sábado, 27 de abril de 2013

No quiero ser como Willy

Paulino y Willy. Willy y Paulino
Vivimos en una sociedad secuestrada. Una sociedad que es guiada y se refleja en los medios de comunicación de masas, esas ventanas que se cuelan en todas las casas para decirnos qué pasa, qué hemos de hacer, consumir o pensar. Empresas de los mass media on más o menos poder y con más o menos claras sus intenciones. En el caso de Telecinco ya sabemos hasta donde llega la basura. En otras ya intuimos los residuos que no son publicidad (descarada o encubierta). Y todo ello a través de unos espacios (espectros le dicen) radioeléctricos o señal digital que ha de conceder la administración pública. Una administración que apenas se fija en cuánto cobrar por la concesión administrativa –que es una miseria-, olvidando su papel de liderazgo social y aprovechamiento de todos los recursos para ese fin, mientras la población enferma de obesidad, violencia o estupidez.

Pero, después, tenemos las llamadas televisiones públicas. Un engendro surgido de cuando se creó el Ministerio de Información y Turismo, sustituyendo o camuflando con un eufemístico nombre a las labores de Propaganda que desde el régimen franquista se desarrollaban. Así, tenemos la TVE, de la que no voy a entrar a analizar su agonía, pero sí recordar que -supongo que sin quererlo- dio lugar a la consolidación de lo canario: la creación del centro de producción de Canarias, gracias al cual se potenció el habla y la unidad territorial (informativos Canarias), el folclore (Tenderete), la Lucha Canaria… Nunca podremos pagar tan importante contribución a la unidad canaria como la de esta iniciativa de la etapa de Manuel Fraga.

Pero, he aquí que después de tantos siglos de Canarias como entelequia, ahora tenemos un Gobierno de Canarias, con su Parlamento de Canarias y sus Consejerías, y la televisión y radio ‘nacional canaria’. Un ente de comunicación de masas y presupuesto público (y supuestamente privado, aunque más que aportar, están ahí para cobrar). La RTVC inicialmente se planteó como un recurso que contribuiría a una mejor difusión en contenidos canarios, tanto noticias como la labor educativa de recuperación y fomento de la identidad y de los recursos que nos diferencian y posicionan en el mercado global.

Los primeros directores pusieron su empeño en poner en marcha la maquinaria, pero desde que Paulino Rivero accedió a la presidencia de Canarias apostó por lo conocido (su conocido y amigo de la familia), situando al frente de RTVC a un locutor de radio formado en la universidad de la vida: Guillermo García, conocido por Willy. Un señor que se ríe del Consejo del Ente, del Parlamento, de la Audiencia de Cuentas y de todo el que pretenda recordarle que lo que dirige es una televisión pública y no un chiringuito de playa privado.

A dedo, sin control y por su criterio personal: el de la universidad de la vida cuyos catedráticos le han dicho que lo que el pueblo quiere es humor facilón y verbenas de barrio, ha utilizado la mejor plataforma que hemos tenido para transformar la sociedad en un lugar anodino, tópico, simplón, donde la mediocridad es sacralizada, sensacionalista, donde la solidaridad es confundida por la caridad y, a todo esto, con un negocio redondo para una o dos empresas, arruinando a todo el sector audiovisual de Canarias. Una oportunidad de oro desaprovechada y un montón de millones de euros desperdiciados para mediocrizar a los canarios.

En la historia de Canarias hay graves casos de retraso autoinducido por nefastas decisiones. El nombramiento y continuidad de este personaje al frente de la Televisión Pública de Canarias es otro de esos graves casos del que nos arrepentiremos durante muchos años. Sobre todo porque con la crisis que estamos padeciendo, se ha convertido en un icono del despilfarro de dinero público por obstinación del presidente canario. Aunque no sólo es este caso, sino prácticamente de toda la política de comunicación del ‘paulinato’. No olviden que todos los concursos públicos relacionados con este sector han sido desmontados por los tribunales con pronunciamientos muy duros.

