Grabado de una posada medieval. |
Pero bueno, lo que me interesa es la respuesta premonitoria o certera que remite Unamuno a su amigo grancanario y en la que acierta sobre nuestro ‘modelo turístico’: “contra todas las vergüenzas de este pueblo, parte timba, parte hospicio y parte posada…” Y camino de ello vamos, o hemos continuado desde hace un siglo. A nadie se le escapa que durante décadas hemos malvendido el territorio para convertirnos en espacio estacional de disfrute de ciudadanos del norte de Europa cuyos problemas de asma, de piel o de depresión se curaban gracias al sol, el yodo, el paisaje y, en definitiva, poder salir a la calle a disfrutar de la playa o de un luminoso momento. Ellos tenían industria y dinero, pero nosotros un país atrasado y en la miseria gracias a nuestra eterna pugna cainita e irreconciliable.
Y ahora estamos en el momento en el que vamos a demostrar hasta qué punto España quiere continuar por la senda del atraso sin tomar las riendas de su destino. Y ese es el camino que nuestros gobernantes, esos que llegan a la política por no se sabe qué méritos para gobernar –con nuestro democrático consentimiento, claro- y se saltan las normas que nos obligan a todos en aras de una supuesta inversión que encandila por las supuestas cifras y por el supuesto éxito de una marca tan reputada como Las Vegas, aunque en este caso se trate de Europa. Ojo que todo no es tan malo: el proyecto incluye el doble de teatros o auditorios que de casinos, pero no voy a entrar en el debate sobre este proyecto porque es bastante complejo para un solo folio.
Y me explico. Nuestro modelo de turismo no ha superado ese triángulo unamuniano: esa timba de tahúres, con todo tipo de juegos –a los que ahora se quiere añadir eurovegas-. Hospicios porque nuestro turismo –en la península, que no en Canarias- tiene sus orígenes precisamente en albergar peregrinos y pobres, manteniendo una constante mística y religiosa en torno a todo lo que se movía en el sector turístico durante décadas, hasta que Fraga intentó cambiar el rumbo confesional del Ministerio de Turismo que dirigiera su antecesor, Gabriel Arias Salgado. Y por último, la posada, esos fogones en los que se preparan los mejores platos y la gastronomía más notable y variada del mundo.
¿Quiero decir que todo esto es malo? Pues si y no… Si fuéramos más consecuentes, haríamos de estos recursos fortalezas: los mejores alojamientos, las rutas más variadas, los juegos más sorprendentes (que no tienen que ser sólo apuestas) y la gastronomía más deliciosa. Todo ello sin perseguir la creatividad para nuevos productos, como los que crearan Néstor Martín Fernández de la Torre o César Manrique... Lástima que sólo nos apliquemos en la parte negativa de la sentencia unamuniana y no procuremos consolidar y aumentar el valor de nuestros recursos turísticos,
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