sábado, 13 de abril de 2019

El universo manrique está en nosotros

Campesina lanzaroteña. 1968. Foto: Nicolas Muller.
Conocer la obra de César Manrique es contemplar el paisaje completo del Archipiélago Canario, el mismo escenario que le animó a quedarse y crear en una imparable sucesión de ilusionantes proyectos que fue ejecutando en varias islas sin perder sus vínculos con el progreso del arte internacional. La mano y la mirada de César se extiende por todo el Archipiélago, incluso en los lugares donde no hay intervenciones suyas, porque él quiso conocer todas las islas y en cada una soñaba, proyectaba o ejecutaba sus creaciones para hacer visitables lugares con atractivos singulares, latentes pero que necesitaban la fecundación del artista, ya sea en espacios abiertos o en el interior de la tierra. Cada uno es único. Salvo en Lanzarote. Su isla.

Para acercarnos a su obra, a su conciencia y su lucha, el Centro Alántico de Arte Moderno (CAAM) de Gran Canaria ofrece la exposición 'Universo Manrique', comisariada por la historiadora y crítica de arte, Katrin Steffen, que se podrá visitar hasta el 29 de septiembre. Una iniciativa que recuerda el primer centenario de su nacimiento, en una isla cuya población admira a César Manrique y su forma de entender el territorio con la sensibilidad y creatividad contagiosa que le caracterizaba. Y un éxito. La mejor y más certera exposición sobre César que he podido ver.
Pero, si hay un lugar donde todo recuerda a Manrique -o él hizo con sus creaciones que se le recordara- es su tierra lanzaroteña. Una isla en la que el aeropuerto ya nos indica que nos encontramos en la isla/hogar del artista y su fuente de inspiración. De hecho, a través de su obra y su pensamiento, César manifiesta su respeto al divulgar la creación de los hombres y las mujeres que sobrevivieron durante siglos gracias a su adaptación a un territorio donde los elementos imponían su ley de vida: Fuego, viento, sol, rodeado por un océano que no saciaba la sed de la isla...

Los conejeros (gentilicio lanzaroteño) son canarios, curiosa realidad de un pueblo dividido en pequeños espacios tan cercanos y profundamente distintos. Un Archipiélago en el que cada insularidad es diferente salvo en una cosa: su isla, el espacio o roca de la que los isleños conocemos todos sus perfiles, sus usos, su historia, en un eco infinito. Donde cada figura o rasgo se convierte en especial y personal, en símbolos identitarios y sentimentales y, en otro nivel, están los contornos que son visiones artísticas de dos creadores en nuestras islas: Néstor Martín-Fernández de la Torre y César. Dos épocas y dos formas de actuar diferentes con un mismo objetivo: hacer de la vida a una obra de arte.

Manrique aprovechó la originalidad de su tierra para dotarla de creaciones que enseñan la belleza incluso cuando ha sido calcinada por los volcanes, sobre todo en Lanzarote con su majestuosa figura de la Corona en la zona norte y más alta de la isla, en contraste con el paisaje de Timanfaya, al oeste, separados por el jable que recorre desde Famara hasta Guacimeta, junto al rio de lava de Tahíche que discurre desde el volcán de Oígue (o Ubigue), en cuyos caprichosos movimientos se encuentra la gruta que convirtió Manrique en su hogar, su útero telúrico.

Pero el volcán/isla/Manrique hay que verlo, vivir la experiencia de los sentidos. Sus figuras, sus formas, su gama de colores negros y cobrizos. El viento con su coreografía para erosionar la lava con sus caprichosas figuras de roca explosiva o colada como imparable marea de fuego que sólo se detiene al enfriarse. Un paisaje que muestra el drama de la naturaleza y su creación que nadie ha conocido y vivido como César. Y Lanzarote es a la vez isla y arte inspirado en la creación, en el origen de la vida y la emoción de sentirla, que es el gran logro de Manrique.

Hay muchos cuadros y esculturas creados por Manrique, pero su originalidad está en sus creaciones como 'trogloartista'. El hombre que se introduce en la tierra para recrearla y habitarla, porque la relación de la humanidad con la biosfera es de dependencia en esa mínima capa del planeta, por ello César nos deja su mensaje de armonía, respeto, e incluso el placer de gozar de ese universo en el que nos invita a disfrutar, participar y defender esa necesidad de llevar el arte a la vida y educar a la humanidad en la felicidad comprometida con la supervivencia, la libertad y el futuro.
  • (Este artículo, por cuestión de tiempo, lo redacté antes de la inauguración 'Universo Manrique' para la edición de abril de Welcome to Gran Canaria. Me ratifico en lo escrito y añado que el Universo Manrique no ha sido engullido por el agujero negro de la ambición personalista. Allí estuvimos y estarán los que le admiramos, le amamos hereditariamente y sufrimos su vacío intentando llenarlo con nuestra lucha por sus ideas y esperando que esta tierra nos obsequie con otro Néstor, otro César y otros muchos artistas que convierten la vida en arte...)
 