¿Y qué tiene que ver esto con el turismo? Pues bastante. De ser el principal sector económico de Canarias a ser el último pato en la tele canaria, con un simplón y anodino programa de canarios cinco estrellas y otras iniciativas que no contribuyen a potenciar el turismo, sino a compararlo con ñoñerías horteras como otros programas de la 'willyfactoría', como  La Gala, o Fiesta, Quiero ser como Pepe o demás engendros que no aportan nada a Canarias, salvo a la productora que cobra por su realización.

domingo, 21 de abril de 2013

Teleférico de Tejeda. El sueño del promotor

Estación del Teide construyéndose hace 50 años
Hace unos días manifesté en este espacio mis dudas ante la rentabilidad de un proyecto de teleférico desde Tejeda a un lateral de la base del Roque Nublo. Un argumento que, de no ser fundamentado, haría inviable la inversión y el proyecto, sobre todo por desarrollarse en una zona que es particularmente sensible para todos los grancanarios y, especialmente, para los habitantes de Tejeda. Apenas dos días después de la publicación del artículo en el blog, el promotor de la iniciativa, Rafael Cabrera se ponía en contacto conmigo para facilitarme la información del proyecto y responder cualquier duda que pudiera plantearle. Gracias a esa entrevista, pude conocer durante varias horas, el Plan de Negocio y a la persona que lo impulsa.

El Plan ha sido elaborado por su hija y fue presentado como proyecto de fin de carrera en la Escuela de Negocios Esade. La instalación consta de dos estaciones: una en Tejeda, con servicio de restauración, centro de visitantes y otras dependencias para la venta de merchandising. El proyecto arquitectónico muestra un edificio realizado con piedras y maderas, con un diseño integrado con el paisaje del entorno (muros en piedra y grandes cristales que permiten tienen en el paisaje su gran atractivo). En el trayecto previsto, ya en el entorno de la plataforma del Nublo, en una zona de tierra caliza donde no crece vegetación, se levantan dos torres que soportan por el lado de Tejeda la caída del tendido hasta la estación principal y por el lado contrario conecta con la estación de acceso de visitantes al camino que conduce a las inmediaciones del roque.

El tendido, de unos 5 kilómetros, lo constituyen cables de 5 centímetros de ancho cuya percepción es inapreciable desde un kilómetro y nula a los 1500 metros de distancia. Estos cables dan soporte a dos cabinas con capacidad para sesenta pasajeros que tardan ocho minutos en realizar el recorrido desde un extremo al otro.

La inversión prevista será privada y supondrá unos 15 millones de euros, según se ha publicado. En el estudio realizado, se estima que bastan 150 pasajeros a diario para que se cubran los costes, si bien se estima en una media de 1000 usuarios al día (en una jornada de ocho horas, para evitar doble turno y porque no se precisa que funcione durante más tiempo). Dicha cantidad de usuarios supondría un beneficio anual para la empresa que promueve el teleférico. Con ello, la amortización de la inversión podría ser muy rápida, pero además –como le gusta decir a Rafael Cabrera- “sería el catalizador”, el revulsivo para “poner fin a la agonía de Tejeda y para reactivar la economía del interior de Gran Canaria” donde se ha realizado inversiones y gastos (programas europeos incluidos) de millones de pesetas y euros que no han frenado la decadencia de la zona. De hecho, considera que no sólo daría vida a los comercios locales de restauración y tiendas de productos locales, sino que sería un importante impulso a los museos y centros de interpretación de la zona que son infrautilizados o, tristemente, abandonados a su suerte a pesar de los millones invertidos en ellos.

Para el promotor, esta infraestructura tiene un impacto mínimo sobre el territorio y el paisaje, y aprovecha para reiterar su rechazo absoluto al impacto paisajístico de la obra de reparación de la carretera que une Tejeda con Ayacata, derrumbada hace unos años por las lluvias y de la que queda la huella de unos taludes de cientos de metros que forman una herida en la montaña visible desde cualquier punto de la caldera. Asimismo, recuerda que por toda esta zona se suceden los postes y torreones de electricidad y telefonía (en especial en el Pico de las Nieves), con el impacto real y generalizado de esas instalaciones omnipresentes en el territorio insular.

