jueves, 28 de mayo de 2020

Vademécum de personas influyentes en el turismo español

Charla en la Fundación César Manrique (Adriel Perdomo)
La empresa Sergestur ha elaborado un listado con los 150 profesionales más influyentes en el sector turístico de España. Viniendo de una iniciativa independiente y con presencia en diferentes territorios del país resulta más que interesante comprobar el vademécum de ámbitos en los que se establece la influencia sobre un sector que se ha convertido en la principal víctima de la pandemia, situación extrema en la que se ha demandado, y mucho, información sobre cómo ha afectado este fenómeno y cómo superarlo. Dos cuestiones que, al igual que otras cuestiones mucho más específicas, se han convertido en la comidilla de tertulianos -con bastante poco fundamento- mientras los verdaderos conocedores de lo que significa la palabra Turismo y sus realidades por territorios, la mayoría de los cuales forman parte del listado de influyentes, han tenido una frenética actividad en colaboración con los profesionales del sector para buscar salidas a este 0 turístico prolongado y planetario.

El director del Hotel Lopesan Costa Meloneras, David Morales, se adelantó ayer al enviarme un whatsapp con el enlace a la publicación del listado. No me dio tiempo ni de mirar el correo electrónico para ver la nota remitida por Sergestur. Y todavía (24 horas después) estoy asombrado. Y, sinceramente, emocionado. No por mi posible vanidad u orgullo, sino por verme reflejado en una lista de personas que son referencia para uno de los colectivos profesionales más singulares. Un mundo aparte, formado por hombres y mujeres cuyo objetivo es lograr la rentabilidad de un negocio que se fundamenta en hacer disfrutar a la gente. Y esa impronta también forma parte de la forma de ser de la mayoría de los profesionales del sector que he tenido la suerte de conocer, el que da empleo a 4 de cada 10 canarios y produce el 36% del PIB del archipiélago.

Figurar en este listado me hace reflexionar sobre varios aspectos. En primer lugar, creo que es justo reconocer el protagonismo adquirido y merecido del sector turístico en Canarias, cuestión irrefutable tras más de 150 años de desarrollo de una marca que figura en la historia del viaje de la humanidad. Además, Canarias se muestra como potencia y éxito turístico, en constante debate y análisis ante un fenómeno siempre complejo, transversal, difícil de frenar o encauzar entre aspiraciones de inversores, búsqueda de consolidación y crecimiento por parte de los empresarios, un laberinto administrativo que refleja la falta de visión política en los distintos niveles más allá de la promoción local, insular o autonómica incluso estatal. Y permítanme un inciso, ya que aquí tenemos un problema endémico que parte de la histórica obsesión de valorar el crecimiento del número de visitantes como la panacea del negocio marca España extensible a cualquier destino del país. Un objetivo que puso en marcha Manuel Fraga a comienzos de los 60, pero que acompañó siempre del dato de la inversión extranjera en España. La necesidad de divisas era apremiante para financiar los planes de desarrollo. Pero seguimos anclados en el más y más, no en el mejor y más rentable.

En segundo lugar, dudo que mi inclusión entre tantos expertos de enorme nivel se deba a mi trayectoria como autor de guías y libros sobre esta actividad, director de cursos sobre turismo y de la Universidad de Verano de Maspalomas, ser uno de los fundadores del Foro Internacional de Turismo de Maspalomas, o ser comisario de aniversarios y exposiciones todas ellas vinculadas al turismo. En realidad, por medio está la presencia del blog 'Islas bienaventuradas' que inicié en enero de 2011 y en el que he publicado 370 artículos relacionados con el turismo en casi todas sus vertientes, siempre desde una óptica histórica y con la búsqueda de aquellos detalles que el día a día del sector suele borrar, pero que entre los profesionales y personas interesadas en estas curiosidades suman ya 259.670 lecturas. Un número que también me sorprende, me abruma. Un espacio gratuito, independiente y, según el número de lectores, con cierto interés o, como dice un buen amigo y experto, Antonio González Molina, "muestra la visión de un humanista sobre el turismo".

Pero poco he hecho para influir en el día a día del sector. Más bien he tenido poco éxito en cuanto a sugerencias, salvo para las conmemoraciones, como por ejemplo mi insistencia en crear  algo tan barato y sencillo como habitáculos para los 'cazadores fotográficos' de aves, siendo Canarias un lugar privilegiado para este tipo de actividades con sus saladares, lagunas, fauna endémica... En fin, a ver si ahora me hacen caso con este y algún otro tema, ya que eso de influenciar significa “Ejercer predominio, o fuerza moral” y creo que tantos años de escritor de guías e investigador de la historia turística de Canarias habrá servido para algo y, lo enlazo con el segundo significado de la palabra influenciar: “Contribuir con más o menos eficacia al éxito de un negocio” y el turismo en Canarias es el éxito de estas islas, no sólo por el negocio sino porque “Se trata de vivir cara al futuro, contribuyendo a construir una alternativa limpia, inteligente, de calidad de vida. No debemos desfallecer, hay que seguir adelante, estar vigilantes y mantener viva la conciencia crítica, pues el futuro nunca está conseguido, lo tenemos que hacer desde el presente. Se trata de hacer convivir la industria turística con la defensa del territorio y de la cultura propia. Y esa convivencia es posible, pero, sobre todo, necesaria, obligatoria para no vivir de espaldas al futuro” (César Manrique).

