jueves, 15 de marzo de 2018

Canarias, cuna del ‘hombre lobo’ y ‘La bella y la bestia’

Antonieta Gonsalves.
Uno de los personajes que ha inspirado grandes obras de ficción llevadas a la literatura y al cine es el canario Pedro Gonsalves, Petrus Gonsalvus, Pierre Sauvaige o Pedro Piloso (1537, Tenerife, Islas Canarias, España - 1618, Capodimonte, Viterbo, Italia). Un individuo que no destacó por ser uno de los jefes tribales o régulos de los menceyatos de la isla tinerfeña, sino por la sorprendente enfermedad hereditaria que llamó la atención al conquistador castellano, Alonso de Lugo, al conocerlo.

Tras la conquista de Tenerife comenzó el periplo de este niño de la nobleza guanche por mercados de esclavos –no hay constatación histórica de esta etapa- que culminaría en la corte francesa de Enrique II, no como un bufón, sino como el ‘buen salvajeal que dieron educación y refinamiento social, con formación en humanidades y latín, la lengua reservada para la aristocracia. De hecho, el rey le nombra ‘sommelier de panneterie bouche du roy’ (servicio de boca del rey), para equipararlo a la nobleza por su vinculación con la realeza guanche, y le otorga un sueldo de 240 libras anuales.

Pedro padecía la enfermedad de la ‘hipertricosis universalis congénita’ en su nivel más visible y acusado. Giulo Alvarotto representante italiano en la corte francesa describe su aspecto y destaca que todo el cuerpo y rostro “está recubierto por una fina capa de pelo, de unos cinco dedos de largo de color rubio oscuro”, aunque se puede “apreciar bien los rasgos de su cara".

Enrique II desde el primer momento lo consideró como muy valioso, pues era una rareza en la Europa de aquella época. El conocimiento de la lengua castellana del rey francés, le permite hablar con el niño, quien le dijo que su nombre es Pedro Gonsalves, que proviene de Tenerife y que su padre era un jefe tribal de los antiguos guanches. La mentalidad parisina en el siglo XVI, relaciona el aspecto del muchacho con los mitos del salvaje y de unas islas en medio del Océano Atlántico envueltas en la leyenda.
Agustín Millares, Cocteau, Néstor Álamo y Juan Rodríguez
La reina Catalina de Médicis, a la muerte de Enrique II, busca esposa a Pedro, a la que conoce el mismo día de la boda en 1573. Se llamaba Catherine Raffeliny, la cual estaba horrorizada por la idea pero era una orden de la reina que quería comprobar si la enfermedad era hereditaria. De este matrimonio nacerían seis hijos, tres niños y tres niñas, Madeleine, Enrique, Françoise, Antonietta, Horacio, y Ercole. Sólo en dos de sus hijos no se repitió la enfermedad, fue su hija Françoise y su hijo Ercole, y hay constancia que la Hipertricosis afectó a sus nietos. Cuando Catalina de Médicis fallece, un duque, el de Mayenne, ofrece la familia a Ranunccio Farnese, el duque de Parma.

La curiosidad que desató esta familia se refleja en diversos cuadros localizados en el Castillo Ambras, Innsbruck (Austria). También hay grabados en la Nacional Gallery of Art de Washington (Estados Unidos), así como en la colección de la Cámara de Arte y Curiosidades creada por el Archiduque de Austria Fernando II, donde también se conserva el célebre retrato de Vlad Tepes (Vlad lll, nacido Vlad Drăculea, más conocido como Vlad el Empalador, príncipe de Valaquia, al sur de Rumania, entre 1456 y 1462). Curiosa coincidencia de que en el mismo espacio se encuentren los retratos de los personajes de terror: el hombre lobo y el conde Drácula.

A los 80 años de edad, el hombre lobo canario muere en Capodimonte. Fue en 1618. Catherine Raffeliny en 1623. Su historia duró 40 años. Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve basó en esta historia el cuento de La Bella y la Bestia (1740).
Lola Massieu, Cocteau y (d.) Jane Millares y Mercedes Geara
Y el tiempo  volvió a reencontrar esta historia con las islas, cuando en 1961 arribó a Gran Canaria Jean Cocteau, escritor, pintor y director de cine, entre cuyas obras destaca la primera versión cinematográfica de ‘La Bella y la Bestia’. Un artista que fue recibido con gran entusiasmo por los artistas e intelectuales isleños, con un encuentro con un entusiasta grupo en la sede de la Escuela Luján Pérez.

Este recibimiento contrastaba con el que le ofrecieron los representantes de la dictadura franquista, ya que poco antes de su llegada a la isla se hacía pública la convocatoria de la "Conferencia de la Europa Occidental para la amnistía de los presos y exiliados políticos españoles", en cuya convocatoria figuraba el artista francés como uno de los firmantes. Cocteau respondió que “es conocida mi condición de apolítico”, si bien esta situación impactó en el famoso dramaturgo y regresó anticipadamente a su país lo que causó estupor en el mundo cultural de la ciudad que despertó de un sueño en el que uno de los grandes artistas del momento huyó de la isla tras comprobar la realidad de la persecución de las ideas y las libertades.


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