domingo, 3 de agosto de 2014

El laberinto del palmeral de Maspalomas

Vista de la zona protegida junto al hotel Baobab.
La charca de Maspalomas es uno de los más importantes símbolos naturales de Gran Canaria y como tal debió ser tratado siempre, como lo hiciera Juan de León y Castillo al realizar el faro, o como pidiera Néstor Martín Fernández de la Torre en 1934 al plantear que ese lugar no se tocara hasta que en un futuro indefinido, con más medios y nuevas ideas, se abordara ése magnífico enclave, un reto al que intentó responder la familia condal con el Concurso Internacional de Ideas Maspalomas Costa Canaria en 1961.

He aquí que estamos en el siglo XXI y hemos sido testigos de aberraciones y expolios continuos de este enclave en el último medio siglo, amparados por decisiones administrativas que favorecían o perjudicaban a empresarios según el capricho –interesado- de quienes tenían el poder político. Pero lo sucedido en estos últimos meses ha sido una acrobacia tras otra en un circo en el que el público sigue atónito las evoluciones de esta caída prolongada a las miserias de la arbitrariedad en la imposición de las normativas ocasionando un grave perjuicio a las empresas con establecimientos en el palmeral, lo que nos obligarán a soportar el golpe de la caída en forma de indemnizaciones, ya que nadie ha colocado la red para frenar el golpe. Aunque los políticos pensarán eso de que cuando salgan las sentencias a ellos no les va a recordar nadie y porque sus decisiones no suponen riesgo sobre sus bienes.

Dice el refrán que nunca es tarde... y hay que reconocer que muchos añorábamos poder recuperar el oasis en su esplendor, pero en este caso se ha utilizado de forma retorcida los procedimientos administrativos y a destiempo las declaraciones de bienes protegidos, para perjudicar a una empresa, su imagen, sus profesionales y sus intereses que, durante décadas, han situado a Gran Canaria como destino principal dentro del grupo RIU al concentrar en esta isla el mayor número de establecimientos de la cadena, aunque he de añadir que no es de mi gusto el diseño de sus edificios (que también hay de todo, aunque siempre del gusto de su clientela). Dicho esto, intentaré explicar cómo la iniciativa de construir un cinco estrellas en el palmeral, en sustitución de un hotel ya existente, ha dado lugar a una alucinante y variable serie de iniciativas para impedir que el grupo hotelero pudiera hacer realidad lo que a otros a lo largo de décadas no les ha ocasionado problemas. Sin embargo, en esta ocasión, se pusieron en marcha todos los artilugios posibles (incluso contradictorios): se intentó proteger el edificio, se intentó delimitar por donde pasó supuestamente Colón y, al final, se ha decidido proteger la memoria de un palmeral que de no ser por el riego artificial habría sucumbido a la falta de aguas subterráneas que desaparecieron por la construcción de presas y la canalización del barranco hasta la charca.

Para abordar la historia de este enclave extraordinario podríamos remontarnos a la etapa preconquista y postconquista, cuando esporádicamente aparecían barcos o conquistadores asentados en el norte de la isla para realizar cabalgadas por los lomos de Maspalomas (zona comprendida desde lo que hoy conocemos como Juan Grande hasta Arguineguín) y así hacerse con  alimentos, ganado y esclavos. Hablamos de una zona improductiva durante siglos, salvo para algunos pastores que recorrían este territorio que quedaría en manos de la familia Amoreto y posteriormente de la familia condal, aunque en la actualidad sea el centro turístico más importante con históricos y emblemáticos establecimientos propiedad de empresas como SeaSide, Riu, Lopesan (a través del IFA Faro o de sus establecimientos en el margen de Meloneras de la carretera que conduce hasta el faro, hasta la misma costa).