PD: acaba de entrevistarme el periodista danés Kasper Kloch. Voy a tener que creerme eso de que puedo influir en algo...

lunes, 25 de mayo de 2020

Canarias como fortaleza colectiva para la recuperación

¿Nadaremos en mascarillas o seremos más sensatos?
Hemos visto en tiempo real lo que sucede en el mundo desde el pasado diciembre como si protagonizáramos un reallity que a la vez es ciencia sin ficción. Hemos comprobado la falta de una colaboración global, el chovinismo de los dirigentes de las naciones, con mayor vergüenza según mayor era su poder, y el fracaso del modelo turístico que hemos soportado durante décadas tras descubrir la fragilidad vs fortaleza de un archipiélago atlántico que se debate entre la tormenta perfecta y la gran oportunidad. Si lo hacemos mal, o por lo menos no intentamos corregir lo que pueda ser dañino, tendremos dos millones de personas al borde del precipicio. Y la culpa de todo la tendrá una simple mascarilla tirada en una acera de una zona concurrida por turistas que se espantarán ante esa imagen.

No será el cornavirus, sino nosotros mismos quienes tendremos la responsabilidad de que el frágil y vertiginoso trapecio sobre el que nos moveremos durante meses caiga a un suelo sin red. Y no podremos echar la culpa a ningún enemigo externo. Porque en realidad, el Covid-19 lo que pone de manifiesto es que había muchas cosas mal hechas, muchos asuntos por afrontar que eran postergados porque moríamos de éxito gracias a la maquinaria que traía a las islas miles de turistas en los sesenta y más de 14 millones hasta hace unos días... Pero la máquina paró y empezamos a ver cómo la naturaleza recuperaba su belleza y destapaba los pastiches que afean el Jardín de las Hespérides.

La suciedad, el deterioro paisajístico, la falta de armonía en las zonas turísticas (Lanzarote aparte, en parte), infraestructuras inadecuadas mal hechas a posta (para ahorrarse unos euros o para repartírselos entre 'listillos') que saltaban cuando llovía un día entero, centros comerciales convertidos en ruinas sine díe... Pero, sobre todo, la demostración del fracaso político con una población que no ha aprendido idiomas después de seis décadas de crecimiento turístico. Y peor aún, una parte de la población que no respeta la limpieza, el ornato, la cortesía y hospitalidad. Probablemente el peor enemigo de la recuperación necesaria. Así nos encontramos ahora con jardines como nunca, playas y entornos turísticos con una limpieza extraordinaria. Se nota ¡y cuanto! La ausencia de los seres humanos.

Pero ya se acabó, comienza la 'desescalada' y ya se habla de volver a las playas, de que regresará el turismo después de junio. ¿Qué paisaje se encontrará el turista cuando vuelva a sus islas de refugio invernal? ¿Seremos lo suficientemente maduros como para evitar que este efímero reencuentro con la limpieza y la acción de la naturaleza se mantenga? Más que dudarlo, creo que se debería imponer de inmediato severas medidas de control de residuos, que se persiga el uso inadecuado de contenedores selectivos y el vertido de escombros y trastos, que se sancione duramente tirar objetos a la calle y que sea socialmente repudiado tirar mascarillas y guantes. El ejemplo más despreciable de que no hemos aprendido nada.

Y no es que tengamos que hacer cualquier cosa para traer turistas. Y menos perder la posible seguridad o certidumbre de control de la pandemia. ¡En absoluto! De hecho, Canarias es el primer territorio que presenta ante la Organización Mundial del Turismo (OMT) una medida de vuelos con pasajeros libres de coronavirus que el citado organismo aprueba como proyecto piloto, así como un plan de turismo seguro, 'Canarias fortaleza', que debe ser el principio de lo que ha de ser la nueva normalidad/realidad. Un plan que se centra en aspectos de seguridad para la elaboración de protocolos en toda la cadena de actividades relacionadas con el turismo, las que sean posibles y seguras, gracias a ese 'laboratorio' en que se convertirá el turismo en el Archipiélago, tal como han hecho ya supermercados y establecimientos sanitarios que no han cerrado ni en los peores momentos de la pandemia. Y es que todo va a girar en torno a la seguridad y la higiene, desde lo local hasta los corredores seguros entre países, confianza entre sistemas sanitarios y un proceso lento de recuperación que no podrá ser de otra manera porque las ratios de turismo y riesgo van a ser vigiladas con lupa por todos (hasta que haya vacuna).

Nuestra condición de islas nos somete a una conectividad que es decisiva para el turismo. Sin aviones no habrá recuperación, pero ahí está la combinación peligrosa: Más turistas es igual a más riesgo. Menos turistas es igual a más crisis y paro porque nuestro modelo está fundamentado en el turismo de más y más masas, con sus luces y sombras ya que es la misma actividad que ha permitido superar en mejores condiciones que el resto de comunidades la crisis subprime y, sobre todo, gracias las primaveras árabes (2009). Pero, si añadimos a esas variables la del tiempo de estancia, tendremos una mejora sustancial de la seguridad: Menos turistas pero por más tiempo podría suponer el mismo volumen de ocupación con mayor seguridad. También hemos de valorar otras variables: edad, gasto medio... Y es que ya he comentado que recibimos un turismo mayor de 60 años, fiel, repetidor, que emigra en épocas frías desde el norte europeo a sus islas paradisíacas que forman parte de la Unión Europea y que ha demostrado su capacidad de actuar en pandemias (primer caso del Estado en La Gomera, primer confinamiento de un hotel y el mayor éxodo turístico de nuestra historia en unas jornadas de locura en las que se movió en torno a un millón de personas).

Pues sí. Somos solventes y a pesar del asombro y críticas iniciales, pudimos actuar con responsabilidad y diligencia. Pero ahora toca salvar la economía y evitar el desastre social en nuestras islas. Para ello se dan pasos, lentos pero han de ser firmes porque no hay marcha atrás, ni tiempo para cambiar, ni plan 'B'. Otros territorios hablan de convertir en viviendas la planta alojativa que no sea rentable en este proceso. Aquí podría plantearse una residencialización para mayores de largos periodos, dado el perfil de nuestros turistas de temporada de invierno. Pero ese sería un extra asistencial que precisa de formación y, por supuesto, encarece el producto: actividades, cuidados, mejoras de accesibilidad universal. Todo aquello que mejore las condiciones para un asilo europeo. Pero, hay más opciones según los perfiles a que estamos acostumbrados pero no hemos 'mimado' siendo islas multidestino y multiproducto, argumentos que podrían complementar una oferta de mayor gasto, estancias más largas y, fundamental, menos riesgo sanitario. Una acción que debe ser de toda la comunidad isleña.

