Islas privadas en Arabia. |
Pero el turismo vive un momento de grandes preocupaciones y tragedias en forma de terrorismo, inseguridad, violencia, catástrofes naturales y enfermedades que tienen un efecto devastador sobre algunos destinos, principalmente en territorios continentales. Por ello, las islas y los archipiélagos han evolucionado de ser aquellos lugares sorprendentes y privilegiados, paradisícacos y mitológicos en el imaginario de los europeos, para convertirse en reductos de seguridad gracias a su obligado aislamiento. Hemos pasado de ser inspiración de leyendas y ficción a salvar el negocio de turoperadores que se encuentran con huídas masivas de clientes desde los destinos convertidos en diana del terror o de una silenciosa amenaza que se propaga a través de picaduras de mosquitos y otros portadores.
El mosquito zika ahuyenta a los turistas. |
Las fronteras administrativas en los territorios continentales no frenan los enemigos del turismo, lo que hace crecer mucho más el valor de los destinos seguros con fronteras naturales que limitan, imposibilitan o impiden esos males, o facilitan su control y persecución.
Si a los valores o fortalezas del destino isleño (sol, playa, buen clima, conectividad, tradición, cultura, deporte, festejos, bienestar, patrimonio, infraestructuras, etc. etc.), restamos o superamos los problemas de pobreza y el auge xenófobo, y añadimos el plus de seguridad o ausencia de riesgos, el resultado es un refugio-paraíso turístico. Un valor en alza que ha 'sorteado'los reparos y el descrédito de un destino maduro u obsoleto que sufrió los efectos de la crisis global de los atentados contra las Torres Gemelas el 11S y la crisis de las hipotecas 'subprime' de 2007. Fenómenos que provocaron la peor crisis conocida en Canarias en 2009 que se salvó por la 'campana' en el momento en que se produjeron las 'primaveras árabes'.
Pero no estamos salvados. El boom turístico que arrancó con la irrupción del 'low cost' alteró radicalmente el mercado del viaje y generó un profundo divorcio entre la sociedad y el sector turístico (al que parece importarle poco su responsabilidad social) de ahí que surja la turismofobia como expresión del rechazo de las comunidades, así como normativas y límites como moratorias, tasas, etc.
Aún así, el fenómeno es imparable y la conectividad ha transformado el mapa del mundo. En un siglo, el tiempo que separaba a las grandes ciudades europeas y cualquier punto del planeta pasó de ser entre cinco y cuarenta días, mientras hoy esas distancias se han reducido a entre medio día y un día y medio.Y, además, las Islas Canarias están situadas en el centro de esas rutas aéreas y marítimas que se han convertido en auténticas autopistas entre las islas y el resto del mundo, pero manteniendo su aislamiento. Ultraperiféricos pero con una centralidad que ya quisieran para sí numerosos países o destinos turísticos. En este contexto hay que valorar si somos capaces de superar la madurez y obsolescencia del destino. Seguir las pautas y advertencias de Néstor o César. Volver a tomar la iniciativa que nos situó como destino pionero en numerosos aspectos y recuperar lo extraodrinario para huir de la monotonía.
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