Condenados a la diáspora. La cultura canaria agoniza. |
Pero bueno, si la cultura siempre ha estado en crisis, creo que en la actualidad padece uno de los peores momentos de su historia a pesar de vivir en pleno siglo XXI… Y es que Cristóbal Montoro (ministro de Hacienda y Administraciones Públicas) ha impuesto una persecución económica y fiscal al sector cultural de este país sin importarle que miles de concejalías de Cultura y otros organismos (dirigidos por militantes de su mismo partido) son conscientes de la necesidad de una actividad cultural y creativa para que sus comunidades progresen. Pero él tiene una conciencia sectaria y megalómana (propia de los gobiernos de la metrópoli) que reacciona urticariamente ante cualquier atisbo de libre pensamiento (pero no es el único partido o político que piensa así, lamentablemente).
Por un lado, ha convertido la inversión en actividad cultural en algo poco atractivo económicamente. Los impuestos y costes hacen ruinosa la actividad, al contrario que el toreo o la industria porno… Spain is different… Pero ¿qué es cultura? O mejor dicho ¿qué no es cultura? ¿Qué aporta la cultura a un país? Pues no sé qué pensará el político Montoro al respecto, pero no sólo ha subido los impuestos al sector como si se tratara de un bien de consumo y no una apuesta por una sociedad que pierda el miedo a crear, o sea, a emprender. Sino que incumple las instrucciones de la Unión Europea y se anticipa a la Directiva de la UE sobre derechos de autor para establecer una normativa que provocará cientos de millones en indemnizaciones. Pero es que además, incumple las promesas electorales de su partido (aunque esto no me resulta extraño) y deja a España sin una ley de mecenazgo que acabe con el sistema chanchullero de la ley 49/2002 y que uno de sus más rutilantes logros es que España y Alemania sean los países con mayor número de fundaciones en Europa. Si bien en España, las fundaciones son muy originales, mayoritariamente dependientes de (o creadas por) organismos públicos del Estado o demás administraciones (junto a universidades y centros de ciencia), y que constituyen un entramado cuyo único objeto es eludir los lentísimos y complicados procedimientos administrativos que paralizan al conjunto de la sociedad: la ley, la trampa y el derrotismo agónico de todo un país parasitario.
Sólo un sector o parcela se ha visto parcialmente beneficiado y con algunos éxitos: la producción cinematográfica. Hemos visto realizar algunas iniciativas que tienen un toque de canariedad (Furia de titanes, Fast and Furious, o Wild oats con la presencia de grandes estrellas como Shirley MacLaine y Demi Moore). Pero las brillantes mentes de este estado se han quedado cortitas con esta iniciativa, ya que los incentivos fiscales sólo apuestan por películas de hasta tres millones de euros. O sea que se apuesta por la pequeña producción y se impide la realización de grandes producciones el desarrollo de la industria cinematográfica en estas islas, ya que les compensa traerse de fuera al personal y, además, la burro-cracia de este país hace que los empleos que podría crear este sector no figuran entre los cursos de formación subvencionada en el catálogo de cualificaciones profesionales (por ejemplo, los especialistas o, más sorprendente aún, el ruso o el chino…)
Pero además en Canarias la cultura sufre el ser ultraperiféricos, o ultrajodidos.
No sólo está mal la cultura en la península ibérica, sino que apenas existimos para su red de establecimientos y plataformas culturales. Como ejemplo, el productor televisivo Santi Falcón manifestaba su asombro de que las televisiones en la España continental compartieran programas (entre gallegos, manchegos, andaluces, vascos, catalanes…) pero en ningún caso divulgaran algún programa ‘made in Canarias’, a pesar de que los niveles de audiencia de la televisión isleña superen al logrado en otras comunidades. Por el contrario cadenas de Holanda e Inglaterra están negociando actualmente la adquisición de los derechos de emisión de formatos de estas ínsulas (posiblemente tendría más éxito en la América hispanohablante).
Así que ni productos televisivos, ni las grandes producciones cinematográficas, pero es que tampoco el teatro, la música o las exposiciones (salvo que sea a costa de los propios canarios) como fue la producción de Mestisay (siempre osados) con ‘El cabaret del capitán Varela’ que llegó a la Gran Vía de Madrid; o el llamativo caso de la exposición producida por la Fundación César Manrique ‘José Saramago. La consistencia de los sueños’ que se celebró en Lanzarote y después en Lisboa, pero no ha circulado por la península.
Y no sólo la distancia es el olvido (y en ocasiones el desprecio a estos suramericanoafricanos que son los canarios), sino que también es la discriminación por vivir en estas islas. Porque siendo supuestamente españoles no podemos llevar a la Península una exposición de cuadros, esculturas o una edición de libros sin que nos cobren un impuesto que no se cobra a ninguna otra provincia o ciudadano de otro país de la UE. ¡Y sólo se nos cobra en España! Lo que, además, ocasiona una pérdida de tiempo injustificada: entre uno y dos meses para superar los trámites y controles de la obra que se debería exponer.
Y aquí tampoco podemos quejarnos. Donde tenemos una red de auditorios que algunos ayuntamientos no pueden abrir porque no tienen ni para pagar la factura de la luz. O aquellos equipamientos que hemos pagado con nuestros impuestos y no pueden usar los productores canarios por los precios abusivos que han impuesto (y también algún que otro recelo personal del que han nombrado para dirigirlo). Eso sí, con el dinero de todos, algunos de estos equipamientos culturales públicos se gastan una pasta gansa en programar algunos espectáculos mediáticos que, fíjense, dejan pérdidas que tenemos que sufragar los ciudadanos isleños. Y es que en esta comunidad hemos pasado de gastar la mayor parte del presupuesto de Cultura en un solo festival musical a tener un sector cultural en el que sobreviven mejor los intermediarios bien relacionados con la política (la casta isloteña) mientras malviven los productores profesionales con un agobio de impuestos y cotizaciones que hacen de esta vida un sufrimiento insoportable. Y no olvidemos que siempre llaman a los responsables de industrias culturales para participar gratis en todo tipo de eventos porque así nos promocionamos, o les invitan a presentar trabajos a festivales como el de cine de Las Palmas donde no hay premio para la producción isleña pero puedes ir a algún cóctel mientras los encargados tienen su sueldo garantizado y llenan el cartel con la buena volutad/necesidad de los creadores locales.
¿Y el turismo? Pues lo cierto es que hace mucho que desaparecieron los músicos canarios de los establecimientos de los sures turísticos. Ahora todas las actividades de animación se contratan a una empresa balear que a su vez contrata músicos y acróbatas de los países de la antigua URSS, africanos u orientales. A mí no me salen las cuentas en esta movida: Si un trabajador de aquí no tiene gastos de alojamiento ni pasaje ¿cómo sale más barato traerlo de fuera?
Hay mucho más que contar, pero lo cierto es que explicando y escuchando a otros decir todo esto, me desahogué. Me quedé a gusto. Pero sigo indignado.
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