En el caso del teleférico, aclara, es una idea que ha acariciado toda su vida, si bien es ahora en el momento de su jubilación cuando ha decidido volcar sobre el proyecto toda su experiencia en las numerosas estaciones de esquí y lugares con teleférico (se calcula que en el mundo puede haber más de diez mil, con casos como el cantón de Uri, en Suiza, de menor superficie que Gran Canaria y cuenta con unas cuarenta instalaciones). La práctica totalidad de los teleféricos en el mundo se encuentran en espacios protegidos o en los más importantes enclaves paisajísticos y ninguno ha dejado de funcionar. El caso más próximo, el Teide (Parque Nacional y Patrimonio de la Humanidad), el tendido cuenta con cuatro torres, tres de 50 metros de alto y una de 25, mientras en el Nublo se contaría con dos en la Foguera y ladera blanca, con un tamaño que no supera los 35 metros de altura. Un proyecto que le obsesiona desde hace años porque está convencido que esta iniciativa impulsaría la actividad de Tejeda y también de la isla, al potenciar el conocimiento de su paisaje interior.

Como esquiador y experto en golf, Rafael Cabrera ha visitado y utilizado los mejores y más famosos establecimientos para practicar el esquí y el golf. Como tejedense, quiere vivir con el Roque Nublo como referente del paisaje que a lo largo de generaciones ha disfrutado su familia. Pero además, tiene una vocación frustrada, la geología y en especial la historia volcánica de Canarias con uno de sus más destacados fenómenos: la caldera de Tejeda y su proceso de hundimiento y taponamiento que le dieron su forma inicial y espectacular, como caso muy particular del vulcanismo en el mundo. Durante largo rato va explicando sus opiniones sobre este enclave y cómo cautiva a todo el que lo conoce, entre los que figuran muchos amigos suyos y de su familia, llegados de todo el mundo y conocedores de los lugares más atractivos del planeta, pero que quedan sorprendidos al conocer el paisaje tejedense. Un anfitrión que contagia a todos los que le escuchan con su pasión por el origen e historia del lugar, el mismo donde quiere construir un teleférico en un entorno del que quiere mantener y resaltar su valor paisajístico con un recurso que facilitaría su disfrute desde perspectivas hasta ahora no posibles y que provocan la decadencia y el desánimo en la zona.

Seguimos hablando de volcanes, de los distintos métodos de análisis para datar la historia de la isla. También explica cada tipo de volcán con su nombre científico y reitera que Gran Canaria es el lugar del mundo donde se encuentran más variedades de volcanes  en un pequeño territorio. Un recurso que no mostramos adecuadamente a los turistas para promocionar la isla.

Reconoce que no ha sabido comunicar la idea a los grancanarios, aunque ha usado los medios a su alcance y que su tiempo le ha permitido (no existe web promocional). Ha charlado con todos los tejedenses, con su entorno de amistades y con los medios de comunicación que ha podido, sin contar con un presupuesto para una campaña divulgativa. Pero a pesar de su esfuerzo, entusiasmo y sinceridad, ha sufrido los comentarios peyorativos hacia su proyecto y su persona como especulador insensible, así como le molestan las composiciones fotográficas que no tienen que ver con su proyecto porque siente el mismo rechazo ante las aberraciones con las que han querido presentar su proyecto. De hecho, considera que el argumentario de diversos opositores tiene muchos lugares comunes y propuestas que son inviables, como lo han venido siendo durante décadas de imparable descenso de la actividad económica en Tejeda y su entorno. Pero eso no resta a su pasión y sentimiento por la isla y por Tejeda, ni reduce su determinación por el posible éxito del proyecto en el que tiene una importancia fundamental su amor al paisaje y a sus raíces.

La población de Tejeda está estancada desde hace décadas y en 2012 se situaba en 2119 personas, doscientos menos que hace 30 años y con un perfil que presenta una pirámide poblacional con un acentuado envejecimiento y con predominio de los varones frente a las hembras (145 más). Con dramáticas cifras de paro en un municipio donde no hay ni quince empleos por cuenta ajena que no sean con alguna administración pública.

Cabrera se pregunta “¿No permitir el teleférico solucionaría los problemas de la cumbre? ¿Su rechazo evita un impacto ambiental de proporciones inasumibles? ¿Se perdería una oportunidad real de atraer turismo al interior de la isla? ¿Hay alguna otra persona dispuesta a invertir en el centro de Gran Canaria? ¿Por qué se rechaza una infraestructura que no costará dinero y cuyo trámite supondrá la mayor recaudación por licencia de obra de la historia de Tejeda? ¿El tránsito de mil personas y 20 guaguas a lo largo del día afecta a la zona o al Nublo?

