martes, 24 de noviembre de 2020

Paciencia, calma, esperanza y turismo en Canarias

El turismo de Canarias en pandemia (Istac)
El karma ritual del epidemiólogo canario, Amós Rodríguez, para hacer frente al Covid-19, ha sido mantenido durante meses con perseverancia en el templo del Tweet: “Calma y paciencia”. Con estas palabras inicia cada tuit, complementadas con (+) prudencia. Consignas que podrían poner fin a la pandemia. Pero todo se retrasa y va más lento porque algunos/as son impacientes, imprudentes o irresponsables.

Con las actividades económicas paradas o lastradas, comprobamos la apremiante necesidad de recuperación de la actividad turística, la más importante en Canarias a mucha distancia de las restantes. Un sector que dio positivo en Covid-19 desde el primer momento y no ha parado de recaer. 'Calma y paciencia' insiste Amós, la que no hubo cuando salimos del confinamiento, pero que hay que tener para salvar la temporada de invierno, lo que queda porque ya termina noviembre y parece que algo se moverá en diciembre. Pero quién querría ir a un sitio donde la planta alojativa se utiliza para confinar a personas inmigrantes que han entrado de forma irregular en territorio UE... Se ha esmerado el Gobierno español para impedir que Canarias fueran islas-fortaleza frente al virus. Y se sienten más cómodos relegando este territorio a islas-cárcel.

Pero no todo está perdido. Como buen utópico, bucólico y pastoril, compartí con el artista Pepe Dámaso una convesación el pasado sábado sobre el artículo referido al turismo ‘senior’ que necesita nuestro clima. Y hablamos de la esperanza que se mantiene a pesar del diario recuento de errores y obstinaciones que hacen más difícil la recuperación. Porque hay demanda y oferta. La pandemia no ha podido con el deseo de venir a Canarias, incluso es una alternativa soñada por muchos para superar esta etapa.

Y la esperanza se extiende a otros ámbitos. Hay nuevas miradas hacia la ciudad futura, a los museos sin 'selfiturba'… Hay avances en test rápidos de antígenos, parece que hay vacunas posibles, variadas y con una rapidez en su preparación y fabricación nunca vista, superando a la más rápida descubierta por el doctor Maurice Hilleman contra las paperas y que le costó desarrollar cuatro años entre 1963 y 1967. Sesenta años después de aquel logro contra las paperas, es agotador y desesperanzador el paisaje de la pandemia que estamos viviendo, sin cooperación ni reacción suficiente en diversos ámbitos institucionales a pesar de los resultados de víctimas que se publican cada día. Ante este escenario, la población busca recomponer la seguridad empezando por su entorno familiar y de amistad (burbujas, le llaman). Muy lejos queda recomponer la confianza en las instituciones que no pusieron freno a un virus desde sus orígenes, y que continúa propagándose, tras fracasar la contención, con la obtención de fast-vacunas como -único recurso- defensa. El G-20 ya está repartiéndolas, mientras las farmacéuticas se convierten en las estrellas de la Bolsa. Pero... todo el mundo sabe que la recuperación será lenta y cargará con un endeudamiento para mucho tiempo. ¿Generaciones? Y es que ya arrastrábamos crisis de todo tipo. Pero en esta no basta con un Banco Central que imprima billetes sino mascarillas (como mínimo). El cambio se impone. Se acelera. La población (de todo el mundo) quiere recuperar la confianza para tener esperanza.

En Canarias, además, esa desconfianza extendida atenaza a su principal actividad económica. Un sector que requerirá de mayor protección, cuidado y proyección para iniciar su recuperación, para mitigar los efectos de la recesión e iniciar la recuperación económica. Aunque más que dinero habrá que ver si hay proyecto o modelo para una Europa pos Covid-19, porque (y vuelvo a repetir) nada será igual. La ‘normalidad’ será la que surja a partir de ahora, la que podamos y/o queramos crear para nuestro futuro. Algo que se constata en el estudio realizado por el Instituto Canario de Estadística (Istac) sobre el turismo en los meses de verano.

