Poblado de San Fernando (M. de la Peña) |
Son muchos los temas que se trataron, por lo que intentaré centrarme en algunos, aunque siento que las intervenciones de los participantes merecen ser divulgadas por completo para que el lector pueda disfrutar de unos conocimientos que, a mi parecer, son muy importantes y enriquecedores.
De Pedro Franco cabe señalar la extensa y detallada explicación del entorno e historia de Maspalomas, un lugar que forma parte de dos hitos de trascendencia planetaria: el paso de Colón por las Islas en sus viajes a América, y la participación de las instalaciones espaciales en la zona para recibir el mensaje de los astronautas que realizaron el primer alunizaje tripulado al satélite terrestre: “Un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad”. El mensaje llegó primero a Maspalomas, el lugar paradisíaco que todos los canarios valoraban y que se convertiría en el icono para numerosos equipos de arquitectos que participaron en el concurso internacional de ideas convocado por la asociación internacional de arquitectos, la AUI.
Tras el recorrido histórico por el extraordinario enclave sureño, Pedro Franco se refirió a sus habitantes, a una sociedad que vivió en la penuria hasta los años sesenta del siglo pasado, pero que ahora se enfrenta a difíciles retos, pero que conserva todavía unos recursos y un espíritu de trabajo y de ilusión que les permitirá superar las dificultades, con una visión idílica del atardecer sobre el faro de Maspalomas como icono de un enclave único en el mundo.
José Luis Gago hizo una amplia exposición sobre Manuel de la Peña, uno de los arquitectos más destacados de la historia de Canarias y, sin embargo, apenas conocido y divulgado por los isleños. A su juicio, la contribución de Peña es tan original y atractiva como para convertirse en referente de estudio y de imagen de marca del destino turístico, tal como hace Miami con algunas de sus construcciones emblemáticas. De hecho, dos obras que supusieron el inicio de toda la aventura de Maspalomas, el restaurante La Rotonda y la iglesia y grupo de viviendas de El Tablero, hoy día no existen.
Gago defiende que Peña realizó una arquitectura acorde con el territorio, adaptada a su clima y su paisaje, anticipando lo que hoy se denomina vivienda bioclimática. Una arquitectura que ahorraba territorio y recursos energéticos, lo que condujo al éxito al destino turístico, un éxito que fue inmediato, capaz de superar cualquier previsión y desbordar al sector en apenas cuatro años.
Las construcciones se anticiparon –hace 50 años- a lo que se denomina hoy arquitectura bioclimática, e incorporaron a los diversos artistas canarios que fueron amigos personales de Peña y sus colaboradores: Millares, Chirino, Manrique, Padorno, Josefina Betancor… todo ello con el apoyo y complicidad del conde de la Vega Grande. Eran los momentos en los que la familia condal había lanzado un concurso internacional de ideas a través de la Asociación Internacional de Arquitectos (AUI), para desarrollar un proyecto local, fundado en la visión y análisis de la arquitectura local, para crear interesantes modelos que superaron las dificultades y falta de visión productiva del proyecto presentado por el equipo SETAP que ganó el citado concurso.
De la Peña convierte el turismo en un negocio productivo para el sur, con una industria que no precisa más que de sol y playa, junto a una ordenación y uso adecuado del territorio. Gago Vaquero aboga por rescatar y difundir la obra de Peña y convertirlo en icono arquitectónico como referente de Maspalomas para quienes visitan el citado centro turístico.
Tras desvelar las diferencias entre el proyecto de Setap, que consideró condenado al fracaso y con elementos peregrinos dentro del territorio como un teleférico que atravesaría las dunas para transportar clientes desde las urbanizaciones hasta la playa, Gago Vaquero concluyó que de no ser por Peña, Maspalomas habría fracasado con un proyecto pensado para un territorio de 17 kilómetros de costa y más de veinte millones de metros cuadrados donde los ganadores del concurso contemplaban una serie de pequeños núcleos que en total podrían acoger apenas unos 500 turistas.
Ulises Medina recordó con nombres y anécdotas todos estos hechos, así como señaló que gran parte del éxito se debió a que en aquellos primeros pasos el control estaba en manos de una comisión de urbanismo local que estaba presidida por Marcial Franco (entonces mayordomo de la familia del Conde) y otros técnicos que permitían regular el desarrollo de un territorio virgen con criterios de sostenibilidad “hasta que el Ayuntamiento de San Bartolomé cumplió la ‘mayoría de edad’ y se hizo independiente de aquellos que trabajábamos en el desarrollo turístico. Eso dio lugar al despido de todos los miembros de la citada comisión –que realizaba sus trabajos gratis-, para designar responsables políticos, contratar funcionarios y para iniciar drásticos cambios de uso de parcelas y construcciones, siendo la primera la de un bungalow que se transformó en restaurantes (propiedad de un concejal), o construcciones de tres o cuatro plantas que se prolongaban por el desnivel para sumar otras ocho o más plantas.
“Nosotros construíamos con máximo cuidado del detalle, del entorno y de los elementos que se encontraban en el lugar. Un apartamento tenía sesenta metros o más, para que luego vinieran a construir de 30 metros”, señaló Medina, quien recordó que se trabajó sobre un territorio en el que no había nada. Cuando colocaron la estaca de inicio de las obras, “un amigo bajó en el coche a toda prisa a Las Palmas para traer el champán” Aquello fue el 15 de octubre de 1962.
Gago Vaquero concluyó con una imagen de apartamentos de los años sesenta junto a unas construcciones permitidas recientemente. Las primeras se adaptan a la orografía y cuentan con amplios espacios y zonas ajardinadas. Las segundas han ocupado y construido toda la parcela sobre las que se ubican, sin espacio para una sola planta. Ahí, en esa utilización de las normas urbanísticas recientes, está el verdadero mal que deteriora este patrimonio arquitectónico y urbano que puede ser parte de la promoción turística como lo fue hace cincuenta años al crearse una arquitectura novedosa, pensada en la arquitectura tradicional canaria y en el respeto y aprovechamiento del entorno.
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