Dámaso en los 50 años de Maspalomas Costa Canaria |
Los astros, el destino, o la simple causalidad me han permitido compartir con el artista varios momentos y circunstancias que comento muy por encima: su vinculación artística con mi familia, su amistad y colaboración con mi padre como dinamizador cultural durante la dictadura desde Radio Atlántico (hoy Radio Nacional) y el Diario de Las Palmas, y, además, varios encuentros de hace muchos años para acá.
De esas actividades destaco la presencia en la manifestación por la defensa de la necrópolis de La Guancha, en 1976, donde también estuvieron César, Celso Martín, mis padres (Luis Jorge Ramírez y Jane Millares Sall) y unas doscientas personas que hicimos el recorrido desde la carretera de Sardina a aquellos túmulos de una joya arqueológica desahuciada. Años después, puede que en 1978, estaba en Arrecife cuando presentó su segunda película ‘Réquiem por un absurdo’, un acto inolvidable por el ambiente que se respiraba en esos momentos. Otro momento especial fue a finales de los ochenta (1988) durante el enfrentamiento más duro que mantuvo César contra la especulación y la ocupación de la costa para construir en primera línea de Los Pocillos. Al día siguiente de aquel plante contra las excavadoras llegaba Pepe al aeropuerto de Lanzarote donde le esperaba César necesitado del ánimo y optimismo de su amigo. Recuerdo que en los quince minutos que estuvimos hablando César vivió una profunda transformación de su semblante grave por esa felicidad generosa que Pepe reparte hasta que rompe a llorar, apenas unos segundos, para recuperar parte de esos sentimientos y volver a animar a todo el que le rodea, a jugar con ocurrencias que animan a la creatividad.
Ya en los últimos años, desde 2011 hasta hoy día, son numerosas las ocasiones que he tenido largas conversaciones con el artista, con la persona, con el amigo y con el octogenario que todavía pregunta y gusta de conocer opiniones sobre temas de actualidad, de arte y de proyectos en los que quiere participar con entusiasmo y generosidad. Horas y horas de compañía que no sólo me han permitido conocer al genio oculto tras esa fachada de personalidad fulgurante, sino también me ha ayudado a colocar las piezas del gran puzzle que es el arte en Canarias y sus circunstancias.
De ahí que pueda afirmar que Pepe es parte de ese engranaje oculto pero necesario para poder explicar el desarrollo turístico de Gran Canaria, caso singular y diferenciado del resto del planeta, donde la sociedad civil se movilizó liderada por intelectuales y artistas para crear un concepto y modelo de turismo.
Personalidades como Fray Lesco, Gustavo J. Navarro Nieto, Francisco González Díaz, la Escuela Luján Pérez, Néstor, Manolo Millares, Martín Chirino, Giraldo, Néstor Álamo, José Abad… Y muchísimos más artistas, tuvieron una colaboración directa con la actividad turística. Una visión del arte hacia el turista y el viajero que tiene su origen en José de Viera y Clavijo. Premonitorio escritor que recorrió Europa en una etapa y condiciones de privilegio. Pero el turismo de salud llegó y después se convirtió en un turismo popular en un proceso que se plasmó en publicaciones como Canarias Turista (1910-1931) o Isla (1946-1969) donde me confesó Pepe que encontró una fotografía en la que vio a César mientras realizaba el mural del Parador de Arrecife y se dijo “¿Esto qué es? A este pintor lo quiero conocer”. De esa foto surgió una de las amistades más interesantes para nuestra tierra.
Ya en los sesenta, comienza la relación de Pepe con Maspalomas Costa Canaria, tras el Concurso Internacional y la visión de la familia condal y del arquitecto Manuel de la Peña que apostaron por incorporar a los artistas canarios en los edificios y creaciones para el turista. No bastaba el sol, el clima, el paisaje, la flora o la fauna… Había también esculturas, pinturas, murales… Un planteamiento en el que también participarían arquitectos que realizaron los hoteles y apartamentos, e incluso 'contagió' a escritores de la talla de Claudio de la Torre, Carmen Laforet, Pancho Guerra y otros
Y a partir de ahí se desarrolla una intensa producción de Pepe para establecimientos turísticos, exposiciones y colaboración con las distintas áreas municipales, con la elaboración de carteles y proyectos de los que nunca obtuvo el apoyo necesario para su realización: La cucaña de aparceros, la duna habitable o el ángel de las dunas…
La exposición comisariada por Pedro Franco el pasado año con motivo del 50 aniversario de Maspalomas Costa Canaria recoge parte de esa relación de Pepe con el sur, si bien hay mucha obra en establecimientos y residencias de la zona que muestran la ingente obra que inspiró al artista la luz, la identidad y la necesidad de arte que tenía Maspalomas y la actividad turística. Una obra que también ha sufrido derroteros poco edificantes y que muestran el poco respeto y aprecio de algunos hacia la obra de los artistas.
En estos días estamos revisando esa obra y dejo para la reflexión varios de los aspectos que más preocupan a Pepe sobre ese arte en el santuario del ocio: la identidad y el arte; el color del sur y la luz –que superan el tópico del sol y playa-; el respeto al artista y el valor de las obras de arte en la zona turística; unas obras que tienen una funcionalidad distinta y muy particular. Reflexiones que han de producirse en el seno de un empresariado y unos profesionales que deben tomar conciencia de que el turismo no es sólo tumbar en una cama y en una hamaca a un número, satisfacer su apetito y homenajearlo con barra libre. Contra ese turismo, estímulos de naturaleza, arte, vitalidad, salud y generosidad. Palabras que definen también al artista. A Pepe…
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