Nos han dicho en estos días que la designación de Las Palmas de Gran Canaria como capital europea de la cultura en 2016 supondría una inversión pública y privada superior a 40 millones de euros. Igualmente, se ha publicado que para Salamanca, su año cultural europeo en 2002 (hace ocho años) supuso un negocio extraordinario de más de 400 millones de euros gracias al turismo que atrajo y los eventos desarrollados. No entro aquí a explicar que, además está la importancia estratégica y de marca que para una ciudad tiene ser designada para un evento internacional, sobre todo en este mundo globalizado y en red, cuyo impacto económico sería muy superior y de mayor duración que las cifras antes citadas.
Y digo esto porque nuestra ciudad, después de superar (de forma sorprendente, y no porque no reúna condiciones, sino por lo improvisado del trabajo) el primer corte y situarse entre las seis que optarán a ser la elegida, sigue sin rumbo y se nos intenta confundir (o peor, burlar) anunciándonos la creación de un consorcio (“antes de Navidad”) para gestionar la candidatura, cuando apenas quedan seis meses para formalizar el programa definitivo que se enfrentará a las demás candidatas. Y, como gran anuncio, el Ayuntamiento afirma que aportará 60.000 euros al supuesto consorcio.
Evidentemente, si comparamos esos pocos miles de euros con las cantidades millonarias que supondría la capitalidad cultural y la oportunidad de oro que supondría para la ciudad, nos quedamos con la boca abierta… Sería el negocio del siglo o de la historia de la humanidad. Nunca con tan poco esfuerzo se conseguiría tanto… ¡Qué raro que las demás candidatas no hayan pensado lo mismo!
Pero, bromas aparte, uno se pregunta qué ha hecho este Ayuntamiento y su alcalde (concejal de cultura también) desde que se supo que el PSOE ganó con mayoría las elecciones locales en 2007. Unas elecciones a las que concurrieron con un programa que incluía la presentación de la candidatura para capital europea de la cultura (punto 11 del apartado 'Una política para la cultura'). Bueno, seamos generosos… era muy pronto. ¿Y en mayo de 2008 cuando el alcalde anunció en el Auditorio que se presentaría la candidatura? ¿Y a lo largo de 2009? ¡Ah. Si!... en diciembre nombraron un director para la candidatura que contaría con un presupuesto total de 200.000 euros.
Pero, para sorpresa de muchos (sobre todo de los contrincantes que durante años, con profesionalidad y recursos trabajaron sus propuestas) LPGC2016 superó el primer ‘corte’.
Yo esperaba, deseaba y ansiaba que esa decisión del jurado hiciera cambiar la perspectiva y la sensibilidad del alcalde hacia este proyecto; que se esforzaría por conseguir lo más difícil, pero no imposible, que movilizaría a toda la sociedad canaria, todos los ayuntamientos de la Isla, los Cabildos, la Comunidad Autónoma, a las Regiones Ultra Periféricas, al continente africano (aprovechando Casa África) a toda Latinoamérica (con el apoyo de la prestigiosa Casa de Colón) y a los millones de europeos que conocen nuestras Islas y disfrutan de ellas. Pero no. Cada día que pasa es un tiempo de oro que se pierde para recuperar los años perdidos.
Después de organizar una fiesta de autobombo por un objetivo conseguido pero insuficiente, nos encontramos con que ahora se pretende formalizar un consorcio que debería haber sido la primera decisión a tomar hace años (y así se le hizo saber), aunque él apostaba por aprovechar el ‘aparato’ creado para elaborar el Plan de Desarrollo Estratégico de la Ciudad (PROA 2020) que recibía 800.000 euros anuales. ¿Por qué cambió de idea y no aprovechó el equipo creado, un director capaz y de consenso como Paco Rubio Royo, cuya experiencia en foros internacionales es indiscutible? ¿Por qué no da ejemplo de esfuerzo económico y aumenta la dotación para potenciar la candidatura y así pedir un esfuerzo similar a otras instituciones y empresas? ¿Acaso no se gastó cientos de miles de euros en espectáculos efímeros?
Yo sigo deseando que LPGC2016 sea una realidad, pero me desanima cada paso que da el máximo responsable municipal. Sigo soñando Las Palmas (y la isla de Gran Canaria) como una ciudad situada entre las urbes más prestigiosas del planeta, una ‘marca’ que facilitará un futuro para nuestros jóvenes donde la cultura sea un referente que transformó la ciudad.
La oportunidad no se repetirá hasta dentro de varias décadas y espero que ese tiempo no sea de tristeza por la ocasión perdida, sino que seamos un referente para futuras candidatas, como lo fue Barcelona para la historia de los Juegos Olímpicos.
Ojalá lo consigamos.
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