El Roque Nublo y el Teide |
A pesar de que todos reconocemos que el turismo en Gran Canaria y en Lanzarote tiene nombre y apellidos, el turismo isleño ha perdido ese elemento creativo y autóctono que lo impulsó, quedando en manos de tres grupos que –aislados o juntos- han provocado la deriva que padecemos: en primer lugar, el de algunos empresarios cuyo objetivo es el beneficio (el mayor y más rápido) con subalternos que actúan como freno a cualquier iniciativa que se salga de la cuenta de resultados; en segundo lugar, algunos burócratas que no quieren (tampoco es que se pueda mucho) entrar en disquisiciones sobre qué es lo mejor para el turismo (que no tiene por qué ser lo procedimentalmente correcto); y, en tercer lugar, el fracaso de unos políticos analfabetos turísticos que se arrogan todo el protagonismo investidos de un poder populista para sermonear cíclicamente con cifras de llegada de turistas e inversiones que nos alejan de ser un destino competitivo y nos introducen en el centro de un remolino que nos ahoga en una pérdida de rentabilidad y de ocupación, en un escenario decadente de territorios consumidos por la especulación y la masificación low cost.
Y es que en su mayor parte, insisten en el error de considerar que nuestro producto turístico se soporta sobre un único negocio: el alojamiento; gracias a un producto que es dogma de fe: el sol y playa, cuando en realidad hay otros muchos aspectos que han consolidado durante siglos la reputación de Canarias como destino turístico, como son su clima, sus valores naturales, paisajísticos, culturales, comerciales, sociales, etc.
Llegados a la situación actual, en este espejismo que vivimos de prestado por los problemas exógenos que todos conocemos, no se puede plantear (mantener) un modelo basado exclusivamente en el sol y playa porque será (es) nuestra ruina: vamos quemando territorio para satisfacción de especuladores y corruptos, sin ofrecer nada nuevo, distinto y que nos posicione en el mundo no como un destino de alternativa a las crisis, sino como un destino de objetivo principal.
Decía Néstor Martín Fernández de La Torre en su discurso ‘Habla Néstor’ (1939) que el turismo surge “como hecho y como problema, imponiendo brutalmente la necesidad de la revolución integral del país, en la que nunca habíamos pensado. Trazar un plan de propaganda turística sin antes preparar el país, me parece contraproducente. Tengamos en cuenta que el viajero que nos visita no viene a nuestras islas para encontrar en Tejeda un tacón de Luis XV o una cabellera oxigenada. Hasta en los pueblos más apartados ha ido desapareciendo el uso de la mantilla canaria, sustituida por velos o sombreros ridículos, traídos por vientos de afuera. La belleza de nuestros paisajes sufre los efectos del modernismo estandarizado, con el clásico cajón armado, que desplaza a la típica casa campesina. Proyectos y reformas urbanas se han concebido en vía estrecha, los árboles y las flores se han visto privados del amoroso cuidado que hubiera hecho de esta tierra un lugar delicioso para el turista. De lo auténtico queda poco, el folklore ha ido olvidándose; y en el tema de desaparición, hasta ha desaparecido el inteligente artesano (platero, tallista, forjador, etc.), que a principios de siglo tenían en la artesanía un medio de vida, ante la invasión de mil chucherías que, precisamente por ser exóticas, merecieron acogida preferente”.
Evidentemente, no se puede trasladar el mensaje de hace 72 años a la actualidad, si bien Néstor entendió lo que hoy día no entienden los numerosos profesionales y consultores del sector turísticos: preparar el país, imponer una revolución que tiene que competir con la cultura, personalidad e historia, cultura, comunicaciones y tecnología de otros destinos.
Esa personalidad, es la clave del posicionamiento en un mercado en el que todos ofrecen sol y playa y su única diferencia (porque hasta los hoteles, tiendas y restaurantes son iguales en todos sitios) es el precio. Un precio que termina siendo muy poco rentable para compensar la pérdida de calidad de nuestro territorio.
Por ello, Néstor, muy acertadamente explica que “El turismo lo entiendo como una grande y compleja industria que ha de desarrollar el país entero. Si no recobramos y acentuamos nuestra personalidad, nada podemos ofrecer al turista que le halague y satisfaga, dentro de un estilo netamente canario tenemos que revalorizar todo lo nuestro, sea moderno o tradicional, de otro modo seremos suplantados por el industrial o por el comerciante de afuera, como pasa hoy a nuestros ojos…”. Tengamos en cuenta que en aquellos años de la Guerra Civil y previos, apenas llegaban turistas a nuestra Isla en los trasatlánticos de la Union y la línea Castle (que se unirían como empresa y con sus nombres). Pero sentó las bases de un modelo personal de turismo basado en el tipismo, arquitectónico, etnográfico y cultural, como complemento a un destino de clima y calidad ambiental reconocido históricamente en el ámbito europeo.
Si actualizáramos el discurso de Néstor a nuestra realidad ¿qué empresario, político o administración ha planteado una propuesta que se convierta en un atractivo capaz de sorprender al mundo? ¿Existe esa posibilidad? Yo creo y afirmo que si, que hay actuaciones y proyectos que pueden revolucionar el destino y el perfil de clientes que visitan las Islas. Pero para ello hay que contar con esta sociedad que lleva en los genes el know how turístico y, sobre todo, superar el desánimo de quienes han tirado la toalla y se resignan a obtener el beneficio menguante hasta que se acabe –por desidia- con el primer destino turístico de naturaleza y salud de la historia.
Más turismo barato, menos gasto personal, más basura en los vertederos, menos reparto de beneficios, más colonialismo depredador. Debe y Haber descompensado. ¿Pero que cuentas son estas?
ResponderEliminarEstimado anónimo, esas son las cuentas que nos han llevado al fin de ciclo. Es el momento de las ideas y de Re-Crear el turismo canario volviendo a las experiencias de éxito: las de los ciudadanos y creadores. Saludos
ResponderEliminarConozco algunas propuestas revolucionarias que están ahí, pero sobre la mesa, sin que nadie las persiga... y cambiarían un destino, creo que sí.
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