Rafael Cabrera imagina el teleférico y su entorno como un gran parque temático natural en el que el paisaje, los recursos existentes (museos, restaurantes, centros de interpretación, productos de la comarca, tradiciones…) se potenciarán al máximo con un equipamiento que facilita la conexión física con el acceso a la base del Roque Nublo y, a la vez, es una atracción en sí misma por la espectacularidad del trazado. Por el contrario, se lamenta que haya una parte de opositores a su proyecto que realiza montajes fotográficos irreales, mezclados con falsas actuaciones y con parodias a su promotor (incluso caracterizado como Hitler en la secuencia más delirante de la película ‘El hundimiento’). Cuestiones que dificultan un debate sosegado sobre el verdadero impacto social, ambiental y económico del proyecto.

No se puede mantener una conversación con un tejedense sin recordar que hace cincuenta años no había un solo pino en Las Mesas, el Nublo o el entorno. Una deforestación provocada por la necesidad, tanto para obtener la pez para calafatear los barcos en el puerto, como para la construcción de viviendas y otras industrias de la madera. Esa ausencia de pinar facilitó la expansión de una especie foránea, el almendro, gracias a los cuales se evitó algo de erosión y ha creado una estampa única por el contraste de los escarpes pintados con paletas en flor. Sin embargo, la labor de repoblación iniciada hace medio siglo (Matías Vega, Ervigio y Federico Díaz bertrana, Nogales, Jaime O'Shanahan, Manuel Díaz Cruz…) ha transformado el paisaje desértico por un bosque de pinos.

Volvemos a las cifras y datos. El teleférico movilizaría –según sus cálculos- un máximo de una guagua cada media hora para realizar el viaje de ocho minutos que le permitiría sobrevolar el cauce del barranco y disfrutar de otras perspectivas de la caldera con esa sensación de vértigo sobre el abismo característica de los teleféricos, pero con la diferencia de que no se puede comparar las estaciones y equipamiento con las instalaciones de teleféricos de hace un siglo hasta nuestros días, con edificios amazacotados y ostentosos, pero que ni han sido retirados ni transformados… Por el contrario, Cabrera considera que su concepto de teleférico se adapta a las demandas sociales del momento y el lugar, así como aplica las mejoras tecnológicas que se han producido para este tipo de infraestructuras. De hecho, considera un contrasentido no cuidar al máximo el entorno que hace posible la rentabilidad social y económica del proyecto.

Rafael Cabrera insiste que todo el territorio está protegido, por lo que el beneficio económico que se produzca repercutirá en un mayor cuidado del paisaje natural y cultural de Tejeda como recurso turístico del gran parque temático natural de Gran Canaria, y también será un beneficio pedagógico porque los isleños y extranjeros disfrutarán de un uso sostenible de los espacios protegidos en un destino turístico que atrae más de tres millones de turistas al año y que no ha logrado hasta el momento un trasvase de rentas al interior de la isla que permita su supervivencia.

jueves, 18 de abril de 2013

Marcas turísticas en Canarias, el laberinto de Babel

Una versión del escudo capitalino
Pues sí, menudo lío este de la marca turística. Un problema grave, sobre todo cuando estamos en un momento y un territorio en el que no se puede errar en la definición de la marca para poder competir en un mercado global donde ganan los que tienen una marca potente y bien posicionada. ¿Y qué es una marca? Podría recurrir a los gurús de la publicidad o el marketing, pero a mí me encanta la definición la que utilizara José de Viera y Clavijo (1731 - 1813) para describir la ilusoria isla de San Borondón: “Tiene la propiedad de presentarse a los ojos y de huirse entre las manos”.

¿Y quién crea la marca de un destino turístico? Pues nadie mejor que nosotros que además de conocer nuestro territorio, nuestra historia y nuestras capacidades, llevamos en el ADN el turismo y sabemos lo que podemos ofrecer al mundo (incluso podemos crear nuevos objetos de deseo). Aunque, tristemente, hay mucho osado en cargos públicos que cree que con dinero (de los contribuyentes) se puede obrar el milagro y crear una marca artificial contratando una consultora foránea que nos dice cuáles son nuestras fortalezas, debilidades y qué es lo que tenemos que enseñar y vender para que vengan turistas… Y todos tan contentos. Los políticos porque se creen que han encontrado la piedra filosofal, y los consultores porque pueden dedicarse –con un buen sueldo- a modelar una identidad. Pero ¿se puede crear una marca de un destino sin la identificación de sus habitantes? ¿No es algo que se construye día a día, permanentemente, desde el pasado al presente y que debe potenciarse y renovarse constantemente?