Por eso el Plan debe enriquecerse con la colaboración (implicación necesaria y obligatoria) de toda la sociedad. El Plan debe señalar que una debilidad de Canarias es el propio modelo de turismo de masas y crecimiento ilimitado. Hay que repensar el modelo económico, poner a las actuaciones la misma velocidad de adaptación que hemos tenido que adoptar para usar las tecnologías de la información y comunicación en estas semanas de confinamiento. Hay que hacer nuestro territorio autosuficiente en energías renovables. Llevamos décadas de retraso por los chanchullos y la ineptitud de unos políticos que todavía se carcajean de nosotros. Hemos de animar los sectores industrial, cultural, primario... Y no es que no sepamos cómo hacerlo, sino que durante décadas de autogobierno no se ha hecho más que frenar y retrasar el desarrollo de las islas que muchos reivindicaban. Un ejemplo es que el crecimiento turístico ha creado mucho empleo, pero uno de cada cuatro empleados es extranjero porque aquí no hemos explicado qué importancia tiene el turismo ni hemos facilitado el aprendizaje de un segundo idioma.

En definitiva, será decisivo el papel de la sociedad en su conjunto y del personal de los establecimientos turísticos, especialmente el que se hace cargo de la limpieza y el trato con los clientes. Habrá que ver cómo se las arregla la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias, pero está tardando en promover un Pacto por el Turismo en el que toda la sociedad participe. Y así lo establece el documento Canarias Fortaleza (que es necesario que se divulgue lo antes posible y se promuevan las mesas de debate y de aportaciones que lo enriquezcan). Un pacto que impulse la participación social, tan fundamental como exitosa ha sido en otras épocas tanto o más difíciles que la actual como es el caso de Néstor en Gran Canaria o César en Lanzarote.

Así, el documento del Plan Canarias Fortaleza recoge que “es necesario contar con el respaldo y la implicación de toda la sociedad canaria, consideramos que su participación es necesaria por cuatro motivos fundamentales:
  • Fuente de conocimiento: los miles de personas que trabajan en el sector turístico y que claramente van a ver afectados sus puestos de trabajo y sus tareas cotidianas tienen tras de sí una gran experiencia que puede ser muy útil para aportar ideas innovadoras que son muy necesarias para adaptar al sector a esta nueva realidad.
  • Involucración: su participación en el proceso puede generar una mayor implicación en la fase de implementación agilizando los procesos de cambio con mayor eficacia.
  • Coherencia: no vale decir que “todo el mundo cuenta” y que “nadie se queda atrás” si ni siquiera se le da la oportunidad a la ciudadanía de participar en el diseño de su futuro de manera constructiva. Será fundamental recuperar la esperanza de que hay una luz al final del túnel y que cada uno de ellos cuenta y suma para salir airosos.
  • Reconocimiento público: la participación mediante la aportación de ideas puede servir para hacer un reconocimiento a las aportaciones individuales y a todos los trabajadores del sector implicados en esta tarea. (Día Mundial del Turismo, septiembre 2020)”.
Personalmente, insisto, a este plan le falta un poco de utopía, aunque esta palabra escueza a más de uno que sólo piensa en su beneficio privado y no imagina que una actuación acertada puede elevar el valor de nuestro destino y por tanto su beneficio. Quizás tampoco entienda que la utopía no es echar por la borda lo mejor del destino, sino convertirlo en el 'Valor Añadido' para todos, incluidos los isleños que suelen ser el convidado de piedra de este negocio. Utopía es recrear nuestro paisaje, crear otras actividades económicas que no dependerán exclusivamente del turismo, potenciar nuestra identidad... para convertirlo no sólo en nuestro bienestar, sino en nuestra distinción frente a otros destinos turísticos. Si no hay ilusión por el futuro, no habrá colaboración de la sociedad que es pilar básico para la recuperación en este presente decisivo. Para ello, la Fortaleza ha de serlo en el amplio sentido de la palabra. No sólo un refugio sino una defensa de la isla, del Archipiélago, sentirnos protegidos y valorados para vencer al temor con la fuerza y vigor que debe impulsar la comunidad en su conjunto. La fortaleza ha de ser común o no será. Y tenemos un tiempo y unos medios para hacerlo posible. ¿A qué esperamos a formar a todo el personal que se encuentra en ERTE en el nuevo escenario de higiene y seguridad sanitaria? ¿No deberíamos obsesionar a la población en la necesidad de un nuevo trato a nuestro entorno? ¿O esperamos a que el temor se vuelva turismofobia?

sábado, 23 de mayo de 2020

La incierta 'normalidad' turística

Isla fortaleza sin metáforas...
Ya el Gobierno de Canarias ha desvelado su estrategia de islas 'fortaleza' para reiniciar la actividad turística dentro de poco más de un mes (¿¡!?). Lo adelantado por la consejera de Turismo de Canarias, Yaiza Castilla, consta inicialmente de cuidar la imagen exterior, ser laboratorio de seguridad en el sector turístico y preparar una promoción para el momento oportuno. Cabildos como el de Gran Canaria moviliza sus recursos para la mejora del paisaje, así como ayuntamientos y empresas ponen a punto sus infraestructuras para reactivar el turismo. Una actividad que no sólo es fundamental en nuestra economía (y en su transición hacia otros modelos económicos que se han visto necesarios en esta crisis), sino que afecta a casi todos los aspectos de la vida de los isleños, por lo que deberíamos ser más activos en la elaboración de estos planes o, por lo menos, desde las instituciones deberían contemplar al conjunto de la sociedad en esta re-creación de nuestra 'normalidad' que en realidad no es ni más ni menos que adaptarnos y a una nueva realidad en la que podamos crecer y -si es posible- ser más felices.

