domingo, 27 de diciembre de 2020

2020 la pesadilla turística de Canarias

Fumigando un puesto de vigilante de playa (EFE)
Desde el 31 de enero de 2020 -con el primer contagiado de coronavirus, en La Gomera-, el sector turístico de Canarias vive sumido en la crisis por el Covid-19. Una enfermedad muy contagiosa que afecta gravemente a mucha gente y a la que se atribuyen 1.750.000 muertes en el mundo. Una pandemia que ha extendido en la población la angustia, la ansiedad, el miedo e, incluso, el terror. Una prueba a la globalización con un éxito científico sin precedentes, en medio de una gobernanza que ha quedado en evidencia y patas arriba, siendo el turismo uno de los sectores económicos más perjudicados porque la coordinación política no ha existido. Ha faltado Humanidad en muchos 'líderes'. La lucha contra el virus se ha demostrado incapaz con sus límites a la movilidad y el distanciamiento personal. Y da igual que el clima y el carácter de cada país sea cálido o frío.

Esta realidad volátil hace que viajar sea una incertidumbre permanente, un riesgo evitable a costa de olvidar ese sueño de experiencias placenteras del clima de las Afortunadas. Pero esa imagen/souvenir se enfrenta a las condiciones de viajar y la incertidumbre antecede al miedo a volar, a desplazarse.

El turismo se paró por la pandemia incontrolada en diferentes episodios. Por nuestra irresponsabilidad o por la de los países europeos emisores, o de ambos, también. Y, como resultado, en España no hubo temporada de verano en La Península, ni de ski... Aunque peor parado ha resultado el destino Canarias, caído desde su pedestal de éxito turístico, por tratarse de un destino insular y desestacionalizado con el cartel de 'No cerramos por vacaciones', lo que nos ha conducido al triste récord de que la crisis se ha mantenido 11 meses, caso singular en Europa, dramático.

El inicio de la vacunación supone un nuevo capítulo en esta odisea. Otra crisis, ya que una apertura rápida -y a la vez- de toda la oferta turística mundial, con un planeta con menos renta disponible (aunque el crédito se abra), animará una guerra de precios que difícilmente podrá ser asumida por algunos operadores ya en venta o incapaces de afrontar la competencia que se avecina, por lo que ya ha comenzado la venta de inmuebles, otros saldrán del mercado para convertirse en infraviviendas... Estos cambios que estamos viviendo van a provocar la ruina de muchos, en lo que ha sido una batalla -incomprendida- de resistencia para sobrevivir en un sector que apenas ha tenido incidencia en los rebrotes.

De hecho, la crónica de esta pandemia arranca en 2019, el año en que vivimos la caída del primer turoperador como preludio del año negro del turismo en el mundo. Casi al mismo tiempo se producía una conjunción entre murciélagos, pangolines y hábitos culinarios incomprensibles para los occidentales, que haría saltar la chispa (dos meses después de la caída de la histórica Thomas Cook), en Wuhan, la ciudad que quedará en la historia como origen del drama en vidas humanas.

Seis meses después del impacto de la repatriación de turistas que vivimos en las islas con gran preocupación por la quiebra de Thomas Cook, volvió a producirse otra repatriación, esta vez absoluta, y llegó el cero turístico para quedarse. Ni verano, ni otoño o invierno. El turismo no se recuperó y todo apunta a la vacuna como única esperanza para el sector, ahogado por las sucesivas olas -o, mejor, tsunamis- de contagios.

Así lo preveían empresarios y expertos en marzo... había que armarse de paciencia, con la esperanza de que se pudiera salvar la temporada invernal, con el resultado de fracaso ya evidente. Mientras tanto, preparar la nueva realidad. Los más activos se han prodigado en reuniones y webinarios múltiples para analizar y buscar alternativas. Incluso se ha dispuesto de ocasiones para ampliar la ocupación, así como se han realizado planes y proyectos. Tanto del Gobierno como las universidades cuya utilidad habría que sopesarla.

Sabíamos que no habría recuperación hasta lograr la vacuna y que, ojalá, se pudiera reactivar en la temporada de invierno. En este contexto, el sector ha protagonizado una lucha extenuante, durante todo el año y contra todo. Pero las administraciones no lo han puesto fácil al ser sus prioridades otras. 2020 sea el fin de muchas empresas turísticas, por falta de apoyo y por la propagación de un desánimo y frustración difícil de superar. Con miles de profesionales turísticos en ERTE, acudiendo a solicitar alimentos y/o a colaborar con ONGs en el reparto o apoyo a personas necesitadas. (ERTE que, inexplicablemente no se han producido en determinados departamentos de las administraciones...)

P.D. En Canarias se han contabilizado más de 25.000 casos de Covid-19, con cerca de 400 fallecidos sin apenas acompañamiento. Vaya con todas estas personas mi respeto y solidaridad.

[In memoriam de tres personas vinculadas al sector que han fallecido en este 2020: Pablo Barbero, Manuel Poladura y Alejandro del Castillo y Bravo de Laguna]

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