Los bikinis, diseñados por Louis Reard 1946 |
Y así fue. Estamos en la época de Juan XXIII, el papa del Concilio, que iniciaría una serie de discursos sobre la actividad que crecía imparable en el mundo: “El turismo, medio de acercamiento de los pueblos” (1962), donde habla del fenómeno social del turismo, la salvaguarda de valores ante esta actividad y los bienes del “auténtico turismo”. En 1963 insistiría con el discurso “Turismo y pastoral, un problema urgente y de máxima actualidad”, en el que señala la movilidad de esta población que disfruta de las vacaciones señalando que “siempre y en todas partes, pastores de almas”, pero insistiendo en "mantener la forma concreta del celo apostólico”. Por último, sería su sucesor, Pablo VI, quien continuaría con los análisis en su alocución “Servicios religiosos especiales para el turismo”, donde ya expresa los vínculos entre ambas actividades y advierte sobre una actividad que “debe sobrepasar las simples miras económicas”. Y terminaría publicando “Queda mucho por hacer en la pastoral del turismo”, donde plantean objetivos en torno a la “ascética del turismo”.
En España, sería el conocido Vicente Enrique y Tarancón el presidente de la Comisión Nacional de Pastoral, quien trazaría las líneas fundamentales de un Plan Nacional de Acción Pastoral del turismo, presentado en 1964. Tarancón ha sido un personaje clave en la historia de la transición política española, por sus disputas con Francisco Franco y reconocido, posteriormente, por su papel conciliador al frente de la Conferencia Episcopal.
Cabe destacar de las conclusiones del trabajo de grupos, lo relacionado con la moral y costumbres, ya que se señalaba que en aquellos momentos se producía un auge turístico que sorprendía al país, en el que la comunidad religiosa advertía de la “rápida proliferación de salas de espectáculos y centros de recreo. La forma de comportarse en los mismos suele ser de amplia libertad, por lo que son moralmente no recomendables. A pesar de ello, no se vigila con el debido rigor la entrada de menores”. Palabras muy conciliadoras y comprensivas. Nada que ver con las cartas pastorales publicadas por Antonio Pildáin Zapiáin, entonces obispo de la Diócesis de Canarias, en mayo de 1964, justo cuando sufrió el primer infarto que minaría su salud progresivamente hasta su fallecimiento 9 años después.
Pildáin publicaría un durísimo texto titulado “El turismo y las playas, las divisas y los escándalos”, en el que afirma cosas como “Ora sea del desnudo total, ora de ese otro desnudo farisaico, o casi desnudo, que trata de cubrir parte del cuerpo con velos tan restringidos y sutiles, que como decían los Reverendísimos Metropolitanos españoles, sirven más bien para aumentar el reclamo de las pasiones”. Para afirmar que “el mostrarse en la playa, completa o casi completamente desnudos, es gravemente ilícito”. Tras varios párrafos, concluye con un Decreto Episcopal en el que destaca sobre el bikini que “viene a ser como el símbolo de la actual delicuescencia y degeneración de la mujer”, por lo que manda “a todos los confesores que nieguen la absolución a toda persona que no prometa seriamente no volver a usarlo”.
Un cambio drástico se produciría tras la dimisión de Pildáin y la llegada de su sucesor como obispo, José Antonio Infantes Florido, quien tomó posesión en 1967, en pleno desarrollo de Maspalomas Costa Canaria, cuando el conde de la Vega Grande le plantea que hay numerosos turistas nórdicos que le manifiestan su preocupación espiritual al no disponer de lugares para el culto. El obispo le responde que el Vaticano II inició un proceso de restauración de la unidad de los cristianos, el ecumenismo. Y ahí surge la idea de construir el Templo Ecuménico en Playa del Inglés, ejecutado por el arquitecto Manuel de la Peña junto a Ulises Medina. Dicen que es el segundo templo ecuménico en el mundo, pero seguro que es el primero en un destino turístico, y ya cumple 50 años de historia.
El Templo Ecuménico tiene curiosas anécdotas que se perderán con las personas que protagonizaron su creación y su desarrollo. Pero en este caso nos preguntamos si primero fue el ecumenismo o el turismo. Y lo cierto es que el turismo de masas es producto y a la vez impulsor del ecumenismo.
No olvidemos que tras el origen de esta actividad con el 'grand tour' en la etapa del romanticismo (elitista ), es a partir de 1936, con la ley de Leon Bum en Francia de vacaciones pagadas, cuando comienza a despuntar el turismo de masas. Casualmente en 1938 tiene lugar el Consejo Mundial de Iglesias. Pero la segunda guerra mundial lo para todo hasta que se vuelve a recuperar en los 50 la posibilidad de viajar, para lo que además se cuenta con numerosos y más rápidos aviones. Ese crecimiento del transporte aéreo coincide con la creación del Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos por Juan XXIII, en 1960. Estamos ante los primeros charter y los primeros esfuerzos por unir a los creyentes del cristianismo europeo que ya no se encierran en sus países, sino que comienzan a moverse en masa entre fronteras. Es el turismo de masas, ecuménico y de sol y playa, donde el bikini, el monokini o el sinkini van a triunfar. Las aspiraciones moralistas de parte del clero también se adaptan, e incluso, otras confesiones tienen que convivir con el turismo en sus diferentes manifestaciones, como es el caso de las mezquitas, que también podemos encontrar en destacados enclaves de Playa del Inglés. Los pastores se mantienen al lado de los turistas.
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