Para los responsables públicos no es fácil navegar con la industria más importante de Canarias paralizada, desactivada o impedida, en medio de esta tempestad que nos ha dejado petrificados, con toda la maquinaria intacta pero sin uso, expectante ante la incertidumbre de un patógeno que determina si se puede o no moverse la gente. Una situación que afecta a todos y todas, con múltiples puntos de vista que podrían encauzar un movimiento de recuperación al que bien le podría sentar un proceso comunitario, de rebaño... Inmunizándonos de los errores cometidos y los que no deseamos que vuelvan a cometerse.

Paralelamente a esta actuación del Gobierno de Canarias, los departamentos e investigadores de universidades canarias crean mesas de trabajo para realizar sus proyectos y propuestas para la empresa y las administraciones. Entre ellos, el profesor de la ULPGC, Aridane González, coordinador del comité de expertos para el cambio climático y el fomento de la economía circular y azul, quien declara que en esta actuación son conscientes de que el cambio de modelo turístico y, por tanto, económico de las islas "Ha dejado de ser un sueño romántico o un canto de sirena para ser una de las pocas salidas supervivencia ecosistemas y seres", vinculando la actividad turística a la realidad de un paisaje muy castigado por los residentes y que no ha sido potenciado como recurso turístico y contrapeso a la creciente implantación del turismo de masas, del todo incluido, bajos precios y casi nulo interés por el impacto en el territorio de sus actividades. Pan para hoy... Un fenómeno que perjudica a los empresarios turísticos que apuestan por una oferta más rentable que limitada por una competencia en precios que no puede asumir frente a competidores extracomunitarios.

Pero volvamos al Plan Fortaleza. Evidentemente, el destino o es seguro o no será destino sino rechazo. Y el aislamiento ayudará a lograr la máxima seguridad, pero cualquier desliz provocará un retroceso a la casilla de salida de un tablero distinto, muchísimo más difícil que el actual -que ya es decir- y con más jugadores intentando desesperadamente salvarse. La fortaleza podría convertirse en el lazareto. Luctuoso...

Por ello, si algo hemos aprendido a la fuerza durante la inquietud y el desconcierto de este periodo de confinamiento es que tendremos que hacer frente a la nueva realidad entre todos. No cabe ni la imposición ni el sometimiento. Han transcurrido seis meses participando como espectadores primero y actores en el segundo acto de la crisis planetaria en tiempo real. Una crisis provocada o extendida por el contacto y la movilidad de los seres humanos. Los amigos, familiares, turistas... hemos sido los principales agentes propagadores. Los causantes de la muerte o desahucio físico y mental de miles de personas a las que nuestro cariño acercó al fatal virus.

Pero ya estamos lejos (por ahora) de los 'picos' y riesgos de avalancha de pacientes en los centros sanitarios y se anuncia la apertura turística (parcial) a partir de junio. Es el momento de recuperar la actividad y para ello es necesario que tengamos claro hacia dónde queremos ir, por lo que sorprende que no supiéramos nada de los prolegómenos de la elaboración de un Plan Canarias Fortaleza o del contenido de esos informes que también preparan los investigadores universitarios, por lo cual me pregunto qué espacio han dejado a ese sueño romántico que pregonan, al canto que se supone que es la salida a esta crisis... a la utopía que tan arriesgada es como reconociera el propio César Manrique, y por la que han apostado nuestros más destacados creadores dando ejemplo de cómo convertir destinos turísticos en espacios atractivos, educativos, rentables, sostenibles. Y espero encontrar pronto en las declaraciones de nuestros representantes institucionales o académicos datos de esa luz creativa, esa posibilidad de hacer de la vida y también del turismo una obra de arte. De hecho, me he preocupado por averiguar por dónde van esos procesos de elaboración de planes y lo he consultado con fundaciones y expertos que también me han manifestado su desconocimiento sobre si hay urbanistas, biólogos, sociólogos, artistas... No lo sabemos ni su composición ni su plan de trabajo, lo que puede significar dos cosas: que no exista interés o que no se ha iniciado ese proceso sin que podamos saber si habrá consulta algún día.

Quizás peque de reiterativo en mis últimos artículos respecto a qué se está cocinando respecto al turismo, pero creo que mi incertidumbre es la de la mayoría de los isleños e isleñas... Y, como ejemplo, si tanto nos quejamos de la falta de transparencia en la composición de comités científicos y de asesores del Gobierno para decidir cómo se pasa de fase en la cuarentena ¿No nos debería preocupar la falta de conocimiento acerca de quiénes y qué están haciendo para decidir el futuro o el fracaso de Canarias para las próximas décadas?  Y lo digo por algo tan simple como que el turismo es todo, somos todos.

sábado, 16 de mayo de 2020

Manifiesto para César Manrique por un turismo pos Covid-19

Pepe Dámaso, César Manrique y Manolo Millares.
Si hubiera que explicar a César Manrique lo sucedido desde su fallecimiento, iría directamente a preguntarle ¿Qué harías ahora? Porque el resto ya lo advirtió y no lo impedimos. Le diría con sus propias palabras que se frenó la destrucción del planeta por un virus, pero con un enorme sufrimiento. La avaricia extendió sus redes por todas las ciudades inhumanas que señalaste, a través de las cuales el virus se propagó velozmente para que la Humanidad comprobara su fragilidad. Somos capaces de destrozar nuestro hogar a escala planetaria pero no podemos con un microscópico elemento de ese planeta agonizante. Y, como presagiaste, ahora hemos de revertir la destrucción que hemos puesto en marcha.

