¿Nadaremos en mascarillas o seremos más sensatos? |
No será el cornavirus, sino nosotros mismos quienes tendremos la responsabilidad de que el frágil y vertiginoso trapecio sobre el que nos moveremos durante meses caiga a un suelo sin red. Y no podremos echar la culpa a ningún enemigo externo. Porque en realidad, el Covid-19 lo que pone de manifiesto es que había muchas cosas mal hechas, muchos asuntos por afrontar que eran postergados porque moríamos de éxito gracias a la maquinaria que traía a las islas miles de turistas en los sesenta y más de 14 millones hasta hace unos días... Pero la máquina paró y empezamos a ver cómo la naturaleza recuperaba su belleza y destapaba los pastiches que afean el Jardín de las Hespérides.
La suciedad, el deterioro paisajístico, la falta de armonía en las zonas turísticas (Lanzarote aparte, en parte), infraestructuras inadecuadas mal hechas a posta (para ahorrarse unos euros o para repartírselos entre 'listillos') que saltaban cuando llovía un día entero, centros comerciales convertidos en ruinas sine díe... Pero, sobre todo, la demostración del fracaso político con una población que no ha aprendido idiomas después de seis décadas de crecimiento turístico. Y peor aún, una parte de la población que no respeta la limpieza, el ornato, la cortesía y hospitalidad. Probablemente el peor enemigo de la recuperación necesaria. Así nos encontramos ahora con jardines como nunca, playas y entornos turísticos con una limpieza extraordinaria. Se nota ¡y cuanto! La ausencia de los seres humanos.
Pero ya se acabó, comienza la 'desescalada' y ya se habla de volver a las playas, de que regresará el turismo después de junio. ¿Qué paisaje se encontrará el turista cuando vuelva a sus islas de refugio invernal? ¿Seremos lo suficientemente maduros como para evitar que este efímero reencuentro con la limpieza y la acción de la naturaleza se mantenga? Más que dudarlo, creo que se debería imponer de inmediato severas medidas de control de residuos, que se persiga el uso inadecuado de contenedores selectivos y el vertido de escombros y trastos, que se sancione duramente tirar objetos a la calle y que sea socialmente repudiado tirar mascarillas y guantes. El ejemplo más despreciable de que no hemos aprendido nada.
Y no es que tengamos que hacer cualquier cosa para traer turistas. Y menos perder la posible seguridad o certidumbre de control de la pandemia. ¡En absoluto! De hecho, Canarias es el primer territorio que presenta ante la Organización Mundial del Turismo (OMT) una medida de vuelos con pasajeros libres de coronavirus que el citado organismo aprueba como proyecto piloto, así como un plan de turismo seguro, 'Canarias fortaleza', que debe ser el principio de lo que ha de ser la nueva normalidad/realidad. Un plan que se centra en aspectos de seguridad para la elaboración de protocolos en toda la cadena de actividades relacionadas con el turismo, las que sean posibles y seguras, gracias a ese 'laboratorio' en que se convertirá el turismo en el Archipiélago, tal como han hecho ya supermercados y establecimientos sanitarios que no han cerrado ni en los peores momentos de la pandemia. Y es que todo va a girar en torno a la seguridad y la higiene, desde lo local hasta los corredores seguros entre países, confianza entre sistemas sanitarios y un proceso lento de recuperación que no podrá ser de otra manera porque las ratios de turismo y riesgo van a ser vigiladas con lupa por todos (hasta que haya vacuna).
Nuestra condición de islas nos somete a una conectividad que es decisiva para el turismo. Sin aviones no habrá recuperación, pero ahí está la combinación peligrosa: Más turistas es igual a más riesgo. Menos turistas es igual a más crisis y paro porque nuestro modelo está fundamentado en el turismo de más y más masas, con sus luces y sombras ya que es la misma actividad que ha permitido superar en mejores condiciones que el resto de comunidades la crisis subprime y, sobre todo, gracias las primaveras árabes (2009). Pero, si añadimos a esas variables la del tiempo de estancia, tendremos una mejora sustancial de la seguridad: Menos turistas pero por más tiempo podría suponer el mismo volumen de ocupación con mayor seguridad. También hemos de valorar otras variables: edad, gasto medio... Y es que ya he comentado que recibimos un turismo mayor de 60 años, fiel, repetidor, que emigra en épocas frías desde el norte europeo a sus islas paradisíacas que forman parte de la Unión Europea y que ha demostrado su capacidad de actuar en pandemias (primer caso del Estado en La Gomera, primer confinamiento de un hotel y el mayor éxodo turístico de nuestra historia en unas jornadas de locura en las que se movió en torno a un millón de personas).
