El turismo ha transformado nuestra geografía y costumbres, ha modernizado el país y lo ha dotado de infraestructuras de comunicación excelentes… es una obviedad. Comenzó siendo un patrimonio de minorías, para luego convertirse en un fenómeno ‘popular’ en el que las clases medias han tenido su protagonismo fundamental en el auge de este sector en el mundo, especialmente en lugares como las Islas Canarias, donde cada año recibimos un número de turistas que multiplica al propio censo de población en busca (o empujados por sus gobiernos) de las cuatro S: sun, sea, sand & sex, porque nada mejor que unos días en las islas para elevar la natalidad en los fríos y deprimidos países europeos tras la segunda guerra mundial.
Folleto 1950 |
Paralelamente a la evolución de ese turismo clasicista o de masas, se gestó un modelo de turismo social vinculado al control ideológico y sindical a través de establecimientos de adoctrinamiento, siguiendo el modelo de la organización italiana Opera Nazionale Dopolavoro (OND) que había existido durante el régimen fascista de Mussolini. No es de extrañar que en la prensa navarra el 24 de septiembre de 1936 (ya en plena Guerra Civil) se advertía como política para el futuro que el turismo debería sustituirse por el viaje sacro-castrense y que la Falange prohibiría terminantemente, bajo penas severísimas, el turismo.
No olvidemos que durante el franquismo, con el singular Luis Antonio Bolín como director general de Turismo (el mismo que se ofreciera para dirigir el Patronato Nacional durante la república y el que gestionara el alquiler del avión ‘Dragon Rapide’), el área turística se encontraba bajo el ámbito del Ministerio de Gobernación, hasta que siendo ministro de Gobernación el palmero Blas Pérez González, se creó el Ministerio de Información y Turismo en 1951. Gabriel Arias Salgado asumiría el nuevo Ministerio y nos encontraremos ante una etapa en la que además de las dificultades para moverse dentro de España (salvoconductos, autorización militar…), el ministro tenía una especial vocación religiosa en su política turística, si bien en esta década se produce el cambio del interés y atractivo de las playas ‘cálidas’ (frente a las playas frías del norte del país). Precisamente es en esta década cuando comienza el imparable crecimiento de la capacidad hotelera y los cambios turísticos, amparados en cambios políticos y de personajes, en especial con la llegada de Manuel Fraga al Ministerio.
Estamos en el momento en el que se había implantado las vacaciones retribuidas con carácter general y, aunque no fuimos beneficiarios del Plan Marshall de reconstrucción de Europa, se levantaban las sanciones y condenas de la ONU a España por su colaboración con Hitler y Mussolini (ahora el enemigo de ‘occidente’ era el comunismo estalinista). Aún así, existían las Residencias de Educación y Descanso (EyD) de la Organización Sindical, para ‘productores’ españoles y -en ocasiones- trabajadores extranjeros. Instalaciones de gran calidad pero escasas, ejemplo para otras iniciativas similares de entidades bancarias, caritativas o benéficas. En una primera etapa, Canarias no contaba con estas instalaciones, si bien se promovió la construcción de una residencia en Santa Cruz de Tenerife y posteriormente en Santa Brígida, Gran Canaria.
La propaganda de los albergues y residencias de EyD (1950) los describe como “edificios debidamente acondicionados, propiedad de EyD, situados en los más pintorescos lugares de España y destinados al descanso de los productores españoles de ambos sexos”. Los hay “De mar y de montaña; de hombres y mujeres, y para matrimonios con o sin hijos” y era literal: los había sólo masculinos, sólo femeninos, para matrimonios y para matrimonios con hijos. Y el régimen interno era muy propio de la época: “amplia libertad… Comida abundante, sana y bien condimentada, habitaciones para seis u ocho personas, en las destinadas a un sexo u otro, y de dos personas en las de matrimonio”, para disfrute de “Todos los productores españoles de ambos sexos, sanos, entre los 18 y 60 años, que estén sindicados y afiliados a EyD. Tienen preferencia los que pertenecen a los grupos de empresa de EyD”.
No olvidemos que las vacaciones pagadas se ‘inauguraron’ en el mundo en Francia en 1936. El Gobierno del Frente Popular, dirigido por Léon Blum, aprobó los acuerdos de Matignon que reconocieron el derecho sindical y aumentaron los sueldos. Instauró por Ley las primeras vacaciones pagadas de 15 días y redujo de 48 a 40 horas la duración de la semana de trabajo. Por ejemplo, en Suecia se instauraron 2 semanas en 1938, 3 semanas en 1951, 4 semanas en 1963 y 25 días laborables (5 semanas) en 1977. Un largo proceso no tan lejano.
Pero el ‘turismo social’ de EyD no está motivado por el desarrollo turístico, sino por los objetivos del Fuero del Trabajo (1938) que establece “Todo trabajador tendrá derecho a unas vacaciones anuales retribuidas para proporcionarle un merecido reposo, organizándose al efecto las instituciones que aseguren el mejor cumplimiento de esta disposición. Se crearán las instituciones necesarias para que en las horas libres y en los recreos de los trabajadores tengan éstos acceso al disfrute de todos los bienes de la cultura, la alegría, la milicia, la salud y el deporte”. La Dirección Nacional de Sindicatos cobraba 6 pesetas diarias por persona en 1950 para sus 16 residencias masculinas, once femeninas y dos familiares. 25 años después, EyD ofrecía excursiones por toda España con precios que oscilaban entre 4000 y 15000 pesetas, pero también ofrecía destinos tan sugerentes como París, Londres, Roma, Nueva York, Japón, Polonia, Grecia, Marruecos, Rumanía, Yugoslavia, Hungría, Bulgaria, Suiza, Turquía, Alemania, Países Bajos, Tierra Santa, Escandinavia, Países del Este [sic], cruceros y vacaciones de relax…
Ya en los setenta, se producen dos importantes fenómenos: llega la jubilación a los 65 años y la población cuenta con efectivo limitado de pensiones. Mejora la esperanza de vida y se idea la promoción de un programa subvencionado de vacaciones para la tercera edad en 1985, para mejorar la calidad de vida de los mayores y de paso superar la estacionalidad de las zonas turísticas de la península con la consiguiente mejora de estabilidad en el empleo. Una actividad que comenzó con el Inserso y se ha multiplicado hasta convertirse en un fenómeno social que desde finales de los noventa cambió su nombre por el de Instituto de Migraciones y Servicios Sociales (Imserso), no exento de escándalo por el dinero público que acarrea, sobre todo en esta última campaña. Pero eso es otro tema que ha tenido poca repercusión porque los hoteles estaban llenos… Y no es para menos, estamos ante más de 600.000 usuarios para la próxima campaña, cuando en 1986 comenzó este programa con 16000 plazas.
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