas.
- Quienes tomaron la decisión son representantes políticos de instituciones y organismos, desde gobierno, ayuntamientos, cabildos, colegio de arquitectos o universidades. Y quienes se han visto perjudicados y víctimas (no puedo llamarlo de otra forma por la campaña vejatoria e insultante realizada desde algunos medios y plataformas) ha sido la cadena RIU y su proyecto de garantizar la rentabilidad de su establecimiento, aunque hay más.
- El por qué o el cómo queda claro: primó el argumento del valor medioambiental y, posiblemente, turístico (habría que comprobar cuánto saben de turismo o de medio ambiente algunos de los miembros de la comisión política). Un negocio, el turismo, que como toda actividad económica y social podrá ser buena o mala dependiendo del proyecto, el lugar y del momento. La comisión desestimó el valor del edificio obra de Molezum y Corrales (creo, porque la propuesta y el resultado de la votación ha sido un revuelto de cosas). También desestimó el paso de Colón en su cuarto y azaroso viaje por algún punto de los Lomos de Maspalomas (entre Juan Grande y Arguineguín, para ser más preciso). Todo eso, claro, con una votación muy ajustada (de 23 miembros sólo acudieron 17, de los que 8 votaron a favor, 7 en contra y 2 abstenciones) que dejó en evidencia al Gobierno autónomo cuyos representantes votaron y perdieron.
O sea, que la mayoría de esa comisión (con victoria por la mínima como no podía ser de otra manera en el más importante y complejo procedimiento planteado ante la misma), adoptó una decisión positiva y arriesgada, ya que afecta y trastoca los planes y necesidades de dos grandes grupos hoteleros que tienen en Gran Canaria su principal destino desde hace décadas: RIU (de la familia del catalán que abrió su primer hotel en Olot) y Seaside Hotels (del alemán Theo Gerlach), así como numerosos propietarios de apartamentos y chalés, el centro comercial Oasis y el hotel Ifa Faro, del grupo Lopesan, empresa que ha liderado todas las iniciativas para evitar que RIU levante un 5 estrellas ante las puertas de sus hoteles insignia (Baobab y Costa Meloneras).
Digo que el más afectado es el grupo RIU por la paralización de una obra con licencia municipal de demolición del pionero Maspalomas Oasis para levantar sobre su espacio un edificio (que no es un VPO de la serie que la cadena ha construido en distintas partes del planeta), muy funcional pero poco 'espacial' o especial para un enclave que necesita una mayor atención e interés (lo cual intentaron Molezun y Corrales, pero para gustos...). Incluso, ya he dicho que sería más exitoso el proyecto si se convirtiera en un hito de arquitectura y paisaje (convocando un concurso internacional) en un enclave contribuye a elevar cualquier intervención que sea mínimamente respetuosa y dialogante con el onírico palmeral, donde la luz especial y única de Maspalomas y el contraste con el oasis junto al mar reúnen todo aquello que un turista sueña para sus vacaciones.
Pero, no hay empresa ni profesional del turismo que no reconozca que RIU forma una empresa de excelencia en el sector, como lo acredita cualquiera de los miles de empleados en las Islas en sus 19 hoteles (diez de ellos en Gran Canaria). Una cadena que trabaja con un perfil amplio de turistas que reconocen desde el primer momento la personalidad de ’su’ cadena. De hecho, el parecido entre sus edificios es una seña de identidad (aunque discutible) en la que prima la marca y el contenido sobre el entorno. Sin embargo, hay que reconocer y recordar que el grupo turístico ofreció al Cabildo cambiar el proyecto que tenían ya aprobado para el palmeral. Una oferta que ahora se convierte en requisito previo y sujeto a unas restricciones y objeciones por definir que afectarán a ésta y a todas las construcciones ubicadas en el BIC, entre las que figuran tres de los más relevantes establecimientos de la historia turística de Gran Canaria en su lugar más emblemático: el Oasis, el Palm Beach y el Residencia.