Dicho esto, hablar de la marca turística de cada isla, de cada destino, de cada producto o del conjunto de Canarias es, posiblemente, el más difícil todavía del especialista en branding. Y es que puede que en el mundo no haya muchos casos similares donde se produce tanta variedad de destinos y productos en un mismo territorio y que funcionan todo el año con diferencias por temporada. Quizás tenemos más productos y destinos que nadie. Quizás cada uno (más de uno seguro…) de ellos puede tener varias opciones, pero lo más importante es saber que tenemos varias marcas, así como los clientes más fieles y reincidentes. Una masa de usuarios que hemos de saber gestionar y mantener. Turistas que repiten porque saben que aquí encuentran el mejor clima, junto a otras potencialidades: el paisaje, la naturaleza, la variedad de ecosistemas, el hecho insular, la seguridad y la hospitalidad, además de unos originales paisajes culturales, con su agricultura, sus formas de extraer cultivos del volcán o de las laderas enriscadas, el aprovechamiento de los recursos para una arquitectura única en el mundo, tanto en poblados trogloditas como en las diferentes versiones de viviendas, su folclore, la hospitalidad y la variedad de costas y playas… Y un sinfín de cosas que en cada rincón encontramos.

Pero, además, tenemos ciudades cosmopolitas y para el ocio, consideradas entre los principales destinos turísticos para determinados tipos de usuarios (adultos, gays, deportistas…) todo ello (casi) gracias al esfuerzo de todos y al sacrificio de muchos de los lugares de mayor calidad ambiental y paisajística de este territorio, en aras de un desarrollo que pocos lugares en el mundo han tenido en tan poco tiempo.

Y todo esto sirve de introducción, aunque breve sobre el origen de la marca canaria (que he documentado en un trabajo -inédito- que me ayuda a ocupar mis neuronas en algo más productivo que escuchar cómo se hunde este barco desguazado). Lo importante sobre este tema, ahora, es que no hay acuerdo ni estrategia común sobre los diferentes niveles de marcas sobre destinos/territorios y productos/recursos, tanto en el ámbito local como en el insular y autonómico.

En una reciente charla que ofrecí en la sede de un partido político (cuyos afiliados me invitaron a compartir mis conocimientos, lo cual les honra por abrirse a otras ideas y no creerse en posesión de la verdad absoluta), les respondí que la marca aporta valor al destino o al producto, pero también puede ser un elemento de confusión. Por ejemplo, si se publicita Canarias en la Península, los potenciales clientes reconocerán Tenerife y Lanzarote, pero si por el contrario la campaña es en los países nórdicos, las beneficiadas serían Gran Canaria y Fuerteventura.

Hay otras muchas cuestiones: Canarias es multidestino,  multiproducto con una enorme variedad de propuestas y todas importantes, y cada isla también tiene una enorme complejidad.

Pero, lo más grave es que lejos de alcanzar un consenso y colaborar todos en unos objetivos comunes y el apoyo conjunto a las iniciativas, existe un enfrentamiento abierto entre el Cabildo y la capital grancanaria por la decisión de su responsable turístico, con el apoyo del consistorio presidido por Juan José Cardona, al utilizar para sus productos el acrónimo LPA. Muy a pesar del esfuerzo por hacer entender su opción el concejal Pablo Barbero (profesional del sector turístico e hijo de un ‘histórico’ también del turismo en Canarias) intentando explicar que Las Palmas de Gran Canaria no dejará de ser el nombre y el referente de la ciudad, pero que dentro de esta ciudad hay productos que quiere promocionar de forma directa y fácil, muy visual y menos compleja que el topónimo oficial. Pablo Barbero gusta explicar este caso con el ejemplo de una de las marcas más reputadas internacionalmente: McDonalds, cuyos productos tienen nombres propios a los que identifica sólo con el Mc.