La imagen actual no tiene nada que ver con la visión que tuvieron inicialmente con la construcción en los sesenta del hotel Oasis, a iniciativa de la familia condal para crear “el mejor hotel del Atlántico” en palabras de Alejandro del Castillo al arquitecto Manuel de La Peña, quien sugirió los nombres de Molezun y Corrales para levantar el edificio a pesar de las complicaciones (no pudieron realizar las plantas previstas porque el subsuelo no permitía la cimentación) y la ampliación casi inmediata por el éxito del establecimiento. Un hotel lujoso, decorado con arte con mayúsculas y que vivió importantes acontecimientos como la visita de los astronautas en reconocimiento al apoyo de la familia condal que facilitó hacer en Maspalomas la estación espacial de Maspalomas, la huelga de hostelería del 78, la canalización del barranco hasta la charca... Muchos eventos que con el tiempo dejarían un paisaje totalmente distinto pero no menos polémico y apetecido. De hecho, el propio Manuel Díaz Cruz (quien fuera responsable del Icona y de Medio Ambiente en la provincia de Las Palmas) llegó a afirmar que nunca un lugar había inspirado tantos ríos de tinta en la prensa, sobre todo en los ochenta, cuando el Banesto de la época de Mario Conde consiguió de nuestros gobernantes mantener el control sobre el palmeral y transformar cualquier espacio del hotel en habitaciones para alojar turistas, a costa de la calidad inicial del establecimiento.

Todo se había ‘calmado’ hasta que hace aproximadamente dos años los actuales propietarios del hotel, la cadena RIU, obtuvieron la licencia municipal de derribo y construcción de un nuevo hotel al comprobar que la reforma o rehabilitación del actual era un imposible. A partir de ahí, comenzaron los problemas instigados por personas, empresas, instituciones y con mayor o menor interés particular o colectivo: que si había que proteger el edificio por ser una obra arquitectónica digna de eternidad; que si Colón pasó por allí en su cuarto viaje; que descubrieron después de cincuenta años de olvidos que el lugar tenía un incalculable valor paisajístico y medioambiental, etcétera, etcétera, etcétera.

Tras paralizar el Cabildo Insular el derribo del Maspalomas Oasis para tramitar su declaración como edificio protegido, el propio Cabildo se desentendió de la petición inicial de proteger un edificio obsoleto y acordó incoar un expediente de Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Sitio Histórico por el paso de Colón incluyendo en el expediente el interés medioambiental del lugar. Acto seguido, la Comisión de Patrimonio Histórico de Canarias rechazó el expediente, un paso que sorprendentemente tomaría el rumbo contrario en la reunión de la Comisión regional, en la que se votó a favor de la declaración del BIC como si se tratara de la yenka. Y, para rematar esta rocambolesca historia, el Gobierno de Canarias decide que el valor ecológico de las palmeras existentes en el lugar es motivo suficiente para recuperar el conjunto y, de paso, reordenar el entorno del faro de Maspalomas con el retranqueo visual de las construcciones del entorno.  Ahora, todo el palmeral es una especie de Reserva Natural Especial sin que figurara así en la Ley de Espacios Naturales y sus múltiples revisiones y desarrollos. Una situación que podría afectar a cualquiera si surgiera, de repente, una campaña por preservar todas las palmeras de la isla, o todos los lugares donde supuestamente pasó Colón o todos los edificios que se considere... Incluido el Faro 2 que será derribado a pesar de ser una obra emblemática de Salvador Fábregas, Medalla de oro del Colegio de Arquitectos.

Es lo que suele pasar cuando las cosas se hacen a destiempo. Se podría haber evitado todo esto y el coste que supondrá compensar a los propietarios de las instalaciones actuales en el palmeral. Pero, claro, como en toda actuación administrativa, los perjudicados (los que han de pagar o compensar con sus bienes) serán los ciudadanos. Unos ciudadanos que hemos presenciado un teatro en el que lejos de buscar el acuerdo se ha optado por el enfrentamiento y el ataque contra una empresa que trabajaba en su línea habitual de profesionalidad en el negocio turístico (y no les pidas que hagan otra cosa porque la respuesta es que no) y había negociado los plazos para reducir las molestias –inevitables pero minimizables- con las empresas del entorno para convertir un edificio obsoleto en un hotel de cinco estrellas. Un proyecto arquitectónico que tras ser conocido y criticado mayoritariamente la empresa se ofreció de inmediato a cambiarlo. Así que someterían a la opinión colegiada el proyecto, pero el objetivo de la campaña tampoco era cambiar el diseño del establecimiento. Aunque hay quien camufla la persecución como si hubieran frenado (sólo) la construcción del abortado ‘muro’ (hay un vídeo que muestra cómo sería la obra sin indicar que ya se había desechado el proyecto y como si no hubiera moles superiores en el entorno).