Son sus palabras -que no quisimos escuchar- las que explican dónde nos encontramos y también las que marcan posibles respuestas a nuestras incertidumbres. César anticipó las respuestas a preguntas que quizás no sean las que se estén formulando quienes dirigen nuestro destino. Preguntas con respuestas que él habría lanzado insistentemente durante estos años pero, sobre todo, las gritaría con todas sus fuerzas en estos momentos en los que parte de la 'industria turística', desesperada e irresponsablemente, quiere volver a una 'normalidad' que ya César denunció que era insostenible, planteando que deberíamos dar marcha atrás y lograr la convivencia de la industria turística con la defensa del territorio y de la cultura propia. Y esa convivencia es posible, pero, sobre todo, necesaria -obligatoria- para no vivir de espaldas al futuro. Un vínculo entre las personas y la vida para construir una alternativa limpia, inteligente, de calidad de vida con la intensidad que le caracterizaba para no desfallecer y seguir adelante, estar vigilantes y mantener viva la conciencia crítica, pues el futuro nunca está conseguido,

Decía que quizás estén haciéndose las preguntas equivocadas, las que la sociedad -y no parte de ella- no consideran prioritarias. Que sí, que hay una industria totalmente paralizada y hay que reactivarla porque de ella dependía -directamente- el 36% del PIB y 4 de cada diez empleos en las islas. Pero... Ahora será distinto. No queda otro remedio porque todo ha cambiado. Y aprovechando esta situación nos hemos de preguntar ¿estábamos contentos con el resultado del modelo implantado? César no lo estaba, en absoluto. Pero no por una pose o un arrebato, sino porque lo denunciaba diariamente, a cada instante, en medio de aquella bacanal de inversiones millonarias, grandes negocios y empleo para todo el mundo en un castillo de naipes que se ha desmoronado por completo. Ante aquel sueño embriagador para unos, y pesadilla para otros, César abogaba por alcanzar la utopía y hacerla realidad con ese estado que surge cuando el alma se manifiesta volcándose con entusiasmo de salto-récord para conseguir esa singularidad de la creación que buscaba el artista en cada momento mientras combatía el afán desmedido de lucro inmediato, capaz de abolir para siempre todo el porvenir de un país o del planeta, como ha sucedido.

Durante su vida, César reclamó una reconversión de la 'industria turística' como la que el Gobierno español impuso en el sector minero, en el naval y en tantos otros con un coste laboral tremendo que asumimos por responsabilidad y por insostenibles. Algo que sabíamos pero que no nos atrevimos a promover para el turismo de 'perritos calientes' aunque Manrique nos advertía hace décadas de que era en aquel tiempo, aquel ¡ahora!, el momento de luchar para borrar la reinante vulgaridad cotidiana, establecer con claridad y calidad en el turismo una educación para la humanidad a través de la cultura y el arte. O iríamos directos a la ruina.

Pero ha llegado la crisis total, el abismo. O la oportunidad que nos ofrece un virus para evitar el exterminio suicida de nuestro planeta. ¿Y dónde están los artistas y los colectivos sociales que hemos brindado durante un año el centenario de César para recordar su mensaje? ¿Dónde ha quedado su defensa de la conservación del medio, cuando hace décadas que advertía que era una cuestión urgente, de máxima responsabilidad, de traspasar las fronteras y ampliar los ambiguos límites del arte? Probablemente seamos huérfanos de su utopía porque no hay un lider como él, o como Néstor Martín-Fernández de la Torre. Ahora que son tan necesarios porque estamos paralizados en un sistema en el que cedemos todo, nuestro futuro, nuestra utopía, nuestra felicidad a gobiernos y autoridades sin la suficiente visión de futuro necesaria para parar y programar, para impulsar una industria inteligente del turismo y así acabar con la especulación caótica que se extendió por toda Canarias.

Por todo ello, pongo sus palabras en mi voz, en mi convicción de que es necesaria y obligatoria una reconversión en la que participen las fundaciones y entidades de la sociedad civil. Que no callen ahora, que tampoco las silencien. Es obligatorio que hagan las preguntas correctas sobre cuál será el futuro de toda la población, no sólo para un sector. Que podamos plantear los interrogantes que tenemos, para que hablemos de presente y de futuro, no de cómo volver a cometer los mismos errores que sólo benefician a unos pocos y mantienen a muchos pendientes de que no surja otra crisis mientras seguimos vendiendo el paraíso y la utopía al mercado low-cost.

  • “Ante la presencia espectacular del destrozo y deterioro sistemático de nuestro planeta, por ese afán desmedido de poder y riqueza, nos encontramos en condiciones de intuir, por ese misterio escondido del instinto, la catástrofe de todo lo que pudiera ocurrir, si no luchamos aportando el esfuerzo de cada uno”. 
(César Manrique 1919-1992)
Manrique en una protesta en Los Pocillos.

lunes, 11 de mayo de 2020

Confianza en el turismo

El viento borró las huellas de las dunas de Maspalomas.
Había comenzado este texto cuando un vuelo procedente de Madrid vino con los asientos llenos. Debe ser que lo rentable económicamente no contempla lo necesario socialmente en un Estado de Alerta por un virus muy contagioso. Si ya era complicado hablar de confianza y de turismo en la misma frase, ahora es un reto casi inalcanzable. Cualquier exceso -o que lo parezca- será objeto de videos virales en las redes sociales y un motivo de alarma que animará el rechazo  a la actividad turística. Pero voy a intentar recuperar mi argumento y pensar que este tipo de noticias será objeto de decisiones que las evitarán.

El turismo volverá a las Islas Canarias cuando solucione sus problemas de tiempo y espacio. Tiempo para vencer al virus que todo lo frena, aunque ya hemos podido frenarle a él. Y espacio porque la distancia y las barreras son por ahora la única defensa contra su velocidad. Los dos elementos fundamentales del negocio turístico, cuyos empresarios saben que cada día que pasa tienen pérdidas y que la 'nueva normalidad' les exigirá invertir en muros contra el virus. Y no podrán ser endebles.

