viernes, 25 de mayo de 2018

El Guiniguada es la gran oportunidad de la ciudad

Actual desembocadura del Guiniguada.
Un grupo de ciudadanos y entidades plantean -48 años después de abierta la herida-, curar la amputación urbana que sufrió el casco histórico, tras sepultar el espacio donde se fundó la ciudad. Vegueta y Triana perdió sus puentes y el flujo entre los barrios fue convertido en la autopista de Tafira. Los barrios que explican la historia de la capital fueron separados con asfalto. La ciudad sufrió desde entonces un ataque a su corazón y todavía no ha parado.

El casco histórico (la ciudad en su conjunto) fue dividido sin que cada parte pudiera tomar vida propia. Era imposible porque la ciudadanía no aceptaba la división. Se resistía -y se resiste- a que la "vetusta, levítica y conventual" ('Los cuentos famosos de Pepe Monagas', Pancho Guerra) zona de Vegueta desapareciera de su paisaje urbano y viceversa de la otra orilla del Guiniguada. De hecho, siempre se consideró que la división natural era Las Palmas (a secas) y el Puerto, con su ajetreo de “100 pabellones” ('Oda al Atlántico', Tomás Morales) de orillas imaginadas.

Las necesidades eran muchas, pero el Ayuntamiento regido por José Ramírez Bethencourt (el de la operación que creó la Avenida 'Marítima' con su éxito inicial y posteriores -e inmediatos- problemas) priorizó el acceso al centro, hasta el Monte por la carretera existente pero convirtiendo la desembocadura del Guiniguada en un ramal de la nueva autopista litoral.

La operación lo borró todo, salvo la memoria: el cauce pedregoso de riadas memorables, los puentes de Piedra y Palo, los quioscos y el Café Suizo o bar Polo, centro intelectual decimonónico. Demasiado dolor en los rostros de quienes se acercaron a ver la avasalladora metamorfosis del 'progreso' en los paisajes de su vida. El automóvil sustituyó lugares de vida y encuentro por una machacona vorágine.

El Ayuntamiento lo acordó en 1969 ('30 años de paz' era el lema político de aquel año de la dictadura), al aprobar la operación en un Pleno aciago y de acatamiento. Un siglo y medio después de la muerte del Obispo Verdugo, en 1970, fue derribado su puente, el 'De Piedra, que costeó a su pesar porque un inteligente político hizo entender a los ciudadanos que el Obispado financiaba las obras y no faltó la algarabía y los voladores que sorprendieron a Verdugo, quien negó haber hecho tal promesa pero no pudo contradecir a la masa.

Antiguo Puente de Palo.
En 1971 cayó y calló el 'De Palo' (o Palastro), un siglo después de que lo construyera Antonio López Botas. No era el Rialto de Venecia, pero era original y auténtico. A pesar de que en sus inicios no contaba con los quioscos que marcaron la historia de la ciudad: el Café Suizo: Bar Polo, el Quiosco de flores, El-Mir y Santiaguito Said el sirio 'jarabandingo', Bazar de Santiago que vendía exclusivamente productos de la UD Las Palmas, la Tabaquería de Antonia Santana cuya propietaria falleció un año después de derribar el puente...

Ahí estuvo el origen de la ciudad y allí fue cubierto por el alquitrán, sin atender la alternativa por la zona de El Lasso planteada por el arquitecto Eduardo Cáceres, como recuerda el periodista Pepe Alemán. Y ya han pasado 48 años, por lo que menos de un tercio de la población no vio los puentes ni el barranco. Sólo el resultado de una decisión con efectos negativos que se pusieron de manifiesto: Ruptura Vegueta-Triana y crisis en ambas orillas; Colapso de tráfico y sin previsión de aparcamientos; Solución de poco recorrido temporal y espacial que obligó a urgentes 'remedios' para salvar los problemas; Un Escalectrix que dañó aún más el entorno; Creación de un guetto comercial casi subtersubterráneo dar cobijo a los quiosqueros; Un nudo (estación) de guaguas junto al Teatro; La imposibilidad de establecer el futurible Campus en Jinámar, optando por convertir aquella finca platanera (donde la familia Condal realizó los primeros cultivos de tomate) en el mayor suburbio de Canarias con los problemas sociales todavía latentes...

Pero ahora hay consenso para corregir el error. Incluso se ha ejecutado alguna propuesta del plan del arquitecto Joan Busquets, aunque ya no podemos regresar a un pasado ya finiquitado y -opino- es imposible recuperar la postal sepia de cachorrúos y mantillas circulando al paso de las campanas de Vegueta porque sería algo artificial y anacrónico.

Lo positivo es que ahora tenemos un espacio amplio con reducido tráfico al disponer de dos autopistas hasta el Monte (allí acaban para continuar por Santa Brígida, San Mateo y Tejeda por una vía angosta y llena de curvas); Vemos un entorno dinámico con nuevos espacios culturales como el Paraninfo, San martín, Fundación Mapfre, Monopol, Biblioteca Insular, Cicca, Teatro, Filmoteca, CAAM, museos, Gabinete Literario... Y un auge económico en el Mercado, establecimientos de restauración, eventos, más comercios y atracción turística...

El Lusitania al salir de Belém, Lisboa.
Por ello, podemos hablar y pensar en positivo sobre este gran espacio libre convertido en zona caliente de desarrollo económico y debemos aprovechar la oportunidad que nos brinda una criticada actuación urbanística para rescatar esta 'Milla de Oro' -suelo público- para mirar al futuro.

Se empieza a hablar de otras opciones alternativas al Plan de Busquets que la vorágine de los años ha 'envejecido' sin concitar el interés o apoyo social que precisan estas operaciones urbanas.

Por el momento hay alguna idea y muchos sentimientos, pero antes deberíamos acordar cuál es el significado de este lugar. Porque ahí está el origen de la ciudad y su memoria, una urbe que a lo largo de su historia se ha caracterizado como escala principal de la navegación en sus distintas fórmulas. Marítima con una importancia global desde el paso de Colón; Aérea con personajes y acontecimientos como los primeros paseos en globo en España por Viera y Clavijo, los primeros vuelos transoceánicos del 'Lusitania', el 'Plus Ultra', o el 'Zeppelin', con nuestro paisano, Jerónimo Mejías. O la llegada del hombre a la Luna con los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins que fueron vitoreados en la ciudad por la odisea del Apolo que tanto debe a esta isla.

Este Guiniguada del siglo XXI podría ser ese gran espacio ciudadano y de atractivo turístico en el que disfrutar de una ciudad que es la más importante plataforma y escala en la historia de los viajes de la Humanidad, con espacio sobrado para este objetivo y para mantener la conectividad de los barrios (en coche y fundamentalmente para los peatones), que ofrezca más aparcamientos y que permita pasear por las réplicas de las antiguas formas y usos que tuvo (esculturas, cantería y quioscos) junto a los símbolos (réplicas de naves, paseo de los navegantes...) de la misión de la gran ciudad de La Luz del Atlántico que desde su fundación formó parte destacada de la historia del viaje en el mundo.


  • Basado en mi intervención en la charla que organizó el Gabinete Literario sobre el futuro del Guiniguada.

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