Pero Bravo de Laguna, presidente del Cabildo, tal como comentó en el encuentro con el Skal Club de Gran Canaria el pasado viernes en la Hacienda del Buen Suceso, en Arucas, tiene una profunda discrepancia con el uso de LPA para señalar cualquier producto de turismo en la capital grancanaria. Como presidente insular, su objetivo es potenciar el nombre de Gran Canaria y por ello muestra su preocupación por la pérdida de oportunidad con ‘escaparates’ tan importantes como el equipo de fútbol representativo, UD Las Palmas, mientras en la isla de al lado, el equipo se llama CD Tenerife, además de otros ejemplos similares. Y en eso, somos víctimas de nuestra propia lucha (y la de las demás islas) por acabar con la opresión de la capital de la provincia única (leer ‘Santa Cruz dominadora. El centralismo interno y la provincia imposible en el XIX canario’ de Agustín Millares Cantero, RSEAP de GC. 2004) y de las circunstancias administrativas y políticas españolas. Una lucha que no era insularista, sino contra la corrupción del sistema de una provincia única que supuso el auge de un centralismo a costa del resto de poblaciones.

“La fragmentación de la unidad isla-municipio en numerosos ayuntamientos”, junto a un “esquema departamental en su versión napoleónica, absolutamente inadecuada para un país fragmentado”, como es el Archipiélago Canario, sólo sirvió para agudizar las luchas “por la supremacía en las relaciones comerciales con el extranjero y administrativas con Madrid, junto al predominio sobre los mercados interinsulares” ('Historia Contemporánea de Canarias'. VV.AA. La Caja de Canarias). Unas luchas contra el centralismo instaurado en Santa Cruz en detrimento del desarrollo del resto de islas.

Lo cierto es que El Real de las Tres Palmas, ciudad fundacional de realengo, primera aventura colonial fuera del continente de los castellanos y posterior escala de aventureros decubridores (Colón, Pizarro, Hernán Cortés, Magallanes…), sufrió unos derroteros que la llevaron a convertirse en Las Palmas, por aquello de la división en dos provincias en 1927, aunque quince años antes se había instaurado una nueva forma de gobierno: los Cabildos Insulares, que permitieron suavizar la presión asfixiante e insolidaria de la provincia única con capital en Santa Cruz. Y así hemos conocido el nombre de Las Palmas durante un largo periodo hasta hace bien poco –casi hasta ayer- cuando Las Palmas era la ciudad “levítica y conventual” junto al Guiniguada, como la llamara Pancho Guerra, y (casi) la isla. Al tiempo que seguíamos (y seguimos) llamando a la zona de La Isleta como ‘el puerto’. Pero el tema que nos trae aquí no es el origen del nombre sino su complicación y la necesidad de armonizar marcas toponímicas en un territorio complejo con competidores que a la vez han de ser colaboradores.

Así, nos encontramos con que tenemos Canarias, con ocho sub marcas (una por cada isla, ya que todas han terminado siendo destinos turísticos) y en cada isla sus propios sub destinos (salvo La Graciosa) casi todos surgidos de la nada hace menos de 50 años. Lanzarote con Costa Teguise, Puerto del Carmen y Playa Blanca/Papagayo. Fuerteventura con Corralejo, Parque Holandés, Caleta de Fustes y Jandía. Y Gran Canaria con su capital, y las costas de Mogán (donde tenemos Puerto Rico, Taurito, Puerto Mogán…) y San Bartolomé con Maspalomas Costa Canaria. Además de las zonas de la provincia tinerfeña. Y no olvidemos que dentro de cada uno de estos destinos toponímicos encontramos numerosas marcas particulares o de empresas.

Sin embargo, Las Palmas de Gran Canaria, uno de los primeros destinos modernos del turismo de Europa (en 1911 contaba con 14 hoteles, un balneario, el primer campo de golf de España, club de vela…) ha terminado siendo víctima de la importancia de la ciudad de Las Palmas, de su lucha por constituirse en provincia y de la convicción de las instituciones locales e internacionales como la IATA al denominar al aeropuerto de la isla (en aquella época, de la provincia) como Las Palmas (LPA).  Un hecho que ha sido valorado por el especialista en marketing que fue contratado por el Ayuntamiento hace cinco años para aprovechar ese acrónimo como marca identificable por los millones de viajeros que han viajado en avión a Gran Canaria desde hace más de sesenta años, para crear un paraguas de productos que la capital insular quiere proyectar a los turistas que nos visitan.