Pero en el turismo hay un tercer vértice fundamental en esta realidad post covid-19, que es la confianza. Algo que ahora mismo ha desaparecido en todo el mundo. Un terror invisible acecha a la humanidad y tiene la capacidad de colapsar los sistemas sanitarios de los países más 'desarrollados'. Y es que hasta la palabra 'desarrollo' ha sido vaciada de contenido por el coronavirus. El 'enemigo' al que se le ganan batallas pero no la guerra hasta garantizar la seguridad sanitaria en el planeta, zona a zona mientras no contemos con vacunas.

Y ahí está el dilema del turismo, la confianza del visitante y el residente, entre ambos. Y probablemente estamos en el peor momento para decirlo, pero tendremos que volver a confiar mutuamente en un entorno de inseguridades, de incertidumbre absoluta, salvo en un par de cuestiones: Que el turismo que ofrece históricamente el Archipiélago Canario es una vacuna contra el sufrimiento de nuestros habituales emigrantes climáticos que acuden cada invierno a un espacio de confort. Y, también, que la población isleña no tiene otro recurso en cartera para dar empleo directo a cuatro de cada diez personas en la islas. Aunque podrían ser más empleos, incluso con menos turistas... lo importante en esta ecuación del negocio es el servicio que se ofrece y el dinero que se obtiene a cambio.

Y es que nosotros poseemos varios elementos que pueden facilitar -para un turismo desorientado en estos momentos- estilos de vida saludables en distintos órdenes de la vida. Nuestro tiempo más tranquilo, aislado, y más saludable, la eterna primavera. Nuestro espacio, que con poco que lo cuidemos ofrecemos unos paisajes únicos en el mundo, recreados por sus habitantes (cultivos en terrazas, viñedos de la Geria, caseríos...) y hasta por sus artistas (no me canso de repetirlo: Néstor y César, con sus seguidores). Elementos que ya existen, pero hemos de cuidarlos, valorarlos y considerarlos nuestra gran fortuna.

Pero vamos a lo seguro. La estación invernal para los mayores del norte de Europa está en las Islas Canarias. Esa es una fortaleza indiscutible. Una necesidad que se convierte en un deseo irresistible que mueve a cientos de miles de personas que desean despertar cada mañana y poder ver el astro rey. Este deseo es, además de realizable, muy barato para quienes viven con una pensión en esos países. Un trasvase de rentas que ha permitido durante décadas, desde hace siglo y medio en diferentes periodos, la mejora de las condiciones de vida de los canarios y canarias.

Por ello es necesario recuperar la confianza, pero en las acepciones que nos ofrece el diccionario de la Academia. Primero nos dice que es una esperanza firme en alguien o algo. Y así es, una esperanza mutua: por un lado en el refugio climático que ofrecemos frente al frío nórdico, mientras la contraparte es una actividad rentable y cuyo impacto puede ser reconducible y recuperable, dependiendo de las magnitudes del modelo al que se pretenda ir. También la confianza es tener seguridad en nosotros, en nuestro destino, cosa que socialmente se ha perdido en un divorcio cada vez más evidente. Y un tercer sentido de la palabra es el de ánimo, aliento, vigor para obrar y eso es precisamente lo que necesitamos recuperar, como ya ha sido así en más de una docena de ocasiones en los últimos cien años con todo tipo de crisis que hemos ido superando.

Y yo añadiría una última significación: creer. Pensar que somos desde hace un siglo y medio el destino con el clima más saludable, sin polución, con una temperatura agradable todo el año y, ahora, una fortaleza sanitaria. Un lugar donde el dolor y el sufrimiento no tengan cabida, pero sí convertir la vida en obra de arte. Dudo que esto se entienda en donde están debatiendo el retorno a la 'normalidad', a esa fórmula de traer más y más turistas sabiendo que la competencia puede robártelos por la cartera. Y lo digo desde la tristeza de décadas en las que sucesivos gobiernos autonómicos nos mantienen en el divorcio con la actividad turística, sin que todavía seamos bilingües, ni limpios, ni cuidemos nuestro paisaje (que no es sólo para los turistas), ni que seamos un laboratorio de innovación en productos y servicios turísticos, que no todo va a ser aplicaciones para móviles... Con este currículum es para no creer, pero no olvidemos que en peores situaciones hemos estado y nos hemos inventado, cuando hemos podido crear (y creer) una sociedad en la que el turismo ha contribuido al desarrollo de la comunidad. Aunque muchos sigan con la matraquilla de los monocultivos, de esa 'cabeza de turco' a la que se le culpa de todos los males sin pensar que el turismo es la actividad más transversal y, ahora mismo, la única que puede recuperarse para dar soporte y animar al resto de sectores.

lunes, 4 de mayo de 2020

La marca Canarias ya era independiente

Cartelería de Turespaña sobre Canarias.
Varios representantes de las empresas turísticas canarias han manifestado su deseo de desafección de la 'marca España' porque "da miedo". Francamente, lo que da miedo es este tipo de declaraciones que demuestran que el sector turístico, el que movía el año pasado el 36 % del PIB canario carece de una estrategia y servicio de comunicación.

De entrada, parece como si se quisiera hacer una promoción despotricando de España como país 'apestado', cosa que me extraña muchísimo de quienes vienen esas palabras y que, además, confían en el turismo peninsular para salvar en los próximos meses algún segmento de la oferta alojativa. En segundo lugar, el problema no será España, sino las normas que se establezcan hasta que haya una vacuna para este coronavirus, pero incluso así ya no será nada igual. Las normas y controles durarán mucho tiempo y no dejarán de estar presentes para no volver a sufrir esta catástrofe humana y este fracaso de la cooperación mundial en aspectos de salud.