Pues sí. Somos solventes y a pesar del asombro y críticas iniciales, pudimos actuar con responsabilidad y diligencia. Pero ahora toca salvar la economía y evitar el desastre social en nuestras islas. Para ello se dan pasos, lentos pero han de ser firmes porque no hay marcha atrás, ni tiempo para cambiar, ni plan 'B'. Otros territorios hablan de convertir en viviendas la planta alojativa que no sea rentable en este proceso. Aquí podría plantearse una residencialización para mayores de largos periodos, dado el perfil de nuestros turistas de temporada de invierno. Pero ese sería un extra asistencial que precisa de formación y, por supuesto, encarece el producto: actividades, cuidados, mejoras de accesibilidad universal. Todo aquello que mejore las condiciones para un asilo europeo. Pero, hay más opciones según los perfiles a que estamos acostumbrados pero no hemos 'mimado' siendo islas multidestino y multiproducto, argumentos que podrían complementar una oferta de mayor gasto, estancias más largas y, fundamental, menos riesgo sanitario. Una acción que debe ser de toda la comunidad isleña.
Por eso el Plan debe enriquecerse con la colaboración (implicación necesaria y obligatoria) de toda la sociedad. El Plan debe señalar que una debilidad de Canarias es el propio modelo de turismo de masas y crecimiento ilimitado. Hay que repensar el modelo económico, poner a las actuaciones la misma velocidad de adaptación que hemos tenido que adoptar para usar las tecnologías de la información y comunicación en estas semanas de confinamiento. Hay que hacer nuestro territorio autosuficiente en energías renovables. Llevamos décadas de retraso por los chanchullos y la ineptitud de unos políticos que todavía se carcajean de nosotros. Hemos de animar los sectores industrial, cultural, primario... Y no es que no sepamos cómo hacerlo, sino que durante décadas de autogobierno no se ha hecho más que frenar y retrasar el desarrollo de las islas que muchos reivindicaban. Un ejemplo es que el crecimiento turístico ha creado mucho empleo, pero uno de cada cuatro empleados es extranjero porque aquí no hemos explicado qué importancia tiene el turismo ni hemos facilitado el aprendizaje de un segundo idioma.
En definitiva, será decisivo el papel de la sociedad en su conjunto y del personal de los establecimientos turísticos, especialmente el que se hace cargo de la limpieza y el trato con los clientes. Habrá que ver cómo se las arregla la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias, pero está tardando en promover un Pacto por el Turismo en el que toda la sociedad participe. Y así lo establece el documento Canarias Fortaleza (que es necesario que se divulgue lo antes posible y se promuevan las mesas de debate y de aportaciones que lo enriquezcan). Un pacto que impulse la participación social, tan fundamental como exitosa ha sido en otras épocas tanto o más difíciles que la actual como es el caso de Néstor en Gran Canaria o César en Lanzarote.
Así, el documento del Plan Canarias Fortaleza recoge que “es necesario contar con el respaldo y la implicación de toda la sociedad canaria, consideramos que su participación es necesaria por cuatro motivos fundamentales:
- Fuente de conocimiento: los miles de personas que trabajan en el sector turístico y que claramente van a ver afectados sus puestos de trabajo y sus tareas cotidianas tienen tras de sí una gran experiencia que puede ser muy útil para aportar ideas innovadoras que son muy necesarias para adaptar al sector a esta nueva realidad.
- Involucración: su participación en el proceso puede generar una mayor implicación en la fase de implementación agilizando los procesos de cambio con mayor eficacia.
- Coherencia: no vale decir que “todo el mundo cuenta” y que “nadie se queda atrás” si ni siquiera se le da la oportunidad a la ciudadanía de participar en el diseño de su futuro de manera constructiva. Será fundamental recuperar la esperanza de que hay una luz al final del túnel y que cada uno de ellos cuenta y suma para salir airosos.
- Reconocimiento público: la participación mediante la aportación de ideas puede servir para hacer un reconocimiento a las aportaciones individuales y a todos los trabajadores del sector implicados en esta tarea. (Día Mundial del Turismo, septiembre 2020)”.
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