martes, 6 de febrero de 2018

Influenciadores en la nube


No es una novedad que se invite a periodistas, blogueros o famosos para promocionar algo. Es una forma de dar a conocer productos o servicios, siempre que se respeten los roles. No por invitarte a un acto promocional o a un establecimiento, dejas de ser tú, tener tu responsabilidad, tu credibilidad... Pero con internet y las redes sociales está todo revuelto. Incluso las empresas y las grandes corporaciones andan despistadas -o muy atentas- y apuestan por los influyentes ('influencers', en anglopijo). Todo sea por el negocio... De ahí que se fijen en el número y perfil de 'seguidores' y la posible influencia que pueda tener un creciente número de personas-escaparate. Lo mismo que las audiencias que tienen la televisión, la radio o el periódico, pero a través de la red. Por ello, los directores de marketing se preguntan ¿es más barato y efectivo un 'influyente' en las redes que un 'famoso' que ya tiene agente y lista de precios por apariciones o cameos? Es otro mercado más y, además, muy dinámico.

Y tanto. De hecho la comunicación por las redes ha crecido tan rápido como los influyentes. Incluso ya se ofrecen Master y cursos a precio de titulación en nanotecnología. Pero claro, también un futbolista 'galáctico' cuenta por cientos de millones de euros en derechos de imagen por cada patada que da a una bola de cuero: son los verdaderos astros de la publicidad. Y habrá quien piense "¡Qué bien! Me saco el título y a vivir". Algo similar a los cursos de 'comunity manager' (gestor de redes sociales o 'negro', para entendernos) que prometían un empleo de lujo y vida VIP, pero...

Entre los neo-influyentes, podemos encontrar casos sorprendentes y también personajes de chirigota que han provocado la reacción de algunos empresarios y profesionales ante las peticiones (exigencias o cara dura) de alojarse o comer gratis en sus establecimientos porque tienen miles de contactos en Instagram, Pinterest, Facebook, Twitter o en su blog. Se consideran críticos o jueces dignos de repartir estrellas Michelín o el prestigio de hoteles y restaurantes. Pero a cambio, este tipo de 'influyentes', ofrece inundar de 'hastag' sus comentarios, con el fin de colocar por delante la marca a cambio de que les inviten, regalen o -incluso- les paguen por publicitar en sus muros y cuentas PERSONALES. Cuentas-escaparate que freflejan su osadía, ingenuidad o cara dura.

Recuerdo cada viaje que hice trabajando para el periódico La Provincia: unos como enviado y otros en grupos de periodistas venidos de toda España para presentaciones de coches, comprobar el funcionamiento de centrales térmicas, o cuando las compañías aéreas privadas exigían el fin del monopolio, para conocer el funcionamiento de las instituciones comunitarias, o a debates sobre prensa y ecología, toxicomanías y sociedad... Eran viajes pagados por organismos, instituciones y empresas, pero a los que iba a trabajar como periodista. Algunos medios líderes de la prensa nacional rehusaban el pago del pasaje y la estancia para distanciarse de posibles críticas de parcialidad. Para un medio de provincia era una oportunidad y en nuestro caso les resultaba a las empresas organizadoras más caro que publicar una página completa de publicidad.

¿Y qué tengo yo contra los 'influyentes'? En realidad, nada. Francamente, me marean sus publicaciones con tanto signo y arrobas para llegar al máximo de gente y ver si suena la campana y se convierten en 'trending topic' (la palabra que logra más publicaciones en Twitter). Incluso se montan el Día Internacional del 'Influenciador'. Un negocio obsesionado por las cifras. Y cada vez más alejados de la aldea global y de la idea de los prosumidores activos y críticos. Probablemente estos neo influyentes sean agentes de la 'posverdad' o la comunicación líquida (o gaseosa, y no por escatológica, o sí) sin entender los fundamentos de la comunicación y su papel como eje de la comunidad, que tantos héroes anónimos y conocidos lucharon por convertir en un derecho civil incorporado a la Carta de los Derechos Humanos y las constituciones más avanzadas.

Hoy día, en el mundo del turismo la opinión de los clientes es muy importante e internet lo facilita al momento y permite cuantificarlo. De hecho, páginas como Booking o Tripadvisor marcan el prestigio de restaurantes, hoteles y otros servicios. Una posición de influencia cierta que llega al smartphone cuando estás en la calle y buscas un lugar donde comer o alojarte. Y esa aplicación te muestra establecimientos con un número elevado de valoraciones de otros usuarios. Aunque hasta esas multinacionales y monstruos algorrítmicos pueden ser engañados. Como el restaurante que se hizo famoso y más valorado sin existir. Todo un éxito... Incluso los organismos públicos se lanzan a invitar a 'influenciadores' y Canarias no iba a ser menos, al pretender con una campaña promocionar por esta vía una imagen de referencias exclusivas para sibaritas.

Esto se produce en un momento en el que se denuncia una guerra global y local... O muchas batallas que se libran en las redes basadas en mentiras y apelando a los sentimientos, tantas como aquellos posts que se publican y que pueden dar lugar a un 'efecto mariposa' global y viral. Y para eso, nada mejor que leer desde una perspectiva crítica y exigente, por lo que si quieres consejos procura que sean de alguien que no vaya de colgadera porque diga que tiene un número cuantioso de seguidores. No es garantía de nada. Les aviso y espero que esta idea les haya influenciado, aunque parezca contradictorio...

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