Pero en relación con la marca canaria, los que han realizado estas declaraciones saben que nuestra marca se promociona desde hace años independientemente de la marca España. Con apoyo de Turespaña desde 2012 y reconocimiento de nuestras peculiaridades: No compartimos productos turísticos en la lejanía (toros, museos, gótico, románico, árabe, celta, flamenco (folclórico), o el AVE. Ni competimos en temporada. Es por ello que nunca una campaña turística española atrajo turismo a Canarias. Sí lo hizo el Centro de Iniciativas y Turismo con la revista 'Isla' (1945-1969) y el conde de la Vega Grande con la revista 'Costa Canaria' (1965-1977). Hasta la creación del Patronato Provincial de Turismo (1975), reconvertido en patronatos insulares. Posteriormente el Gobierno de Canarias asumiría las competencias (1985) y crea para ello las empresas Saturno y posteriormente -hasta la actualidad- Promotur, pero siempre con fondos propios, hasta que comenzó a recibir financiación de programas europeos y, más recientemente, de Turespaña.

O sea que en ese marco se realiza la promoción de un destino que es capaz de ganar premios en ferias y festivales. Sus establecimientos entre los más reconocidos mundialmente. Y unas islas que no tienen parangón en el mundo, como bien se sabe, incluso con el resto de España, por lo que quizás fuera más sensato decir que Canarias podrá y deberá realizar una campaña promocional propia (ya lo hacen algunas empresas e instituciones de las islas), coordinada y con un objetivo común: garantizar la seguridad de su población y de quienes nos visitan.

Incluso en esto de ser destino de salud contra la contaminación de la sociedad industrial, la salud por el clima, la seguridad para las gestantes de Centro europa huyendo de la radioactividad de Chernobyl... también nos habíamos adelantado a España, históricamente, como destino de naturaleza, salud y bienestar, desde tiempos inmemoriales, de leyenda...

Lo grave de esta discusión -fuera de lugar y sin sentido- es que se ponga el carro delante de los bueyes. No podemos estar hablando de campañas y de clientes por llegar en un plazo todavía no aclarado sin saber qué medios se impondrán en los aeropuertos y puertos, porque no se trata de que los hoteles y apartamentos se conviertan en bunkers de seguridad e higiene, sino que el acceso a las islas sea suficiente garantía para que el turismo que llegue (gradualmente y sin visos de que vuelva a ser una avalancha) tenga total garantía de vivir sin mascarilla durante unas jornadas en uno de los lugares con el clima más saludable del mundo.

Espero que los empresarios turísticos aprendan de esta experiencia y sean más pedagógicos cuando lancen propuestas a la sociedad...

sábado, 2 de mayo de 2020

Adiós al Conde de la Costa Canaria

Alfredo Kraus, Alejandro del Castillo, Luis Jorge y Bernardino Correa
“Ensalza siempre la vida. La honra si no se olvida según las obras”  (Lema del escudo heráldico del Condado de la Vega Grande de Guadalupe).

Estos días inciertos, con un calendario indefinido cargado de esperanzas confinadas, el goteo de noticias luctuosas no cesa. En pocos días hemos conocido el fallecimiento de personajes destacados de nuestra historia turística como Manuel Poladura o Pablo Barbero, sin poder rendir el merecido duelo y reconocimiento que merecen, en un mundo paralizado pero en el que el tiempo sigue marcando el ritmo de su implacable rumbo hacia el final, hacia la memoria que nos permite recordar su aportación a nuestra historia colectiva. Y hoy hay mucho que recordar al enterarnos del fallecimiento de Alejandro del Castillo y Bravo de Laguna. Quizás, una de las personalidades fundamentales para la historia de este Archipiélago al ser el principal protagonista de un proyecto que cautivó a todo el planeta: la convocatoria y primeros pasos del Concurso Internacional de Ideas Maspalomas Costa Canaria, en cuyo centro se encuentra el Templo Ecuménico con una cripta en la que el noveno Conde dijo que hallaría el descanso.

El sueño emprendido por su padre, el octavo Conde, se convirtió en una oportunidad para que su sucesor pusiera en marcha su proyecto vital: convertir Gran Canaria -y Canarias- en el principal destino turístico del Atlántico. Y no escatimó recursos para ello. Sin pensar que con el tiempo las administraciones y la ambición de muchos lograrían desvirtuar sus acciones y, sobre todo, demostraron que el dinero y el poder no traen aparejados la grandeza y la visión de un emprendedor para esta tierra.

Desde su posición en una familia de grandes terratenientes, gracias a las las peripecias y enlaces entre familias poderosas de entre los cabecillas de la conquista de la isla, junto a descendientes de los reyes de la antigua población isleña, además de acaudalados propietarios genoveses, surge el Condado de la Vega Grande de Guadalupe. Un poderoso clan que intentó por todos los medios elevar sus riquezas con la puesta en explotación de los escasos recursos de este territorio aislado. Y así estudiaron invertir en aguas minerales, en caza de ballenas, en salinas, en todas las labores agrícolas imaginables en esta isla, desde la caña de azúcar a la actual producción vinícola. Sin olvidar su apuesta por infraestructuras sorprendentes como la Noria de Jinámar, la gran presa de bóveda de Soria o la 'red condal' que distribuía las aguas para las zonas de cultivo de todo el territorio costero de San Bartolomé de Tirajana. Toda esta historia está perfectamente documentada en la obra realizada por Manuel Lobo y Fernando Bruquetas, con quienes coincidí en pleno desarrollo de su investigación mientras realicé el guión de lo que hoy es el Museo Condal en la que fuera la 'puerta del desierto', la Casa Condal en Juan Grande.

Si algo caracteriza a este noveno conde ha sido su entrega al desarrollo turístico como pieza fundamental para que todos los sectores económicos de la isla pudieran tener un impulso por la propia inercia de crecimiento de la actividad en todos los niveles, gracias a lo que él intuía como el gran paraíso turístico del Atlántico. Y no se equivocó, salvo en pensar que su impulso se vería acompañado por el de los responsables políticos.

