Espectáculo de luz en las cataratas del Niágara. |
Y es que si observamos qué se hace en otras latitudes e intentamos ver más allá de nuestro horizonte atlántico, podremos comprobar el éxito de las catedrales iluminadas como la de Estrasburgo, o el espectáculo de luces nocturnas en las cataratas del Niágara. Iniciativas que se han consolidado como grandes atractivos para el turismo y, además, promueven el orgullo para sus residentes. Mientras tanto, aquí mantenemos casi en el anonimato el Dedo de Dios (venido a menos en 2005) o el Charco de los Clicos en El Golfo. Verdaderas joyas naturales que podrían tener su momento de espectacularidad (desde el respeto, claro).
Del Dedo de Dios en Agaete (bautizado así por uno de los apóstoles del turismo grancanario, Domingo Doreste, 'Fray Lesco') que se mostraba con orgullo a los que podían verlo (no sin dificultad) queda una gran parte visible tras el azote de la tormenta Delta. Pero en todo este tiempo (antes y después del vendaval) ¿por qué no se ha creado en ese entorno un espectáculo lumínico? (sobre todo ahora con la técnica del videomapping o el invento formidable de la iluminación LED). No estoy planteando un desmadre de focos como hacen en Niágara, sino una composición o escenografía luminosa que represente la relación o metáfora que nos planteó Fray Lesco sobre la relación entre la naturaleza y la creación, la tierra y el cielo.
Imagen reciente del Charco de los Clicos |
Mismo lugar hace 50 años |
Otro caso, distinto en parte pero ya alarmante y urgente es la desaparición progresiva del Charco de los Clicos o Charco Verde en Lanzarote. Ese cráter de agua esmeralda que se forma por el afloramiento del agua del mar que se filtra a través de una barra de piedras que cada vez invaden más el interior hasta la próxima pero inexorable desaparición total del agua, si no se procede a dragar parte de la arena que durante años fue retirada por los vecinos para usarla en la construcción. César Manrique planteó un proyecto de mirador integrado en la pared volcánica para garantizar su conservación gracias a los recursos económicos que dejarían los turistas, pero los informes técnicos lo desaconsejaron. Sin embargo, el no hacer nada y no dejar hacer nada amenazan con la desaparición de la espectacular visión del lago verde olivina o esmeralda rodeado de colores ocres, cobrizos, negro de lava carbonizada y el azul profundo del Atlántico que conjugan en este recodo del planeta. Un lugar que, además, sirvió de escenario a varias escenas de la película 'Hace un millón de años'.
Estamos en dos casos en los que podríamos crear un plus de atracción turística y un reclamo artístico en el que la naturaleza apenas necesita una pequeña intervención o añadido para que podamos disfrutar de la belleza de nuestro territorio y hacer pedagogía sobre cómo se puede conservar y a la vez convertir en atractivo turístico lo que nos ofrece el paisaje singular de nuestras islas.
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