Pedro Agustín del Castillo (foto Europa Press) |
El asunto es que durante estas fechas extrañas ha coincidido el fallecimiento de varias personas por otras patologías, pero probablemente complicadas por el encierro forzoso de la población. Una situación dolorosa, con imposibilidad de celebrar el duelo, que todos hemos superado con más o menos fortuna, con nuestros momentos de desánimo frente al que impusimos nuestra creatividad y positivismo. Con una gran incertidumbre y miedo ante algo desconocido y brutal, ante un futuro incierto.
Entre las personas fallecidas en las islas, cabe destacar a tres figuras del turismo como Alejandro del Castillo, conde de la Vega Grande; Pablo Barbero y Manuel Poladura, ambos profesionales del sector. Tres grandes pérdidas y tres personas a las que conocí y traté personalmente, con ese ADN del mundo del turismo en el que la empatía es la tarjeta de presentación y el origen de amistades que perduran.
Pero el parón económico ha originado o acelerado también cambios mercantiles. Proyectos de vida o empresa truncados. Bodas que no se celebran, viajes, encuentros, desencuentros o sinergias... Quiebras, bancarrotas (el Circo del Sol, sin ir más lejos), despidos, inactividad que difícilmente podrá reactivarse y volver a niveles anteriores a la crisis porque la amenaza sigue latente. Porque las normas de la nueva realidad perjudican un modelo de vida que se fundamentaba en la conectividad, en el contacto, el encuentro y la masificación para obtener beneficios.
En este escenario, tras el parón forzoso de la actividad aeronáutica, la empresa Binter Canarias ha sufrido severamente el impacto de la pandemia, al encontrarse inmersa en un proceso de expansión que tuvo que frenar en seco. La compra de aviones, combustible, slots (reservas de espacios aéreos durante el tiempo que se realiza una línea entre dos aeropuertos), contratación de personal, campañas de promoción... Todo ello para poner en marcha un ambicioso plan de crecimiento de la conectividad desde las Islas Canarias con Península, países africanos y otros destinos. Pero todo tuvo que detenerse. Los profesionales contratados o 'fichados' de otras compañías, se vieron de la noche a la mañana en un limbo. Y toda la responsabilidad y amargura de la situación la vivió en primera persona el presidente de la compañía, Pedro Agustín del Castillo, quien ha sufrido durante los últimos tres meses una presión que ha determinado el fin de su carrera como presidente de la aerolínea al presentar su dimisión, idea que había anunciado hace bastante tiempo. La compañía había cumplido su 31 aniversario el pasado 26 de marzo, siendo los últimos 18 años los que marcan la impronta de Pedro Agustín del Castillo como presidente, tras el acceso a la mayoría accionarial del grupo empresarial canario Hesperia Inversiones Aéreas en 2002, con Rodolfo Núñez como vicepresidente, quien ahora ha asumido la presidencia de la compañía, la otra pieza del tándem directivo de la empresa. Una decisión que había anunciado hace tiempo pero que no hallaba el momento de materializarla, si bien continuará como accionista.
De Pedro Agustín del Castillo hay que decir que es miembro de la familia condal, sobrino del noveno conde, Alejandro del Castillo, quien falleció durante los días de confinamiento. Su tío y su padre participaron en la creación de Maspalomas Costa Canaria y la empresa Amurga y otras que consolidaron el proyecto de la gran ciudad turística invernal que hoy día es este territorio que discurre entre Bahía Feliz y Pasito Blanco. Los hermanos del Castillo tomaron diferentes rumbos empresariales, si bien en la actualidad Pedro Agustín estaba a cargo de algunas empresas familiares y, entre otras cosas, de la labor filantrópica de la familia al frente de la Fundación Amurga. Asimismo, es presidente de la empresa Elmasa Tecnología del Agua, del Consejo social del BBVA y participa como en inversor en diferentes sociedades. Continuará dirigiendo sus inversiones, pero se irá despojando del relevante papel adquirido para dedicarse a la familia, disfrutar de sus nietos, y atender los negocios personales y familiares.
Sin embargo, la trayectoria del empresario al frente de la aerolínea canaria finaliza tras una meteórica carrera de la empresa con el objetivo de ampliar su red de destinos y su radio de vuelo, tras superar la etapa de los CN-235, los ATR y los alquileres de otros aparatos, decidiéndose por la adquisición de los Embraer E185-E2 con un gasto de unos 300 millones de euros para cubrir con medios propios las rutas internacionales, sin descartar en el futuro la apertura de más conexiones con aeropuertos de África, ya que su rango de operación se extenderá con esas aeronaves hasta el Golfo de Guinea.
Desde 2005 inició su expansión por países africanos con sus vuelos a Marruecos. En estos momentos, vuela también al Sahara Occidental, Mauritania, Senegal, Gambia y Cabo Verde. En este proceso no sólo ha intervenido la cúpula empresarial de Binter, sino que hay que recordar el papel desempeñado por José Luis Reina, fallecido en 2015. Dos grandes protagonistas del éxito de una compañía aérea que ha sido reconocida entre las más exitosas de la Unión Europea, a pesar del pequeño territorio de origen, pero con el conocimiento de una sociedad para la cual la conectividad aérea es una seña de identidad. En definitiva, Binter y la sociedad isleña ven dar un paso atrás a un visionario del sector aéreo para el Archipiélago, aunque seguirá formando parte del accionariado, pero la decisión se ha materializado precipitada por un virus que ha impactado brutalmente en el sector aeronáutico en todo el mundo y, en el caso de Binter, en el peor momento posible, si bien la recuperación ya se ha puesto en marcha con el segundo de abordo desde que despegó, Rodolfo Núñez, quien ahora asume la presidencia.
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