El Condado de la Vega Grande de Guadalupe se originó en 1777. La familia Condal ha mantenido durante estos casi 250 años de nobleza, su colaboración en iniciativas sociales (creación de centros de asistencia, viviendas, iglesias, guarderías, alojamientos y dependencias de fuerzas de seguridad...), su defensa de los intereses colectivos (tanto en la defensa militar de la isla o acudiendo furtivamente a través de Gran Bretaña a la Península para esquivar el bloqueo que se impuso desde Tenerife a Gran Canaria tras superar la epidemia de cólera morbo) o culturales, de las que hay una interminable lista de iniciativas.

Pero a lo largo de sus distintas generaciones han tenido un papel destacado en iniciativas turísticas que han pervivido. Como es el caso de las alfombras de flores de La Orotava, que fueron 'exportadas' por su impulsora en el barrio de Vegueta, Leonor del Castillo. También destacan en la creación del Gabinete Literario, la Sociedad Filarmónica (la primera instaurada en España), el apoyo constante al Museo Canario, o incluso al ser los únicos inversores isleños junto al capital británico para construir el Hotel Santa Catalina. Dentro de ese impulso a organismos de la sociedad civil, también participan en el Sindicato de Iniciativas y Turismo (posteriormente el Centro de Iniciativas y Turismo) en el que también figuraban los hermanos Martín-Fernández de la Torre, Néstor y Miguel, así como Domingo Doreste 'Fray Lesco'. Es precisamente el artista Néstor el que se refiere a Maspalomas, con una frase que inspiró a Alejandro del Castillo “…La formidable playa de Maspalomas... que las generaciones que nos sucedan lleven a cabo proyectos que aconsejen las realidades del momento. No concibamos las cosas en pequeño, sino en grande, con la vista en el porvenir”.

Y el octavo y noveno conde asumieron el reto. Rechazaron crear un Parador en el palmeral, como pretendía Matías Vega Guerra, y otras ideas como el proyecto del arquitecto catalán Nicolás María Rubió Tudurí. Se pusieron de acuerdo con otra figura destacada de esta historia, el arquitecto Manuel de La Peña, convocaron el Concurso Internacional de Ideas Maspalomas Costa Canaria (1961, fallado en 1962) siendo conde Alejandro del Castillo y del Castillo (1892-1977), cuyo desarrollo gestionaría el noveno conde, Alejandro del Castillo y Bravo de Laguna (1928-02/05/2020). Ambos obtendrían, entre otros reconocimientos, la Medalla de Oro al Mérito Turístico. El octavo Conde presentó el proyecto al Centro de Iniciativas y Turismo, y participó de su directiva durante los años sesenta. Esta institución está presidida en la actualidad por el tercer hijo del noveno conde, Fernando del Castillo Benítez de Lugo.

La familia condal convirtió los terrenos donde finalizaban los surcos de la zafra tomatera, en la primera gran ciudad turística de España. En ella, surgida de la nada, construyeron el primer templo ecuménico de España, el primer parque temático del país (Sioux City), el primer aeroclub turístico, restaurantes (los singulares y desaparecidos 'La Rotonda' o 'El Abanico'), hoteles (el Hotel Oasis Maspalomas, encargado a los arquitectos Corrales y Molezun porque el Conde pidió a Manuel de la Peña que buscara a quien pudiera hacer “el mejor hotel del Atlántico”), un campo de golf de 36 hoyos (hoy de 18 por otra trapisonda especulativa de la administración) en un paisaje dunar que cambió del amarillo al verde en pocas décadas... Sin olvidar el Centro Helioterápico que creara con Eduardo Filiputti junto a la charca. Pero en aquel páramo tuvieron que crear todas las infraestructuras: aguas, la Eléctrica de Maspalomas (Elmasa) porque Unelco pedía 60 millones de pesetas por llevar la alta tensión a la nueva ciudad, los viales, los viveros, las comunicaciones, la atención médica, e incluso la cementera que pudiera facilitar el material para las construcciones que se realizaron 'inventando' el bungallow, y facilitando que numerosos pequeños inversores pudieran convertir sus ahorros en rentas tras una amortización casi inmediata por el crecimiento del turismo durante amplios periodos de la historia de Maspalomas Costa Canaria.

La isla formó parte destacada de la 'carrera espacial' gracias a la cesión de los terrenos en Maspalomas para la creación de la estación de la NASA que atrajo la visita de numerosos astronautas. Pero también realizaron un enorme mecenazgo cultural al financiar el Festival de Ópera de Las Palmas (1967), así como el concurso de piano Pedro Espinosa, la carrera condal de ciclismo, etcétera, etcétera... Son, en definitiva, actuaciones que han permitido potenciar la marca turística de Gran Canaria, sin olvidar la iniciativa de promocionar el sector turístico de todas las islas con una revista que tuvo un enorme impacto: 'Costa Canaria', bajo la dirección de Carlos Yrisarri y en sus números finales por Pedro González Sosa.

Pero su sueño no tenía límites. Trajo a Gran Canaria a los más destacados directores de salas de concierto de EEUU para construir un auditorio y crear un festival internacional de música donde hoy se encuentra la zona de Bellavista. Pero encontró la incomprensión de las administraciones (hoy día es una realidad, pero pagada casi exclusivamente por el Gobierno de Canarias), o a expertos en pistas de carreras para construir a finales de los años 60 un circuito de Fórmula Uno.

Alejandro del Castillo se decepcionó con el trato de algunos estamentos, con las 'condiciones' y objetivos de algunos 'servidores públicos' que anteponían intereses particulares al de la comunidad. Todo ello en un continuo 'tsunami' de demanda y oferta que intentaron gestionar durante décadas y cuyo resultado apenas tiene que ver con las ideas iniciales de aquellos pioneros, así como la grandeza de los proyectos del Conde. Con él finaliza una época de honra, de obras, de amor a las artes y se apaga la vida de una persona buena, un filántropo.