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José Julio Cabrera y Míchel Jorge Millares.
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Günther Kunkell era un vago recuerdo de la infancia cuando me lo presentó Pepe Julio, en uno de los retornos de Almería del botánico alemán, allá por los años 90. Recuerdo, o lo imaginaba, como un retrato de Ernest Hemingway, aunque sigo empecinado en el gran parecido entre ambos. Y aproveché aquella presentación para comentarle que, casualmente, había visto en una tienda de instrumentos un artículo enmarcado en un lugar destacado del comercio. Era casi inevitable fijarse en él y leerlo. Con la sorpresa de que era
un recorte del Diario de Las Palmas, con una entrevista al propio Kunkell y firmada por mi padre, el periodista Luis Jorge Ramírez, donde se anuncia la creación de ASCAN, la asociación pionera en España en la defensa de la naturaleza, tras la que surgió ATAN en Tenerife.
El científico y gran impulsor del movimiento conservacionista en Las Palmas, nos comentó que Luis Jorge tuvo mucho que ver en esa iniciativa. Más allá de divulgar las noticias de la asociación. Y aquí viene la parte en la que conozco a Pepe Julio y comienzo a formar parte de la directiva de ASCAN, un movimiento de la sociedad civil con muchas aspiraciones y retos, el apoyo de más de un millar de socios, con numerosos apoyos de afiliados de diferentes países..., y ahí comenzó mi compromiso con ASCAN, con un papel de colaborador activo y
con la referencia como presidente de Pepe Julio, lo que hace de esta obra un testimonio fundamental para conocer los entresijos de esta faceta de la historia del ecologismo en Canarias, así como de otros colectivos que tenían como vínculo el interés por la naturaleza de las islas.
Una obra que arranca desde los últimos años de la dictadura y el tránsito a la democracia, de un estado centralista a un territorio con leyes que protegen el territorio, donde hubo represalias personales como respuesta a posicionarse frente al poder político y económico, contra el abuso sobre el territorio, siendo Günther Kunkel una de las víctimas, pero no la única.
Son muchas las actividades en la vida de un ecologista como Pepe Julio, que confiesa (y somos testigos) haber vivido una entrega absoluta a su permanente búsqueda de conocimiento y aprendizaje de la naturaleza canaria, de su defensa, en un constante esfuerzo de superación, incluyendo su obsesión por conseguir los títulos universitarios que no pudo obtener en su juventud, pero que demuestran su inagotable necesidad de conocimiento y su capacidad de trabajo en el ámbito académico, ya que en el social o en el de investigador autodidacta ya disponía de un currículum nada despreciable en un mundo en el que la teoría prima sobre otras aptitudes o trabajos realizados para el reconocimiento universitario.
Yo conocí a Pepe Julio porque él quiso contar con un profesional de la comunicación en la directiva de ASCAN y, junto a otros miembros de la directiva, me lo planteó y no tuvo que recurrir a otras personas porque, sin conocerlo, supe que podía confiar en él y ayudar a la directiva a defender el patrimonio común.
Acababa de aprobarse la Ley de Espacios Naturales de Canarias y la Ley de Costas. Comenzaba otro escenario de lucha medioambiental y de opinión pública en el que las normas y los procedimientos requerían más implicación y conocimientos. La directiva estaba formada por profesionales y científicos, los que se pueden citar los menciona Pepe Julio en esta obra, mientras que los que han decidido permanecer en el anonimato tienen nuestro agradecimiento profundo y el reconocimiento personal de la amistad. La solidez argumental y la determinación del presidente produjeron un respeto social e institucional, como sucedió con otros colectivos en otras islas, localidades o en campañas de lugares icónicos de nuestra naturaleza. Una etapa en la que era mayor la preocupación social por el desbocado desarrollismo y que tenía enfrente a un variopinto movimiento ecologista que contaba con el liderazgo, el mensaje y el activismo de César Manrique.
Era el momento de organizarse en el ámbito autonómico, romper con las fronteras insulares porque el problema -la crisis- afectaba al territorio de todas las islas y no podíamos actuar sin coordinación. Por ello,
me designaron como representante en las asambleas que celebramos por las islas para crear la Federación Ecologista Canaria. Reuniones en Tacoronte, Tefía, Haría, Mazo… donde debatíamos como coordinar un movimiento asociativo junto a un modelo asambleario que estaba representado por varios colectivos sin estructura y con mucha voluntad. ASCAN en aquel momento contaba con más de mil socios y se extendió a Fuerteventura.
Ahí, en la isla Majorera se originó el conflicto de salida de la Federación Ecologista. El proyecto de un parque eólico en el istmo de La Pared fue denunciado por ASCAN y el resto de colectivos rechazaron nuestro posicionamiento (o se abstuvieron), siendo acusados de defender los intereses de Unelco (hoy Endesa-ENEL) al ir contra la implantación de un parque eólico. Las energías renovables eran la prioridad sobre cualquier otro criterio. Y así lo discutimos ampliamente en una reunión en el Vivero de Tafira, con presencia de un representante de Greenpeace invitado por los otros colectivos. El Parque eólico estaba proyectado en un Parque Natural.
ASCAN mantuvo su compromiso con la Federación que defendía el lema ‘ni un paso atrás en los espacios naturales’, y este caso revestía una enorme gravedad por tratarse de un espacio donde los ejemplares de hubara canaria (Chlamydotis undulata fuertaventurae) se apareaban, además de que supondría una barrera para el tránsito de entre el norte y la península de Jandía para esta especie en peligro de extinción. Otros colectivos no lo vieron así, a pesar de que ASCAN planteó alternativas, como ubicar el parque eólico junto al Molino de Antigua, donde según los estudios realizados por el catedrático de la ULPGC, Roque Calero, se contaba con la misma cantidad, velocidad y constancia de viento que en La Pared y, sobre todo, no había ningún problema con las hubaras canarias.
Hubo muchas acciones que probaron la absoluta honestidad y valentía por parte de dirigentes de ASCAN, especialmente por parte de su presidente (la asociación, propio del tiempo en que se creó, tenía un pronunciado carácter presidencialista). En este sentido, tengo que citar dos casos: el rechazo a la construcción del teleférico de Agaete a Tamadaba y la venta inexplicable de Guguy. Protagonizadas por Kunkell y Pepe Julio, respectivamente. Yo viví directamente la situación padecida por Pepe Julio, entonces empleado de La Caja Insular de Ahorros que había vendido los terrenos en una rocambolesca transacción que se convirtió en un largo viaje de ida y vuelta por paraísos fiscales y testaferros.
Pero, pasen y lean. No voy a adelantar acontecimientos. Aquí,
en estas páginas, podrá conocer el qué, quiénes y por qué de la ecología. Un documento muy esclarecedor en un momento en el que nos congratulamos de la inquietud despertada en algunas personas por los temas ambientales, pero sin perspectiva, fruto de su bisoñez medioambientalista, si acaso no es una pose o una falsa conversión por motivos muy alejados del ecologismo. De todos modos, bienvenidos/as sean. El debate sobre el futuro del planeta debe ser la principal preocupación de la humanidad en este comienzo de siglo que se nos escapa rápidamente de las manos.