Es cierto que a una isla no se llega por carretera de pueblo, sino por el aeropuerto o el puerto de la isla. Y durante décadas esas infraestructuras no se reconocían insulares. Por ello, la apuesta por el acrónimo, permite al Ayuntamiento capitalino una conceptualización de los productos bajo unas siglas reconocibles, lo que permite crear diversos logos que reúnen el texto y la gráfica. Una ciudad que reclama y rescata para la promoción de sus productos turísticos el código IATA que reconoció hace décadas que la provincia tenía un acceso para la aviación ligado a la capital. Era la mentalidad de la época y de la isla, si bien hace un siglo se crearon los Cabildos Insulares, 15 años antes que la división provincial, originándose las instituciones que fueron/son una lógica territorial aplastante (frente a la organización provincial napoleónica o a los fallidos intentos unitarios de la provincia única o las graves injerencias en la ordenación y planificación insular que realizan los gobiernos ‘autonómicos’).

Podrá estar equivocado el Ayuntamiento capitalino, pero hasta ahora ¿ha habido algún responsable político que esté coronado por el éxito en su proyecto turístico en la isla o en la ciudad? ¿Cuántos han sido profesionales del sector? ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con que la actividad económica y social más importante de la Isla ha sido considerada la ‘María’ de las competencias administrativas de cada institución? ¿Alguien pensaría hace 42 años que el garabato con forma de uña prescindiría de la palabra Nike para que fuera reconocida en todo el mundo? Pues eso, en vez de criticar y enfrentar ¿por qué los grancanarios no nos apoyamos en las propuestas y actuamos con rapidez si es necesario cambiar el rumbo de las cosas? Veamos cómo funciona LPA y las demás marcas y productos, así como potenciemos –donde sí que es necesario- la marca de Gran Canaria, como es el fútbol. ¿O acaso no ha gastado ya suficiente dinero el Cabildo en apoyar y mantener el equipo representativo de ¿la provincia?...

viernes, 12 de abril de 2013

La costa para el que la ocupa

Una costa de bloques y barandillas sobre la marea
¿Por qué para algunas cosas se recurre a los derechos adquiridos con el tiempo como si fuera suficiente para legitimar cualquier actuación? ¿Acaso las cosas mal hechas no deberían corregirse? En el fondo, ese era el objetivo de la Ley de Costas de 1988 que ahora se modifica para volver a convertir nuestro territorio más codiciado en objeto de mercadeo y de agonía imparable del sector turístico de sol y playa a manos de quienes convertirán esa franja dorada de España en espacios degradados y sobreocupados.

Durante siglos, el litoral era un continuo de terrenos sin valor. Incluso hay quien afirma que las herencias se distribuían repartiendo los terrenos agrícolas y con agua (de riego, claro) entre los descendientes más inteligentes, mientras el resto se llevaba las peores tierras y, por supuesto, el más perjudicado se llevaría los terrenos en la costa. Todo esto cambió el siglo pasado, cuando todas las miradas (especulativas) se fijaron en aquellos terrenos donde las dunas y el mar impedían cultivar hortalizas pero tenían un atractivo especial para los nórdicos que llegaban desde lugares remotos, fríos y con escasas horas de sol a lo largo del año.

Sin embargo, la necesidad de divisas hizo que se vendiera a precio de saldo los espacios de mayor calidad ambiental del país: la costa. Lo que atrajo mucho dinero (pudo ser más, pero somos así de generosos) y los fondos de inversión y el dinero que se podía invertir en países subdesarrollados gracias a la Ley Strauss, causaron estragos en nuestras costas. También es cierto que había funcionarios públicos que eran poco escrupulosos en su trabajo, colocando los pilones de los deslindes “en marea baja”, según comentaba con su ironía habitual el compañero Ángel Tristán Pimienta. Sólo así se explican algunos mamotretos que se inundan cuando hay mareas altas.