Las dinámicas de consumo han cambiado instigadas por la desconfianza, la austeridad preventiva de las familias y las incertidumbres; variables que influyen en la toma de decisiones del consumidor, especialmente en los viajeros, ante las motivaciones para separarse del ‘refugio’ pandémico en el que se ha convertido el espacio cotidiano, el hogar. Y, encima, pagando por ello el viaje, la estancia y los PCR a la ida y al regreso.

Por ello, (insisto) no podemos recuperar el turismo ‘de antes’. Salvo que nos arrojemos al abismo tirando precios y exponiendo a la población a una inseguridad de consecuencias dramáticas. Porque 'antes' significa una avalancha de clientes y riesgos para hundir definitivamente el destino turístico, a cambio de pagar con un mínimo margen de beneficio.

Y es que ya se atisban algunos de los cambios que se extienden en el sector turístico por parte de los clientes. Ahora es tiempo de viajar en grupos ‘burbuja’ donde la confianza y la responsabilidad común son principios de obligado cumplimiento. También se puede comprobar cómo la incertidumbre de las ‘olas’ de contagio empujan a las reservas de última hora, no sea que te quedes con el pasaje y no te dejen salir de tu domicilio. Asimismo, crece la apuesta por el turismo verde y ‘sostenible’ en lugares con espacios abiertos y sin polución. Esto ha dado lugar a una nueva motivación turística, el descubrimiento de nuevos lugares donde la tranquilidad se mide por la escasez de visitantes, incluso cerca de casa, que para eso no hace falta recorrer medio mundo.

Durante el confinamiento, y los posteriores toques de queda, semáforos, desescaladas o niveles de restricciones en cada territorio, muchas personas descubrieron que su ciudad o pueblo también podía ser una opción para disfrutar de las vacaciones. Un éxito de las 'Staycation' (vacaciones en casa) que no tienen que ser en el propio domicilio, sino también disfrutar de los servicios del hotel de la zona que siempre estuvo ahí para los foráneos.

También se habla de los nómadas digitales, o los teletrabajadores que pueden realizar su jornada laboral ejecutando las tareas necesarias desde su segunda residencia, hoteles o apartamentos de alquiler, disfrutando del campo, mar o montaña al tiempo que desarrollan su actividad sin tener que exponerse en oficinas insalubres, transportes de posibles víctimas hacinadas en esas ciudades insalubres que hemos impulsado durante siglos.

Pero no sólo hay viajeros solitarios, también crecen los viajes familiares multigeneracionales que se han puesto de moda tras las restricciones de movilidad de los últimos meses que han impedido estar junto a la familia. Ese reencuentro es más factible y satisfactorio en destinos turísticos fuera de urbes masificadas. Lo mismo que las bodas y despedidas de solteros, cuando las limitaciones de aforo puedan ir superándose, lo que augura una próxima temporada complicada para los organizadores de bodas, al juntárseles las de 2020 con las de 2021 y las surgidas de esas relaciones creadas (o rotas) durante esta soledad forzosa.

Por ello, los destinos turísticos deben considerar cómo atraer a clientes que quieren retomar y completar estas experiencias, ya sea aumentando la duración de las estancias (como viene sucediendo) u organizando más actividades dentro del destino. De ahí el auge que probablemente tendrá durante un tiempo el ‘slow travel’ frente a todo lo ‘fast’ y ‘low’. De hecho, ya hay hoteles que ofertan meses completos o mayores estancias por precios muy atractivos. Es una forma de atraer al turismo de plata que intenta economizar las largas estancias en las islas y que el sector alojativo hasta ahora consideraba poco interesante, 'turismo de cama' no 'de calidad' que ahora podría ser un perfil interesante ante la baja ocupación.
Este turismo en tiempos de pandemia elige lugares con actividades, la playa en vez de la piscina rodeado con hamacas ocupadas por extraños, distanciamiento, espacios abiertos, sin aglomeraciones y en entornos naturales, donde el paisaje, las actividades tradicionales o los servicios de bienestar ayuden a superar esta traumática experiencia en la que se nos ha clausurado la vida, o hemos visto la marcha sin duelo de numerosos seres queridos, conocidos o significados…

Por eso, a pesar de los momentos difíciles que vivimos, hemos de mantener el karma: paciencia, calma, prudencia y esperanza. Habrá recuperación, habrá turismo, pero no nos precipitemos y pensemos si podemos aprovechar esta oportunidad para mejorar.

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