sábado, 1 de febrero de 2020

Vacunar la imagen de Canarias

Turistas en la plaza de San Marcos (Venecia)
La actuación ante la posible -y luego confirmada- presencia de un paciente con coronavirus en la isla de La Gomera es la demostración de que la globalización tiene 'efectos mariposa' múltiples e inmediatos en las antípodas del planeta. También tenemos que reconocer que han funcionado correctamente los protocolos preventivos y la coordinación entre países de la Unión Europea, en una isla que nada tiene que ver con las carencias de todo tipo que padece la población china (salvo los nuevos millonarios, en un país comunista) y donde el nivel de equipamiento y servicio público de salud es muy satisfactorio con cinco áreas y centros de atención primaria y un hospital de servicio público, un lujo para otros países, incluido EE.UU.

Sin embargo, la imagen de decenas de retroexcavadoras para la urgente construcción de un fast-hospital para atender a un millar de posibles contagios en una población de millones de personas, ha impactado en el mundo más que otros mensajes por las magnitudes que suele ofrecernos la realidad de ese país de más de 1.500.000.000 habitantes, lo que produce miedo. Y el miedo se asocia a las palabras mágicas que repiten los telediarios: muertos, cuarentena, epidemia, contagio, sin vacuna..., a la hora del almuerzo y de la cena, como si no viviéramos realidades distintas y, en algunos casos, antagónicas.

Aunque no olvidamos que cuando la gripe aviar compramos no sé cuántas vacunas que habrán caducado, lo novedoso es que tenemos un caso en la isla colombina, aquí al lado. Una especie de explosión de Chernóbil que enmudece todos los chistes de gomeros. Aunque, sin quitar importancia a la epidemia, la realidad es bien distinta. Nada que ver con Wuhan (todo nuestro apoyo), donde están dando ejemplo de una disciplina y orden propio de un país como la República Popular China, ni con otros territorios del planeta. Otra cosa es cómo expliquemos que nuestras instituciones y servicios son eficaces y suficientes, empezando por los propios canarios y dándolo a conocer a quienes quieren visitarnos. Y no es la primera vez que cito la necesidad de contar con un protocolo de comunicación en situaciones de crisis (ver enlaces más abajo), especialmente en el ámbito del turismo que, a la vista de los sucesos que vivimos, es más que urgente.

Habrá que entender que los puertos y aeropuertos son fronteras con su organización y seguridad. Que en las islas disponemos de infraestructuras sanitarias y recursos humanos para actuar ante estas contingencias. Y que formamos parte de la Unión Europea que -aunque algunos decidan irse- a España le ha servido para que lugares como La Gomera hayan dado un salto en equipamientos y servicios que no se habían producido nunca en estas tierras.

No hemos de bajar la guardia y, probablemente, quienes más alarmados estén sean aquellas personas y sus familiares que padecen enfermedades graves de base, por ser las víctimas vulnerables en este tipo de episodios epidémicos. Pero ¿acaso no están toda la vida atentos y vigilantes ante cualquier indicio? ¿Los crónicos de todo el mundo no toman desde siempre las mismas medidas ya cotidianas de llevar mascarillas, evitar aglomeraciones y lavarse las manos constantemente? Pues es lo que toca para todos en un mundo cada vez más poblado (superpoblado) y vulnerable a las negligencias o situaciones de desarrollo y las diferencias abismales entre territorios.

Pero, además, el impacto económico y especialmente en la actividad turística, habrá que estudiarlo bien para tomar medidas urgentes ya que probablemente estemos ante un episodio mucho más grave que la quiebra del turoperador Thomas Cook. Aunque hay que recordar que seguimos sin tener protocolos de comunicación de crisis en el sector turístico, que la comunicación es estratégica, fundamental. Sin olvidar que las instituciones deben mejorar el destino y el modelo de negocio para que el mayor porcentaje del gasto turístico no se quede en el continente, sino en la economía isleña.

Lo que vivimos estos días y lo que pueda suceder ha de preocuparnos y debe servir para que nuestras instituciones se planteen, de una vez, cuáles son las prioridades y objetivos de los organismos que pagamos para el desarrollo turístico.

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