Impuesto a forasteros en 1946. |
Habrá que ver si hay 'letra chica' para saber cómo casan el desarrollo y la promoción del turismo con la modernización y competitividad para un territorio con ocho islas en las que hay actividad turística en todas (en diversas escalas) con más de 15 destinos importantes de los que uno lo es de primer orden mundial como es Maspalomas Costa Canaria. También habría que ver qué se entiende por esos conceptos, ya que son palabras que en sí mismo no significan nada, salvo que haya un paquete de proyectos que explique cómo modernizar y en qué hemos de ser más competitivos para cada destino, cada isla y para toda Canarias. Esto nos lleva a la promoción: cómo se hará, quién, para qué y dónde. Sobre todo cuando el fruto del impuesto irá a parar a organismos, empresas y personas ajenas a los perjudicados. Y es que la tasa se pretende aplicar exclusivamente a los establecimientos hoteleros, deja fuera de ella a los turoperadores y trata igual a todos, incluidos a los que trastocan la actividad económica del sector con el Todo Incluido.
Si todavía no alcanza a entender el impacto de la tasa turística en el sector, estamos ante un "Tributo que se impone al disfrute de ciertos servicios o al ejercicio de ciertas actividades" (R.A.E.). Algo muy diferente a un impuesto que es: "Tributo que se exige en función de la capacidad económica de los obligados a su pago" (R.A.E.). O sea, que se quiere imponer a todos los turistas una tasa lineal, sin tener en cuenta la capacidad o actividad del turista, y esa tasa no tiene que ver con servicios o actividades sino por dormir en un hotel o apartamento.
Es injusta la forma de recaudarlo, afectando exclusivamente al alojativo, y también será un reparto injusto, ya que no se opta por repartir directamente al número de camas, porque más del 70% se irá a la Comunidad Autónoma y Cabildos, lo que seguramente no significará un incremento de los fondos para el sector más importante de nuestra economía. Y, en su gestión, tampoco se vislumbra que los empresarios y otros sectores vayan a lograr un papel más activo en la gestión de ese dinero.
La tasa turística en Canarias es un asunto extremadamente delicado para un destino insular dependiente de la conectividad aérea y marítima (no olvidemos que los cruceros son hoteles flotantes y habría que ver si les imponen un euro por noche y cliente en sus escalas...); Canarias sufre la competencia de otros destinos mucho más baratos que Canarias. Y esa tasa será un incremento del precio final para el turista, lo que restará competitividad en precios: el principal determinante a la hora de elegir un destino.
Es cierto que la tasa se aplica en varios destinos, pero son destinos de otro tipo. Muy distintos a nuestro triángulo de atracción: sol, playa y buen clima. De hecho, un competidor de Canarias, las Islas Baleares, implantó y retiró la tasa turística que denominaron 'ecotasa' por las distorsiones que introdujo (y porque cambió el color político del Gobern Balear).
En diversos artículos he abogado por buscar otras fórmulas para hacer más rentable el negocio turístico en las Islas y aguantar (en la medida de lo posible) el impacto que supondrá la recuperación de otros destinos de sol y playa más competitivos en precios que el nuestro (países árabes del Mediterráneo, por ej.) ya que no existe la fórmula para cobrar por nuestro principal recurso: sol, playas y nuestro extraordinario clima. Pero tenemos que rentabilizar más el esfuerzo y oportunidad que supone recibir cuatro millones de turistas al año en Gran Canaria. Hay condiciones y conocimiento para ello, sin que sea necesaria una tasa. Es más, las tasas y las medidas que afectan al sector turístico planteadas de forma errónea sólo profundizan en la 'turismofobia', en vez de sensibilizar a la población acerca de la importancia del sector que, hoy por hoy, está salvando la economía canaria de la ruina.
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