La picaresca o la impunidad de quienes se sentían amparados por una administración ineficaz o corrupta dio lugar a los mayores desmanes y desastres que padece el litoral, en especial en esta región alejada y donde la costa es el principal objeto de deseo especulativo. Muchos son los destrozos y saqueos del dominio público del litoral canario, antes y después de la Ley de Costas de 1988, pero ahora regresamos a otra etapa de privatización y destrucción de la costa. El Congreso, con la mayoría aplastante del Partido Popular y la complicidad de autonomías como la canaria que arguyen la defensa de pueblos costeros tradicionales, va a sacar adelante una nueva ley de costas que reduce a una quinta parte la franja de dominio público, al pasar de 100 metros a tan sólo 20 el espacio que custodia el Estado (que supuestamente somos todos). Dicho y hecho, en Canarias hay 1583 kilómetros de costa en los que se reduce en ochenta metros el dominio público para dejarlo  en un hueco en el que apenas cabe un paseo.

Imagínense esos ochenta metros por más de mil kilómetros lo apetecible que es para algunos que ya no sabían a qué echarle el guante en este país donde la honestidad es una especie a extinguir... Bueno, como si eso importara a alguien.

lunes, 8 de abril de 2013

Sombras del teleférico

Trazado planteado del teleférico
“...altar de mi tierra amada,
hay nieve y sol en la cumbre
cumbre de mi Gran Canaria.”
Néstor Álamo


Se abre otro capítulo del culebrón del teleférico entre Tejeda y el Nublo. Una iniciativa que nos recuerda aquella del teleférico que se quiso instalar entre Agaete y Tamadaba y que suscitó el rechazo de naturalistas como Gunther Kunkel, cuya postura le costó el ostracismo institucional desde el Cabildo que presidía por aquel entonces Lorenzo Olarte.

Yo -adelanto-, estoy tan a favor y en contra de este proyecto como de las autopistas, carreteras, trenes, prospecciones petrolíferas, pistas aeroportuarias, cárceles, basureros, centrales eléctricas, puertos y demás infraestructuras que alteran el paisaje. O sea, que somos unos hipócritas a la hora de exigir el respeto al paisaje y después quejarnos de que nos falla la electricidad o no llega una mercancía a tiempo a la tienda porque en el puerto o en las carreteras hay algún problema.

Sin embargo, en este caso, desde hace más de dos años he esperado pacientemente conocer cuál es el plan de negocio y el estudio de viabilidad de esta infraestructura, sin que haya visto nada parecido o aproximado a esa necesaria reflexión sobre qué queremos y para qué. En todo caso, he leído las opiniones sobre la necesidad de que Tejeda no pierda población por su lejanía y que estaríamos hablando de una inversión de 15 millones de euros.

Yo pienso que el problema de Tejeda no se soluciona facilitando el acceso al Nublo desde el pueblo con esta infraestructura. Quizás ese dinero serviría más para hacer más interesante la visita a Tejeda dentro de las rutas del Centro, Norte/Sur y Cumbres que obligando al visitante del Nublo a bajar al pueblo para darse el 'viaje' (de ida y vuelta) en teleférico, cuando lo que desea es pasear por el símbolo geológico de Gran Canaria, sobre todo cuando ya hay una carretera que nos permite visitar el Pico de las Nieves, Las Mesas y Ayacata, a la vez que nos deja en la degollada para que demos un paseo a pie hasta la base del Nublo.

Otra cuestión es el gasto de 15 millones de euros (dando por válida esta cantidad) para una instalación que debería contar con una masa de usuarios suficiente para su rentabilidad, mantenimiento y que compense el impacto que tendrá sobre uno de los paisajes más representativos de nuestra imagen turística. Ni que decir tiene que inversiones señaladas como el mirador de la Degollada de Becerra, el Centro de Interpretación del Bentayga y otras instalaciones han sido víctimas de esa escasa afluencia de usuarios y, cómo no, del saqueo por abandono.

Lo cierto es que no sé a qué viene que el Cabildo desempolve esta iniciativa polémica, cuando hay tanto por hacer en el ámbito del turismo en esta isla (entre otras cosas, rebajar la tensión entre paisajismo e intervencionismo), sobre todo con la urgente puesta en marcha de una vez de los órganos y recursos para consolidar y garantizar la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, certificación que podríamos perder en los próximos meses por falta de reflejos (o voluntad política) de los responsables del Cabildo. Ésa posible pérdida de la Reserva de la Biosfera sí que es una amenaza real y definitiva para el pueblo de Tejeda y para el conjunto de Gran Canaria.