Monjas en Timanfaya. 1968. Foto Nicolas Muller.

jueves, 11 de abril de 2019

Argonautas con smartphone

Jasón y el vellocino de oro.

Hace 5 años que escribo una sección en el periódico turístico Welcome to Gran Canaria bajo el epígrafe enYESque, una palabra que estimula los sentidos de los canarios y espero que también a nuestros visitantes. En este artículo publicado en el número de abril, repaso la historia del viaje como experiencia de la humanidad. Una travesía que comenzó hace miles de años, envuelta en leyenda, y que nos lleva al espacio... Le invito a embarcarse en este prodigioso mundo. Lea:

Recapitule un momento. Ha recorrido miles de kilómetros para llegar a una isla situada en el trópico, refrescada por la corriente atlántica que circula entre el Golfo de México y el Sahara. Para ello, una nave ha volado a miles de metros de altura a una velocidad que ningún ser vivo en el planeta había alcanzado nunca. Sólo al ser humano se le ha ocurrido construir naves para recorrer el planeta y viajar hasta la luna, sumergirse en las profundidades o crear pistas para esquiar sobre nieve en la zona más árida del mundo, todo desplazamiento y actuación de los seres humanos tiene como objetivo conseguir materias y/o buscar el lugar ideal, el Jardín de las Delicias o Utopía. Pero, hoy día ya no hay mitos ni sitios misteriosos o extraordinarios como los descritos para Gulliver o Robinson Crusoe. Tampoco encontrará un cíclope o a King Kong, pero son cientos de millones de personas quienes cada año se desplazan de un lado a otro de la tierra para disfrutar de todo lo que ofrece la naturaleza y lo que ha creado la humanidad pensando en su bienestar.

En definitiva, resulta que el vellocino de oro mitológico no era la piel del carnero sino el propio viaje: Convertir la vida en una experiencia extraordinaria. Y ése viaje iniciático fue el espíritu que empujó a Jasón, pero también a Colón, a Marco Polo y a tantos argonautas que se lanzaron a recorrer territorios desconocidos. El mismo empuje que anima a todas las personas que hacen turismo. Aunque en estos momentos ya no sea un aventura hacia lo inexplorado.

En apenas unas horas de vuelo todo cambia: el clima, el paisaje, el paisanaje, el idioma, la hora, las rutinas... Se puede sentir la sensación de que el tiempo discurre a un ritmo diferente porque puede recrearse en detalles, pararse a pensar qué le apetece hacer o incluso no hacer nada. Es el turismo. O lo era hasta hace poco, cuando todavía podíamos desconectar casi por completo. Si tiene un móvil ya es otra cosa radicalmente distinta. Hemos cambiado el viaje por una permanente y exacta localización GPS. Varía el paisaje pero seguimos conectados a la rutina: realizamos las tareas de la oficina, estaremos al tanto de la reunión escolar, de la comunidad de vecinos, las novedades familiares, los cumpleaños de todo el mundo y -por si no lo sabía- tiene a 50 metros una dulcería, restaurante, museo, tienda, concierto, obras o carrera popular, etcétera, con una alta puntuación según los millones de usuarios de las aplicaciones instaladas en su móvil.

¿Qué le diferencia de aquella mitológica tripulación? Que la leyenda la ofrecemos online, con fotos, videos, valoraciones y respuestas instantáneas. O, por el contrario, dejamos el smartphone a ratos y descubrimos las sensaciones del entorno, estimulamos los sentidos y trabajamos la intuición junto al diálogo con la gente. Seres reales que aconsejan, recomiendan, comparten y viven el momento sin necesidad de selfies o emoticonos.

Las personas empezaron a navegar aferrándose a un tronco; luego lo adaptaron para crear canoas y empujarlas con palas y remos. La vela fue tan importante que se atribuyó su creación a la diosa Isis. Los romanos construyeron la primera red de calzadas y la revolución industrial hizo creer en un mundo de invencibles máquinas de dimensiones faraónicas y dramáticas como el Titanic o el Hindenburg. El tiempo se reducía y cada vez más gente podía desplazarse y convertir en popular un lugar, un destino.

Todo esto hizo desaparecer la leyenda del viaje original, liquidado por el smartphone que convierte la realidad en virtualidad, en pura imagen, aunque nos puedan ver en todo el mundo.

miércoles, 10 de abril de 2019

Una ruta para visitar el arte de Chirino en su ciudad

Martín Chirino en Morata de Tajuña (foto: Nacho González)
En marzo se heló la fragua. Con aflicción contemplamos cómo se apagaban los rescoldos brillantes de la mirada de Martín Chirino López, entre cenizas y escorias de su taller en la sierra madrileña. Era la última creación de una vida de arte expresada con esculturas inspiradas en su isla, sus formas, sus movimientos y pensamientos forjados en acero corten o hierro. El buril y el martillo enmudecieron. La brutal ausencia instantánea del amigo con la sabiduría en la voz que nunca rugió como el fuego, ni atronó el yunque. Perdimos la palabra forjadora que Chirino difundió generosamente, al viento. Hacía esculturas y personas, con sus obras educaba mientras su pensamiento daba también forma a la sociedad en su palabra exacta, moldeada.

