"Este año (1) la invernada de extranjeros en nuestra isla ha sido muy importante por el número y por la calidad. Esta segunda circunstancia, al marcar una mejora en el género de turismo, indica que el clima de Canarias por sí solo tiene una fuerza de atracción en su dulzura, en su benignidad celebérrima, superior á todas las deficiencias y desventajas que más de una vez hemos lamentado.
A pesar de ellas los extranjeros vienen, permanecen aquí un largo espacio de tiempo y forman propósito de volver. La templanza de nuestro ambiente, tanto cómo el aspecto apacible y risueño de nuestros paisajes, les seducen. Encuentran entre nosotros el halago de una privilegiada naturaleza, á la cual poco ha añadido, para acrecer su valor, la mano del hombre. Los atractivos naturales son en Canarias todo, y la obra de la cultura casi nada significa.
Influjo mágico debe tener lo primero, el encanto de Natura, cuando a despecho de lo segundo, la poca acción humana complementaria, vemos crecer así la corriente de nuestra especial inmigración. La prueba de que nuestro clima es singularísimo, se halla en el hecho apuntado, y no admite réplica ni debate; pero, ¿bastará el clima sin la añadidura de otros alicientes para fijar y seguir multiplicando la concurrencia de viajeros á nuestras tierras solares durante los meses fríos?
Pronto regresarán á sus puntos de procedencia esas amables golondrinas: ¿volverán en los años sucesivos en mayor ó, siquiera, igual número? Ahora se nos presenta una nueva ocasión de considerar el asunto, aunque, realmente, harto considerado y discutido lo tenemos ya, sin haber logrado despertar el interés y las iniciativas que el problema de la emigración veraniega demanda.
No, no basta el clima, siquier sea mucho, siquier sea la base. Si por su exclusiva virtud alcanzamos tanto beneficio, piénsese en lo que conseguiríamos mediante las actividades puestas en práctica por otros países no mejor dotados que el nuestro en cuanto a los dones de la Naturaleza, pero más emprendedores y más previsores.
Tenemos un magnífico filón que explotar. No sabemos ni queremos explotarlo. El espíritu de asociación y de empresa solicitado aquí de mil modos, no responde; está muerto. Nos damos cuenta de lo que nos importa agradar a nuestros huéspedes del invierno y atraérnoslos y asegurárnoslos, mas no por ello se despierta el estímulo de nuestros capitalistas en favor de ninguna de las empresas que serían buenas para ese fin y para el de un lucro lícito y cuantioso.
En esto, cómo en lo demás, nuestro carácter no se desmiente. Vemos la verdad, vemos la conveniencia, y lo mismo que si no las viésemos. Esperamos, sentados y contemplativos, el santo advenimiento".
- Este artículo es obra de Francisco González Díaz y fue publicado en el Diario de Las Palmas en 1907. En 1910 fue incluido en el libro 'Cultura y Turismo'. Hoy lo traigo a estas páginas porque después de 104 años transcurridos desde que este autor pusiera sobre la mesa el debate sobre el papel de la cultura en el turismo y después de la gran labor de personajes como Néstor Martín Fernández de la Torre y César Manrique, todavía hay muchos capitalistas que siguen sin responder a la necesidad de explotar este magnífico filón.
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