La primera valla publicitaria en la Plaza Roja de Moscú. |
El turismo es una actividad que -aunque parezca lo contrario- depende totalmente de una correcta planificación y, para ello, de un análisis geopolítico. Se trata de un sector que es sensible a los cambios en la situación económica y social de cada país emisor, incluso también de aspectos subjetivos que pueden motivar o hacer cambiar de idea a los habitantes de un territorio a la hora de desear desplazarse a otro lugar por vacaciones. Todo ello, a sabiendas de que en cualquier momento puede producirse un fenómeno (natural e imprevisto como la nube de humo volcánica de Islandia, o socioeconómico y de largo recorrido, como la crisis en España) que puede alterar el tablero por completo. Por ello la geopolítica turística es una actividad que debe ser constante, ya que de ella depende el éxito o fracaso de inversiones millonarias para campañas y acciones promocionales.
A pesar de su gran trascendencia para estas islas la actividad de promoción turística -hasta ahora- se ha desarrollado a golpe de impulsos, sin estudio de mercado en muchas ocasiones, o con un análisis realizado para la ocasión, cuando lo propio sería estar atentos a las variaciones que se producen en los países emisores. Fundamentalmente en los que son nuestros principales clientes por número y por constancia.
Y no es que no haya organismos públicos y privados en las islas cuyo objeto es facilitar el desarrollo del sector turístico, pero fallan en la cooperación, tanto en el ámbito institucional como empresarial, y deben ser más cautos al medir el gasto que realizan y a la hora de promocionar los destinos turísticos canarios por su importancia, no por quedar bien con todos (o con el que interese a alguno).
El problema, y al que no dan respuesta los responsables de nuestro sector turístico, radica en que Canarias se ha acostumbrado a llenar sus establecimientos sin apenas esfuerzo y con poca originalidad en los productos que ofrecemos. Un 'éxito' posible gracias a unos mercados que ya son tradicionales, con un perfil de medio o bajo nivel adquisitivo, y tienen un grado de fidelización muy alto frente a otros destinos más económicos emergentes de sol y playa, como se demostró en 2009, de donde huyeron despavoridos por las 'primaveras árabes' y para alegría de Canarias que estaba hundida en la mayor crisis turística de su historia.
La búsqueda de nuevos mercados se ha convertido en otra de las 'ocurrencias' de los responsables de los patronatos insulares y de la empresa Promotur, sin que éstas tengan un departamento, equipo o consultor que elabore proyecciones sobre hacia dónde se ha de dirigir esa actividad promocional, para lo que se precisa del análisis estadístico y del estudio geopolítico. No obstante, la estructura competencial y administrativa de la actividad turística en Canarias complica la elaboración de una estrategia geopolítica que permita mejorar los resultados de las acciones promocionales.
Pero además, para alcanzar ese nivel de conocimiento y profesionalización, tenemos otro inconveniente porque en cuatro años de legislatura no se puede trabajar con una perspectiva a largo plazo, así que se limitan -casi- a lograr que durante su mandato se obtengan buenos resultados en la llegada de turistas. Y punto.
Las campañas en Rusia son un ejemplo. El turismo ruso hace de su patriotismo un motivo decisivo para buscar otros destinos ‘amigos’ de su geopolítica. El acercamiento a países como Grecia por el desamor o castigo europeo a sus desmanes económicos podría derivar a los rusos a las islas del Egeo, mientras -por contra- el turista alemán no tiene actualmente en el país heleno un espacio grato para disfrutar.
La recuperación de Egipto y Túnez (a pesar de que sus autoridades reconocen que no pueden garantizar la seguridad), introducirá progresivamente una competencia muy agresiva en precios, pero ello supone un proceso de posible reducción ‘tranquila’ de turistas en Canarias que habrá que afrontar con más imaginación y profesionalidad, lo cual es muy difícil en un territorio de tanta injerencia política, con 1 gobierno regional, 7 patronatos insulares, 88 municipios, decenas de ellos turísticos (y todos quieren serlo) y un empresariado enfrentado localmente y entre islas.
En este escenario es improbable -si no imposible- crear un observatorio regional, algo excesivamente costoso para cada patronato insular (algunas islas lo tienen más difícil que otras). Pero, además, es una opción que no convence a todos porque los intereses y estrategias de (por ej.) La Palma no tienen que ver con las de Fuerteventura. Con esas dudas y recelos, dejar este órgano necesario a un departamento regional puede ser erróneo dadas las diferencias entre nuestros destinos y sus intereses. Un caso similar al de la moratoria contra nuevos hoteles de 4 estrellas en Gran Canaria. Y es que no se puede tratar por igual a los que son distintos, salvo que se pretenda perjudicar a unos frente a otros de forma premeditada.
En este laberinto nos encontramos. Pero habrá que buscar una solución en la próxima legislatura porque en ello nos va el futuro del sector que mueve el 30% del PIB de Canarias.
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