Contemplar la obra de Martín Chirino en Las Palmas de Gran Canaria es un lujo, una presencia permanente en lugares emblemáticos, una sucesión de afortunadas piezas que muestran la más completa colección para recorrer la trayectoria del artista y, a la vez, de sus vínculos con la ciudad a la que interpreta a través de obras que también representan sensaciones y recuerdos.

En el acceso que viene del aeropuerto nos saluda una sacerdotisa del primitivo pueblo de Gran Canaria, Lady Harimaguada, que desfiló orgullosa toda la Avenida en un paseo hasta su enclave, junto al mar, visitada cada día por decenas de miles de vehículos que saludan o despiden la capital que a la vez es puerto de cien pabellones y el mayor barrio de la isla. Una ciudad/isla con su propia isleta que le da refugio.

Allí arribaron los colonizadores para crear un modelo urbano que se extiende por todas las ciudades nacidas de la aventura del nuevo mundo y rutas que descubrió Cristóbal Colón. Es el barrio antiguo de Vegueta que contempla la Espiral del Viento (2003) en la Calle Mayor de Triana. Una figura etérea y férrea que trasladaron de una rotonda junto a la depuradora para situarla junto a la ermita de San Telmo, la de la tradición de los maestros carpinteros de ribera, donde el feminismo reivindica igualdad en su nuevo emplazamiento. Desde este punto se mira hacia la Casa de Galdós, la de Colón, la Catedral, el Museo Canario y el Centro Atlántico de Arte Moderno, que Chirino dirigió en sus primeros años.

En el barrio portuario, el de su infancia y adolescencia, encontramos la sede de la Fundación Martín Chirino que no se limita a ofrecer una retrospectiva de su arte sino que pretende proyectar su pensamiento desde el Castillo de La Luz. Un espacio para compartir las ideas y hacer más fuerte esa luz que guió a navegantes por el Mare Tenebrosum y ahora en un mundo global en el que transita la Humanidad.

Chirino cierra entre los muros de esta fortaleza su ciclo vital y creativo, cerca de los talleres donde aprendió, con un ágora para el aprendizaje, si los responsables municipales mantienen su compromiso de apoyo a los fines plasmados por el propio creador. En sus salas, con el envoltorio de piedra levantada con el objeto de crear una defensa inexpugnable ante los numerosos ataques piratas y berberiscos, se conserva y expone una amplia muestra de obra en hierro, fundición en bronce, obra gráfica, obra sobre papel y dibujos. Un testamento artístico impactante y sorprendente para los visitantes.

El artista quiso completar con la Fundación y su sede una trayectoria que le llevó de los juegos de infancia en la playa a figurar entre los más destacados escultores del mundo, gracias a su inquieta contemplación de las espirales que forman los juguetones torbellinos de la arena, iluminados por el astro en sus distintos momentos desde el amanecer hasta el ocaso, con los espectaculares atardeceres de luz sobre el Atlántico que bordeaban la silueta del Teide en el horizonte. Momentos que compartió junto a otros niños y niñas entre los que se encontraban varios artistas que compartían inquietudes vitales, especialmente con Manolo Millares, Elvireta Escobio, Manuel Padorno y Alejandro Reino, con quienes partiría a Madrid y a partir de esa diáspora iniciaría su implicación en el grupo El Paso y su proyección internacional como artista.

En esta ruta por sus obras públicas, hay que visitar el Hospital Juan Negrín, donde se extiende en su salón principal la obra Alfaguara 2, realizada en hierro forjado y, para terminar, se debe visitar el Campus Universitario de Tafira, donde se ubica la Escultura del Pensador (2001-2002, donada por el Grupo Domingo Alonso), junto a donde estuviera el Seminario y el Instituto Superior de Teología de las Isla Canarias, como homenaje a la formación y al saber.

Probablemente, su último texto artístico sea el publicado como prólogo del libro sobre su amiga, artista y hermana de Manolo, Jane Millares Sall, donde reflexiona sobre arte canario (insularidad, identidad y discurso artístico), en aquellos tiempos de soñar, de crear, a pesar de habitar un “mundo de escasez y controversia” que compartió con los hermanos Millares (dos y cuatro años más jóvenes que él). Asimismo, recuerda cómo se aventuró con Manolo para poder participar en la trayectoria que imponía el arte nuevo, más global y comprometido, mientras Jane decidió continuar en la isla y "vivir su circunstancia", transformando "el drama de la insularidad en identidad y discurso artístico" en el que encontraba Martín la "veracidad del arte canario" con su "magicismo y pureza".