De ahí que hay medios que insisten en la mayor (mentira): con esta decisión se derriba un muro. Un muro que ni se ha construido y que constaba de un proyecto que se iba a cambiar. Una propuesta que podría haber dado lugar a un concurso arquitectónico. Pero claro, el objetivo era otro: atacar a RIU. La empresa goda, mallorquina y expoliadora que parece que surgió ayer y no ha aportado nada a la actividad turística en la isla. Una empresa que recibió el apoyo de la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo, pero también sus representantes han sido víctimas de descalificaciones, como si José María Mañaricúa hubiese dejado sus intereses en Gloria Palace para dedicarse a la defensa de RIU y no de todo un sector que ve cómo se anteponen los criterios políticos y administrativos frente a los turísticos, porque en la Comisión de Patrimonio ¿había algún especialista en turismo? ¿Acaso a las empresas turísticas no les interesa apostar por los –auténticos- recursos históricos, naturales, culturales...?

Y, al final, el Gobierno de Canarias ha desvirtuado o dejado sin validez los informes encargados por el Cabildo a universidades y departamentos de investigación. Ya no valía el prestigio de los arquitectos, ahora no vale el paso de Colón y las palmeras se convierten en un elemento fundamental en la riqueza natural de Canarias y hay que protegerlas de la sombra de los edificios y poner en marcha la máquina del tiempo para recuperar lo que no se quiso evitar durante décadas. Ya no es el picudo rojo, ni la piqueta de cualquier organismo o particular, ni la falta de riego de las miles de palmeras que han muerto secas desde la capital hasta el sur. Ahora hay que poner fecha de caducidad a los hoteles para que las palmeras resurjan cual ave fénix sobre Maspalomas.

Yo, como diría César Manrique, pondría también una bomba y empezaría de cero. Pero para eso hay que pagar un alto coste y no voy a usar aquí el nombre de César como otros han hecho sin pensar en que César también gritaría en contra de adefesios arquitectónicos y robos de terrenos de dominio público... Pero claro, al final de todo ¿qué nos queda? Ni más ni menos que una rocambolesca historia en la que diversos medios han sobrepasado líneas de rigor y objetividad, descalificando e insultando a una empresa que tenía el derecho y deber de ofrecer lo que para ellos era lo mejor que podrían ofrecer a sus clientes. Esos medios tenían su reflejo en una contradictoria serie de pasos de las administraciones que intentaban por todos los medios justificar el freno a la construcción del hotel, bien por el valor arquitectónico, histórico, ecológico o por lo que fuera.

Al final, el Gobierno ha adoptado una decisión que tiene en cuenta los valores de la Phoenix canariensis pero no los del turismo. Es como si tuvieran que echar abajo todo lo hecho por César Manrique en Los Jameos para evitar que los turistas alteren el ecosistema del cangrejo ciego. Una especie única en el mundo en uno de los iconos del turismo mundial. Porque sí, porque César también transformó espacios naturales de valor único para la actividad turística. ¿Cuál es ahora el criterio para actuar sobre el territorio? ¿Quién debe dirigirlo? A la vista de lo sucedido, este no es el camino. Dudo mucho que el palmeral se recupere con rapidez y voluntad y que los afectados (las empresas con hoteles en el sector, los grancanarios, los turistas...) veamos resultados tras el despropósito y enfrentamiento inútil levantado cuyas heridas dudo que cicatricen.

Hay quien opina que con esta decisión el Gobierno podrá actuar como árbitro entre Lopesan y RIU, pero ¿por qué se ha llegado a esto? ¿No bastaba con que el Gobierno negociara con RIU directamente el proyecto de construcción y el futuro de la zona del palmeral que le afecta? ¿Acaso durante décadas no hemos visto deteriorarse la isla de Lobos y es cuando RIU ha adquirido la propiedad del hotel 3 islas cuando se ha logrado un acuerdo por el que la isla de Lobos dejó de pertenecer a unos inversores alemanes para pasar a manos del Cabildo majorero?

Es lo que digo y pienso, que en este laberinto hay demasiados minotauros enfrentados entre sí mientras la víctima es el principal sector económico de Canarias y su ciudadanía.

2 comentarios:

  1. Insisto en decir por segunda vez que antes de que se construyeran las presas se habían construido tomaderos, minas, pozos. Gracias a las presas en los años de lluvias excepcionales o extraordinarias la Charca de Maspalomas no ha sido destruida. Saludos

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  2. Cuando las aptitudes del territorio son forzadas y se le exige más de lo que puede dar, los resultados saltan a la vista. Los ecosistemas pueden permitir según su especificidad unos aprovechamientos y no otros.


    Una Tierra Abierta, Jesús Alonso Millán, 1995

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