Formuladas las citadas preguntas a las que habría que añadir numerosos detalles complementarios… Nos quedamos con numerosas dudas acerca de las consecuencias de este acuerdo, entre las que destacan: ¿Hasta qué punto –en dinero o terrenos- habrá que compensar a los propietarios de inmuebles en el espacio ahora protegido? ¿Con qué objetivo final y en qué plazos se pretende recuperar el palmeral?... Preguntas que nos conducen a temer que suceda lo mismo que en el proceso kafkiano que han padecido durante 13 años los habitantes de Ojos de Garza. Si bien dudo que el sector turístico acepte o permita para las empresas afectadas la misma agonía que padecieron los afectados de la futura pista (¿para cuándo y con qué dinero?) del aeropuerto. Un sector turístico que –creo- se ha convertido en una de las piezas más difíciles de encajar en este puzle por la profunda división que padece. La misma reacción pienso –y espero- que tendrá la población isleña cuando vean que esta aprobación no supondrá la restitución del palmeral a su estado virginal y que establecimientos como el Hotel Maspalomas Oasis o el centro comercial podrían proseguir su deterioro (además de las indemnizaciones que puede suponer el freno a la licencia municipal aprobada para el hotel). Un futuro incierto que se cierne sobre el lugar que durante décadas ha sido el referente de hoteles de calidad de la isla (salvo el período durante el que Banesto convirtió el Hotel Oasis en el camarote de los hermanos Marx).
Para evitar la agonía de Maspalomas ante el nuevo escenario habrá que negociar rápido con los propietarios y, si fuera posible, evitar la judicialización del conflicto de intereses, ya que ésta puede prolongarse durante años. Y es que pocas son las alternativas que deja la declaración del BIC: indemnización por los derechos de los propietarios, compra de los inmuebles afectados, compensación con aprovechamientos urbanísticos en otros puntos de la isla o expropiación (con la consiguiente indemnización y justiprecio). De todas estas posibilidades, la compra es el único procedimiento en el que podría entrar dinero privado pero dudo que haya algún filántropo capaz de gastarse lo que cuestan todos estos chalés, hoteles y centro comercial para luego someterse a los criterios del BIC. O sea que sí o sí, los grancanarios tendremos que pagar las indemnizaciones con dinero o con el suelo que también nos pertenece a todos pero ¿habrá suficiente para compensar por estos terrenos en el lugar más caro de la isla?
Vuelvo a repetir que me alegro de que haya una protección del palmeral (y espero que sea más sincera que con el descuidado parque Tony Gallardo). Si pudiéramos viajar en el tiempo probablemente intentaríamos frenar todo lo que se ha hecho en el lugar. Pero bueno, ya está. Se construyeron hoteles, apartamentos, centro comercial y ahora se aprobó el BIC y es probable que el Gobierno de Canarias lo sancione (o no, que ya no sé qué decir). Lo cierto es que (si se ratifica) el escenario ha cambiado: es momento de tender puentes entre los afectados y los interesados para poner fin a este enfrentamiento y recuperar el empuje y dinamismo del sector con un nuevo proyecto para Maspalomas.
Difícil tarea la de establecer un nuevo escenario de diálogo cuando se ha corrido y usado todos los recursos para impedir una actividad en la que nadie había reparado, salvo por la nostalgia de la desaparición del antiguo edificio. Pero es necesario un esfuerzo de todas las instituciones para reponer la imagen de RIU (como una de las más importantes, implicadas y necesarias en el sector turístico canario) y para acordar entre todos (incluyendo a Seaside, principalmente) cómo se prepara el futuro del palmeral de Maspalomas. Un proyecto que puede beneficiar a Gran Canaria pero también a los que hoy día ven limitadas sus opciones y capacidad de decisión sobre los hoteles, comercios y apartamentos existentes en el palmeral de Maspalomas. Ahora todo depende de que el Cabildo grancanario dé a conocer cuál es su proyecto y qué recursos destinará a ese fin en qué plazos. Pero, dada la importancia del icono turístico del principal destino europeo, también deberían colaborar con su máximo apoyo el Gobierno de Canarias y el Gobierno Español. Porque todas las administraciones han opinado y resaltado el valor de Maspalomas, pero las palabras en política han de concretarse en hechos e inversiones y no sólo en protecciones y cambios de reglas de juego de forma improvisada.